Es indiscutible que el internet nos ha abierto una nueva posibilidad de interacción, de expresión y de intercambio de opiniones, donde los ciudadanos influimos y nos expresamos en asuntos que nos interesan a todos; algo así como el nuevo “Ágora” de los griegos. Y si bien la virtualidad se ha convertido en un valioso espacio de interacción, no podemos quedarnos solo allí, opinando desde la comodidad del smartphone, la tablet o el computador. Porque más allá del tweet, de la denuncia que hacemos en Facebook, del enlace que compartimos… hay una realidad que requiere nuestra voluntad y nuestra acción real para ser transformada; y la crisis que hoy vive Cartagena nos debe provocar hacia esa movilización.
De los 749.953 ciudadanos aptos para votar en los pasados comicios para la Alcaldía de Cartagena, solo fueron a las urnas 169.835 votantes; y de esos votantes, el 70% pertenecía a los estratos 1 y 2. Es decir, estamos dejando en manos de aquellos que no tienen libertad para decidir (porque el ruido de sus estómagos no les permite otra opción), los destinos de nuestra ciudad. Y esto a su vez se constituye en caldo de cultivo para un sistema electoral que funciona a través de la compra y venta de votos, garantizando así la permanencia en el poder de aquellos que siempre han vivido de desangrar nuestro presupuesto.
Y esto es tan estructural, que ya los sondeos y las encuestas virtuales nos vaticinan quién será el próximo alcalde. Y cuando alguien pregunta por algún otro candidato, la respuesta es: “Ay, él es muy bueno, pero no va a quedar”. Porque tenemos claro, que aquí gana, el que tenga la plata. Entonces bajo esa premisa, el análisis que hacemos es: “Para qué voy a salir a votar, si siempre ganan los mismos”. Así que ese domingo nos quedamos en casa, y a las cinco de la tarde invadimos las redes: “Pobre Cartagena, otra vez los mismos con las mismas”.
La democracia no sirve para quejarse de los políticos en las redes sociales, sino para sustituirlos por otros en las urnas. Y el día que esos 580.118 ciudadanos entiendan que Cartagena nos pertenece, que lo que aquí ocurre nos compromete a todos, y que eso solo se puede enmendar a través de la participación… lograremos el cambio que esperamos. Pues es imposible transformar nuestra realidad desde la virtualidad.