Panorámica general de la Plaza de San Nicolás en 2012.

En Barranquilla los desafueros y estupideces en contra de los bienes patrimoniales culturales nacionales no cesa. Luego de la metida de pata del gobernador Verano invitando a la demolición del muelle de Puerto Colombia con copa de champan –solo le faltó para amenizar la banda de Baranoa– ahora le toca el turno de estúpido al Secretario Distrital de Control Urbano y Espacio público Henry Cáceres que muy orondo, en plena época electoral con los seguros votos que da una maniobra de esta naturaleza, decidió autorizar a los vendedores estacionarios a ocupar “temporalmente” la plaza de San Nicolás.

Es que Cáceres, ni más faltaba, tiene que conocer en su limitada visión histórica, que esta triste maniobra contra este sitio emblemático de Barranquilla, ha sido hecha ya en el pasado. De malas que la retórica temporal; ese cuento dulce para amortiguar las protestas, no funcione esta vez. Y para que se entere de una vez, digamos que tras la absurda pavimentación del antiguo espacio verde del parque Bolívar con sus palmeras, fuentes y árboles de caucho a finales de los cincuenta, arrasado todo en nombre del progreso, quedó solitario en medio del mar de cemento la insigne figura escultórica del Almirante Cristóbal Colón acompañado de los destartalados buses que se dirigían al balneario de Puerto Colombia.

Proyecto de construcción de la plaza por parte del alcalde Elías Sales.

En 1964, el 2 de junio exactamente, la administración municipal decidió mudar el sanandresito ubicado en el edificio en donde hoy se encuentra ubicado Telecom en la calle 38 con carrera 44, de manera temporal, a la plaza de San Nicolás. Allí estuvieron los ventorrillos tristes, hediondos a orín, cerveza y basuras de manera temporal durante más de 40 años, soportando diez años después el intento del entonces alcalde Elías Sales de construir en plena plaza un edificio de cuatro pisos como centro comercial, proyecto que por fortuna se hundió en el más oprobioso olvido corrió hasta que en el 2008 el Ministerio de Cultura, en sus planes de revitalización de los centros históricos, decidió recuperarlo en desafortunado diseño arquitectónico que de todos modos dejó un espacio urbano más amable y estético que el anterior.

Algo es algo, pues se plantaron jardines, explanadas y se le dio alguna coherencia social a un sector caótico capturado por el comercio tugurial y en consecuencia, abandonado por los barranquilleros “de bien” que no pasaban –ni pasan- por allí de casualidad. Si bien las autoridades distritales en principio se mostraron colaboradoras del proyecto ofreciendo unos intentos tibios de preservación, después se dejó a la buena de Dios, sin planes de intervención social, apareciendo nuevamente el deterioro ambiental y la sensación de inseguridad.

Jardines destruidos, santos mutilados, árboles arrasados, suciedad general en medio de un proceso de retorno a los procesos ya superados.

Todo se repite una y otra vez. Tras la recuperación del espacio público del paseo Bolívar, en un proceso ciertamente arduo, decidieron, de manera “temporal”, que sirviera entre las carreras 41 a 43 a vendedores estacionarios mientras le solucionaban sus problemas. De ese hecho temporal, van más de 8 años. De modo que la argumentación, secretario Henry Cáceres, no es nueva ni se le puede otorgar el beneficio de la credibilidad. Todo lo contrario.

Pareciera que la alcaldía, empeñada en valorizar las tierras a orillas del río Magdalena con la avenida y el malecón, no le interesa la conservación de estos espacios históricos patrimoniales y que más bien hallará algún beneficio en su pauperización y deterioro. No se explica tantas notorias contradicciones entre la política propugnada por Cáceres de Control Urbano y Espacio Público cuando alegremente decide reinterpretar las leyes y resoluciones sobre el espacio de la plaza de San Nicolás en donde tiene limitaciones la acción de la administración distrital.

El proceso se inicia en el 2016 se pidió autorización al Ministerio de Cultura para intervenir sectores aledaños a la plaza de San Nicolás para peatonalizar las vías con luces y mobiliario teniendo en cuenta que se trata de un bien cultural de interés nacional. El Ministerio emite entonces la Resolución 3153 en noviembre de 2016 en donde señalaba precisas indicaciones para las obras de intervención: autorizó la intervención de los ejes viales: carrera 41 entre calles 30 y 32, calle 31 entre carreras 41 y 42, calle 33 entre carreras 40 y 41, calle 33 entre carreras 42 y 43, carrera 41 B entre calles 30 y 31, la carrera 42 entre calles 30 y 32, y la calle 32 entre carreras 41 y 42 del centro.

 

La Plaza de San Nicolás llena de casetas tuguriales.

En ninguna parte autoriza la intervención dentro del marco espacial de la plaza pues constituye una limitación al libre disfrute y movilidad de la ciudadanía, promoviendo además una destrucción estética y de visible deterioro de contaminación ambiental sobre el marco de la iglesia del santo patrono de Barranquilla, San Nicolás.

Cáceres, actuando arbitrariamente –como se ha vuelto moda en este país ante el beneplácito de la Procuraduría– decidió unilateralmente que no eran necesarias consultas con el Ministerio basado en su deleznable argumentación de carácter temporal y decidió ocupar los espacios de la plaza.

Lo más curioso del caso, tras su acto administrativo ilegal por las vías de hecho, es que decidió enviar después una solicitud al Ministerio de Cultura para que autorice la ubicación temporal de los vendedores estacionarios. En otras palabras, exactamente al revés el procedimiento. En vez de consulta previa, lo hace a posteriori sin importarle la decisión que tome el Ministerio que, a fin de cuentas, señor Secretario de Control Urbano y Espacio Público, es el ente nacional que tiene la potestad legal para decisiones sobre este bien cultural patrimonial en donde la alcaldía –y sus funcionarios- tienen competencia precaria.

Es pertinente indicar que Cáceres se acordó del Ministerio de Cultura cuando el Secretario de Cultura y Patrimonio Distrital, Juan Jaramillo indicó que cualquier intervención de bien de interés cultural requiere de una autorización del Ministerio. Más diáfano: choque de trenes entre secretarios distritales, uno de ellos con obvio conocimiento del tema y otro exactamente lo contrario: un desalmado atrabiliario que amenaza con deteriorar gravemente lo poco que sobrevive de los planes de rehabilitación de la plaza.

En suma, otra soberana estupidez en materia de violaciones y atropello al patrimonio cultural de la ciudad y de la nación.

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