Es la pregunta que todos nos hacemos al revisar las estadísticas de contagiados y fallecidos del día a causa del covid-19. Las cifras asustan, sobre todo porque la alta tasa de contagiados no baja y las personas que mueren en las unidades de cuidados intensivos aumenta.
Nadie quiere llegar a una UCI, pero es inevitable cuando te contagias y tu organismo es incapaz de hacerle frente al ataque del virus Sars Cov-2 y se desencadena la tormenta de citoquinas que induce a un caos general inflamando severamente órganos tan importantes como el pulmón.
Según las estadísticas que maneja la OMS, del 100% de los infectados solo el 10% se agrava y tiene que acudir a los centros hospitalarios. De ese 10%, menos del 5% entra a UCI.
Esto quiere decir que de cada 2000 personas contagiadas, como estaba ocurriendo diariamente en ciudades como Barranquilla, 200 de ellas tuvieron que acudir a centros hospitalarios y unas 10, de cada 200 que necesitaban ayuda sanitaria, tenían que ser tratadas en UCI. ¿Cuántas de estas últimas se salvaban? No tenemos las estadísticas, pero sabemos que muy pocas.
Por eso, a los pocos días de haber comenzado a subir el pico de la tercera ola de la pandemia, fallecen más de 50 personas diariamente en Barranquilla.
Pero, realmente ¿qué está sucediendo en las UCI? ¿Por qué el fracaso es tan alto y abrumador? Ningún médico jefe de las unidades de cuidados intensivos de Barranquilla, ciudad donde hicimos la investigación, se mostró interesado en darnos luces para responder estas preguntas, pero tenemos algunos elementos que nos pueden ayudar a hacernos una idea y sacar nuestras propias conclusiones.
Historia 1
El primer elemento lo conseguimos con el médico internista cardiólogo Rafael Borge, quien perdió un hermano durante esta segunda arremetida de la pandemia. A raíz de ello, el cardiólogo Borge estaba indignado por el errado tratamiento y el poco cuidado de los protocolos con que fue atendido su hermano en una de las clínicas de mayor prestigio en la ciudad de Barranquilla.
Borge llevó a su hermano a esta clínica porque consideró que le iban a prestar la ayuda necesaria para detener el cuadro preocupante que estaba presentando con su respiración, cuando ya llevaba varios días contagiado con el coronavirus.
“…mi hermano menor, que fue ingresado a la clínica el día 17 de abril en las horas de la noche. Fue llevado por mi hermano pediatra, y por mí, porque notamos que tenía una frecuencia respiratoria entre 28 a 32, con una saturación de oxígeno en reposo entre 88 y 90 y acostado entre 90 y 92. Fue llevado de manera oportuna a su evaluación”.
“El médico internista encontró que la PaFi (fracción inspiratoria de oxígeno), que es el indicador, estaba en 306. Estaba en términos generales adecuada pero disminuida con relación a lo normal, con unos parámetros, unos marcadores, casi normales como la ferritina alta, un dímero D y una troponina negativa”.
“Mi hermano llegó en unas óptimas condiciones, pero con esa frecuencia respiratoria. Se hizo un manejo de acuerdo a sus guías de protocolo, le instalaron una cánula de oxígeno inicialmente a 3 litros por minuto, pues es un manejo aparentemente adecuado. Sin embargo, al día siguiente, al mediodía, a las 12:47 pm, la PaFi bajó a 256”.
Para el médico Borge ese soporte de oxígeno no era suficiente y había que cambiarlo por un dispositivo mayor, ya sea un Venturi o una máscara de inhalación. “Porque como siempre digo a mis amigos y alumnos, uno tiene que adelantarse a la hipoxemia”, continúa en su relato.
La hipoxemia es una disminución anormal de la presión parcial de oxígeno en la sangre arterial por debajo de 60 mmHg. También se puede definir como una saturación de oxígeno menor de 90,7%. No debe confundirse con hipoxia, una disminución de la difusión de oxígeno en los tejidos y en la célula.
Borge explica que cuando el Covid está en la fase aguda, la hipoxemia tiende a bajar más que a subir. “Con esa tendencia de bajar, nuevamente le dejan (a mi hermano) la misma orden simplista de 3 litros por minuto de oxígeno y es trasladado al piso, donde nunca fue valorado ni por el internista, ni por el médico general, porque mi hermano en las videollamadas que hicimos nunca nos dijo absolutamente nada y nos quedábamos asombrados con esa canulita simple a 3 litros por minuto, esperábamos más que eso, un dispositivo mejor”, enfatiza.
La hipoxemia feliz
El médico Borges explica que estos pacientes tienden a hacer una hipoxemia feliz, entonces aparentemente se sienten bien. “Y esa taquipnea (Respiración anormalmente rápida y, a menudo, poco profunda) pasa a ser una respiración más superficial porque los músculos ya no tienen esa fortaleza para respirar más rápido, para respirar con más fuerza, para tomar aire con más fuerza”.
“Y ahí es donde está el ojo clínico de los médicos, para que de ahora en adelante tengan una mejor visión, tengamos una mejor visión, sobre todo aquellas personas que ese día no tuvieron el interés de valorar a mi hermano, de mirarlo, de revisarlo, de visionar que un paciente con PaFi de ascenso tenía que necesitar otro soporte de oxígeno”.
“Y obviamente, como todo paciente puede claudicar respiratoriamente porque ya la respiración, los músculos respiratorios empiezan a perder fuerza y esa PaFi, que fue medida con 256 pero a 3 litros, no se sabe si realmente era mucho menor”.
“Esa falta de ojo clínico o de visión, esa falta de interés que tuvieron hacia mi hermano, lo condujo obviamente a una hipoxemia severa, pues el hecho de que una persona sature 95-96, no quiere decir que eso refleje los niveles de hipoxemia. Porque ustedes saben muy bien que un paciente intubado puede tener 98 con una PaFi de 50 o de 70. Ustedes saben muy bien que una persona en urgencias puede tener una máscara con reservorio saturando 98, pero la PaFi en 88, como un amigo mío, recientemente hospitalizado que se salvó”.
Para el cardiólogo Rafael Borge hay un manejo simplista del oxígeno en las unidades de cuidados intensivos y ello conlleva a un aumento de las complicaciones y, por ende, a un incremento de la mortalidad.
“Entonces, no es decir que el paciente hizo un infarto y que hizo un evento trombo embolico con un dímero D normal. No es decir eso, no. Es decir que se infartó en unas condiciones extra cardíacas por falta de oxígeno, porque la respiración era tan superficial y los pacientes hacen una respiración tan superficial que ellos no se percatan. Es la hipoxemia feliz”.
Historia 2
El segundo elemento para analizar y aportar luces a nuestras propias conclusiones tiene que ver con los últimos días de otro paciente que falleció al completar 12 días de intubación. Conocimos y vivimos este proceso muy de cerca.
A diferencia del hermano del médico cardiólogo Rafael Borge, este paciente, cuyo nombre nos reservamos (pero tenemos todos los reportes grabados), al segundo día de haber llegado a la clínica le fue notificado que había un respirador disponible y que su cuadro clínico señalaba la necesidad inmediata de ser intubado. Le dieron 15 minutos para que lo pensara y autorizara el procedimiento, de lo contrario perdía la oportunidad porque habían otros pacientes en fila.
Le dijeron a sus familiares que la intubación era lo adecuado y que en cinco días su cuadro clínico debía mejorar lo suficiente para despertarlo y extubarlo. Así lo hicieron.
Los reportes médicos indicaban que unos días mejoraban los indicadores del oxígeno intra y extra celular, y que otros días eran un poco preocupantes. Pero en general su situación general era estable, el resto de órganos estaban trabajando muy bien, incluyendo el corazón.
Estaba recibiendo, de acuerdo a los protocolos de la clínica, corticoides y antibióticos, vía intravenosa.
El día 11 su esposa recibió un reporte alentador, a pesar de que la PaFi seguía en 100, y a veces un poco menos. Su pulmón izquierdo estaba casi despejado y el resto de sus órganos estaban perfectamente bien. El médico internista indicó que estaban esperando que sus pulmones reaccionaran y comenzaran a trabajar mejor para subir la PaFi.
Al día siguiente, a primera hora, la esposa recibió una llamada de la clínica anunciándole que se esposo había sufrido un paro cardiorespiratorio y había fallecido.
De esta misma forma han muerto miles de personas, y en la historia se puede leer entre líneas que no existe un protocolo acertado, que los médicos no tienen una fórmula exitosa para llevarle oxígeno a las células y no ocurra lo que el médico Rafael Borge señaló en la primera historia: “… tomemos otro camino de irnos más adelante y de adelantarnos a la hipoxemia, no hagamos un manejo simplista de las cosas”.
Historia 3
Esta tercera historia nos da luces sobre otros protocolos alternativos, no autorizados por el Ministerio de Salud, pero que están salvando vidas y todos aquellos que se han salvado son los mejores testigos de esta verdad.
Nos reservamos los nombres por obvia razones. Se trata de un paciente de 39 años, diagnosticado positivo con Covid-19. Los medicamentos recomendados por el médico que lo atendió no sirvieron para nada, a los pocos días le comenzó un hipo imparable. Cuatro días después el hipo no se le quitaba y además presentaba dificultad respiratoria.
Sus familiares decidieron llevarlo a la clínica, donde estuvo esperando por varias horas la atención médica de emergencia y el oxígeno. En vista de la demora y el desespero del paciente, una hermana decidió llamar a su médico personal por ayuda.
Este médico le aclaró que podía ayudarlo, pero que sus métodos eran alternativos y que los procedimientos serían ante todo bajo una información consentida con el paciente. El paciente y sus familiares consintieron y se fueron de la clínica.
En su casa, este paciente fue tratado con un protocolo de emergencia de dióxido de cloro y a los pocos minutos ya no tenía hipo, la respiración mejoró y bajó la temperatura corporal. A los dos días le retiraron el oxígeno, y se recupera satisfactoriamente.
El médico explicó que el dióxido de cloro tiene la capacidad de llevarle oxígeno a todas las células del cuerpo, además de desactivar el virus Sars Cov-2 de manera fulminante, evitando todo lo que desencadena el Covid-19, y que el médico cardiólogo Rafael Borge explicó en la primera historia de este reportaje.