Yolanda Ruíz

Columna de El Espectador

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Alguna vez escribí en este espacio con el mismo título y va de nuevo, aunque la ética ya no se use. Los papeles de Pandora han puesto a dar explicaciones a miles de personajes del mundo. Muchos de ellos han dicho que sus empresas en paraísos fiscales se crearon al amparo de la ley.

Es posible que eso sea cierto en muchos casos, pero esta investigación transnacional nos pone sobre la mesa algo más que las leyes. Nos obliga a mirar unas prácticas frecuentes que se usan para evadir o eludir impuestos moviendo dineros por el mundo.

No todos los destinos de esos dineros son paraísos fiscales, pero sí lugares que se les parecen por la laxitud en las normas y la facilidad para constituir empresas. Las leyes lo permiten, es cierto. Pero esto va más allá y tiene que ver con la ética a la hora de pagar impuestos.

Que algo se pueda hacer jugando en los límites de la norma no significa que esté bien hacerlo.

Presidentes en ejercicio que aparecen en el listado de los papeles de Pandora se han apresurado a decir que todo está en regla o que ya no participan en las empresas de sus familias. ¿Puede un funcionario en serio distanciarse de unos intereses si los maneja su familia?

En el caso del presidente Sebastián Piñera, de Chile, por poner un ejemplo, ha revelado la investigación periodística que su familia intervino en la compraventa de una empresa minera sobre la cual existía una condición para el tercer desembolso de lo pactado. Así lo reporta el periódico El Paísde España: “El último pago dependía de que no se estableciese un área de protección ambiental sobre la zona de operaciones de la minera, como reclamaban grupos ambientalistas. La decisión de la viabilidad de Minera Dominga quedó en manos del Gobierno de Piñera, que no promovió la protección ambiental con lo que la tercera cuota, finalmente, se pagó”.

¿Hay ilegalidad en este proceso? Dice Piñera que ya no tenía nada que ver con las empresas de su familia y por eso no intervino en la compra.

La pregunta es: ¿benefició con sus decisiones de presidente los intereses de su familia? Que el funcionario no participe directamente en las transacciones no significa que sus acciones no tengan impacto en los negocios familiares.

Lo que muestran los papeles de Pandora es cómo opera el negocio de las volteretas formales para ocultar dineros, traspasar fortunas, hacer tráfico de influencias y evadir impuestos “al amparo de la ley”.

Todo el mundo lo hace”, dijo alguien. No es cierto. La mayoría de los ciudadanos pagan sus impuestos sin tener abogados internacionales que ayuden a reducir pagos. “Cada quien se lleva la plata para donde quiere”, dijo alguien más. Es cierto, aunque convendría pagar lo justo en el país en donde se originan las fortunas, gracias a los trabajadores, las riquezas y las facilidades que otorga ese país de origen.

Hay normas que regulan esas transacciones y es claro que tener una empresa en el exterior no significa violar la ley. Al contrario: esas costosas empresas de abogados justamente lo que hacen es ayudar a trasladar dineros dentro de los límites de las leyes laxas de los paraísos fiscales y buscando los huecos de las leyes nacionales. Todo muy legal.

Se entiende que empresarios con actividades en varios países tengan en ellos empresas y cuentas para mover los negocios. Apenas obvio. ¿Pero y aquellas personas que no tienen actividad empresarial o comercial en otros países? ¿Por qué alguien que tiene toda su actividad en Colombia, por ejemplo, se lleva su dinero para ponerlo en una empresa en Panamá, en Islas Vírgenes o en Delaware?

Diría alguien por ahí que al final la ética no tiene nada que ver con el pago de impuestos. Y… es cierto… Los papeles de Pandora ponen luz sobre lo que pasa a la vista de todos y lo que no se habla en voz alta. El periodismo del mundo haciendo su trabajo.

Así se robaron a Colombia

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