Lo que sucedió el 5 de junio en el barrio Las Palmas, comuna 10, en la carrera 59 con 21, de la ciudad de Cali, es más que preocupante, es el horror materializado, la barbarie en su máxima expresión, la más profunda y descarnada deshumanización de una comunidad, el desprecio total a la civilización y a la Ley. Miremos:

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Jamás se ha visto una escena con tal violencia en el cine, ni en los nueve círculos del Infierno de Dante Alighieri el lector encontrará el pecado que merezca que un alma sea tan cruelmente torturada. Pero sí encontramos demonios semejantes a estos policías en el octavo círculo del infierno: Malacoda, Alichino, Calcabrina, Cagnazzo, Barbaricchi, Libicocco, Draghignazzo, Ciriato, Grafficane, Farfarello y Rubicante son tímidos guardianes de Lucifer ante estos funcionarios públicos del video.

La ciudadanía tiene razón cuando pide explicaciones y nos sumamos a la petición de la actriz Margarita Rosa de Francisco, cuando a través de las redes sociales exige que el gobierno responda de qué se trata esto que muestra el video:

Algunas personas contrarias al sentir de Margarit Rosa y millones de colombianos, respondieron con preguntas como «¿Por qué no muestran qué estaba haciendo el muchacho antes de caer al suelo?». Una pregunta aún más atroz que el mismo video, pues presupone de hecho que vivimos un estado de naturaleza, en el cual no hay ley excepto las leyes de la naturaleza (Thomas Hobbes), en donde el hombre es el lobo del hombre. Homo homini lupus.

Para quien se hace esta pregunta no hay Ley, no hay instituciones, no hay Estado. El «enemigo» debe morir masacrado por su insolencia.

Para quienes creemos en la Ley y en las instituciones de un Estado democrático, la Policía debe liderar el ejemplo de respeto a la Ley. El vídeo no muestra qué estaba haciendo este hombre antes de que fuera agredido y aniquilado por esta horda de salvajes, pero independiente de lo que estuviera haciendo (incluso en el peor de los casos: cometiendo el más espantoso acto criminal), los policías no tenían ningún derecho a actuar por encima de la Ley. El deber de la Policía era detenerlo y leerle sus derechos como persona capturada por haber infringido la Ley.

Otras personas atacan a Margarita Rosa con este argumento:

Para ellas quienes deben responder por este espectáculo del inframundo son los líderes de la izquierda y los maestros sindicalizados. Semejante elucubración raya en la estupidez más perversa al legitimar el proceder de los policías, pues apoyar el paro nacional es exponer la vida de los jóvenes que se atreven a reclamar sus derechos.

Además, para ellas la Fiscalía solo debe investigar a los promotores del paro. Todo un argumento premoderno, digno de una bestia como Idi Amín Dadá. Para estas personas no existe pobreza, descontento, frustración, explotación, racismo, humillación social, segregación, corrupción, abuso, etc., por lo tanto, las protestas son motivadas por delincuentes de izquierda que quieren tomarse el poder.

Qué podemos esperar de un individuo como este:

A Luis Oliveros le tatuaron el cerebro con la imagen de la Policía como autoridad. A estas alturas de la civilización este señor no sabe que la Policía es una fuerza legítimamente constituida, pero no la autoridad. La autoridad es la Ley. ¿Cómo puede ser autoridad alguien que no conoce ni respeta la Ley? La razón de ser de la Policía es hacer respetar la Ley, no violarla. Oliveros está inmerso en un terrible anacronismo, viviendo en una época que no le corresponde, rigiendo su vida por los parámetros de la edad media.

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