La presidencia de Trump abrió la puerta a toda clase de fenómenos en el continente. Los flujos migratorios descontrolados, la corrupción, las violaciones de derechos humanos y hasta la presencia de China y Rusia componen un panorama complejo para el presidente Biden. Muchos se preguntan qué tanto estará dispuesto a enfrentar efectivamente, en conjunto con sus pueblos, los problemas más apremiantes para la región.


TOMADO DE CONNECTAS

En sus primeros 35 días en la presidencia de Estados Unidos, Joe Biden ha dejado en claro que quiere marcar una diferencia con el “triste capítulo”, como él mismo ha llamado a la presidencia de Donald Trump. Lo ha dicho en sus discursos y lo ha hecho en las órdenes ejecutivas que ha firmado, varias de las cuales completamente opuestas a las políticas públicas de la pasada administración.

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Biden ha repetido la frase “America is back” (Estados Unidos está de regreso) para delinear su política exterior. Lo hizo por primera vez el 4 de febrero, en su primera visita al Departamento de Estado, y lo repitió este 19 de febrero, durante la Conferencia de Seguridad de Múnich. La frase plantea un claro contraste con uno de los eslóganes de su antecesor, el “America first” (Estados Unidos primero) de Donald Trump. Y además, esta declaración también reafirma que Biden desea retomarun papel de liderazgo en el escenario internacional.

Pero, ¿por qué es importante poner atención en las declaraciones y las primeras acciones de Biden sobre América Latina y qué significa ese “regreso” para la región? CONNECTAS analiza los principales puntos que Biden ha recogido en discursos y las más de 30 órdenes ejecutivas emitidas hasta ahora, que coinciden con asuntos que sacuden a los latinoamericanos: las crisis de migración, la lucha anticorrupción, la cada vez más fuerte influencia de China y la pertinaz violación a los derechos humanos.

Caravana Migrante Crédito: Wotancito / Wikimedia Commons

Migrantes: a la raíz del problema

Para John Polga-Hecimovich, del Departamento de Ciencia Política de la Academia Naval de Estados Unidos, el “America is back” significa un punto de inflexión en dos direcciones. Uno, “para marcar la diferencia con el gobierno de Trump”, y en segundo lugar, para “marcar un regreso al tipo de relaciones internacionales de la era del presidente Barack Obama”. 

En el rubro de migración, este viraje se puede ver tanto dentro de Estados Unidos, como hacia el exterior. Por ejemplo, Biden ha prometido facilitar la ciudadanía estadounidense hasta a 11 millonesde personas y, además, el 20 de enero proclamó el fin a la declaración de emergencia en la frontera sur, lo que significa el paro a la construcción del muro que Trump levantó y el redireccionamiento de los fondos previstos para ese propósito. 

Hacia fuera, la administración de Biden empieza a retomar una idea ya barajada, pero nunca convertida en la principal perspectiva para resolver el problema: atacar de raíz los factores que empujan a las personas a migrar de Centroamérica, como la pobreza y la violencia.

De hecho, una de las primeras órdenes ejecutivas contempla crear un marco de apoyo para los países de Norte y Centroamérica. En específico para Guatemala, Honduras y El Salvador, ordena empezar a planear esfuerzos en cinco rubros: combatir la corrupción y fortalecer la democracia; promover los derechos humanos, incluida la prensa libre; combatir y prevenir la violencia causada por organizaciones criminales; combatir la violencia sexual y doméstica y atender la desigualdad y la inseguridad económicas.

Sin embargo, para el doctor Francisco Carballo, especialista en el Sur Global y profesor de la Universidad de Goldsmiths, en Reino Unido, la ayuda de Estados Unidos puede ser vista con recelo por más de uno en América Latina, debido a la complicada historia de intervenciones disfrazadas de apoyo en la región. Una crítica que han recogido gobiernos de izquierda o progresistas.

“Estos gobiernos demócratas hablan mucho de acercarse a América Latina, de que son multilaterales, que nos van a dar cosas, que van a mandar dinero y al final de cuentas se encuentran con la realidad de que la política que avanzan es la de las compañías norteamericanas que quieren mercados cautivos. […] La gran prueba de fuego para Biden para demostrar que quiere hacer una buena relación con América Latina es si va a ayudar en la vacunación y en serio”, dice Carballo.

A luchar contra la corrupción y por los derechos humanos

Además de mencionar el tema en las órdenes ejecutivas, la administración Biden  ya ha señalado a regímenes que considera antidemocráticos o corruptos. Por ejemplo a Daniel Ortega, de quien el Departamento de Estado dijo recientemente que “está conduciendo a Nicaragua hacia la dictadura”.  Según Polga-Hecinovich de la Universidad Naval, el gobierno Biden “demandará transparencia y procesos electorales libres”. Y, según él, habría que poner atención en lugares como Honduras, El Salvador y Brasil, donde líderes democráticamente electos erosionan sus propios regímenes. 

En el caso de Colombia todo indica que recibirá especial atención el rubro de los derechos humanos. En especial el caso de los falsos positivos, el asesinato masivo de personas inocentes para mejorar las cifras de bajas guerrilleras durante el gobierno de Álvaro Uribe, el mentor político del actual presidente Iván Duque. También pesarán temas pendientes como el asesinato de defensores de derechos humanos, de ambientalistas y de ex guerrilleros de las Farc, desmovilizados por el acuerdo de paz de 2016. 

El escenario entonces puede dar mucho de qué hablar en el futuro inmediato, por las complejas acusaciones de corrupción, autoritarismo y violaciones a los derechos humanos. Pero además, habría que añadir un ingrediente que comparten algunos de los líderes cuestionados: sus previos lazos con el presidente anterior, donde floreció un estilo de gobernar cercano al trumpismo, como en El Salvador, Brasil e incluso Colombia, donde el presidente Duque apostó por apoyar en forma más o menos soterrada a los republicanos en la pasada elección presidencial.

La doctora Jennifer McCoy, de la Universidad del Estado de Georgia, rechaza que vaya a presentarse una separación entre amigos y enemigos. Pero después de la política exterior “divergente” del presidente Trump “es un alivio volver a tener certidumbre”.

Pobreza en Colombia. Créditos: Luis Pérez / Wikimedia Commons

Enfrentando a China y Rusia

En los dos discursos más importantes en política exterior desde que tomó posesión, Biden hizo hincapié en los rivales con los que su país tiene que competir a nivel global, China y Rusia. En América Latina, la segunda desempeña un papel mucho más prominente por el volumen de inversiones y de préstamos para infraestructura. 

De acuerdo con el profesor Carlos Heredia, economista y especialista en asuntos comerciales con Estados Unidos del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), en México, hay tres factores que serán causa de fricciones en las relaciones comerciales entre Estados Unidos y Latinoamérica con Biden: las condiciones laborales, las políticas energéticas y el atraso en el combate al cambio climático […]. “No es una buena noticia para China y para Rusia ”, señala el académico, quien apunta que en lugares como Brasil, Argentina y Perú, la inversión China se está imponiendo a la norteamericana.

Según un reporte del tanque de pensamiento Inter-American Dialogue y la Universidad de Boston, América Latina tuvo un pico en los préstamos de China en 2010, con 35 mil millones de dólares. Sin embargo, desde 2015 estos préstamos han ido a la baja al punto que 2020 se convirtió en el primer año en que no hubo préstamos de bancos chinos para la región. Esto se puede explicar por la pandemia, pero esta tendencia ya era visible desde antes de la aparición de la covid.

China ejerció otro tipo de influencia en el territorio durante la pandemia. Lo hizo particularmente al donar equipo médico, medicinas y, más recientemente, sus vacunas Coronavac. Aunque en distintos volúmenes, en el área han adquirido este fármaco Brasil, Bolivia, Chile, Colombia, México y Uruguay. De hecho, en cuanto a la vacunación China llegó antes que Estados Unidos, en una zona que necesita inmunizar a alrededor de 500 millones de personas y donde los países más pobres dependen de donaciones como las del mecanismo de distribución COVAX, liderado por la Organización Mundial de la Salud. Sólo recientemente la administración Biden anunció que se sumará a esos esfuerzos. 

Pero Estados Unidos tiene muchos más frentes abiertos con China. Tanto así, que de acuerdo con el diario Financial Times, Biden firmará una nueva orden ejecutiva la próxima semana para revisar la dependencia de su país de China. La medida revisará las cadenas de suministros para semiconductores, productos farmacéuticos, baterías para vehículos eléctricos y minerales cruciales para producir autos y armas. Esta revisión podría tener impacto en países como Chile, Perú, Ecuador y México, donde las mineras chinas han ganado terreno.

Por otro lado, Biden recibió de Trump una herencia envenenada en Cuba, a la que incluyó en los últimos días del mandato anterior en la lista de países patrocinadores del terrorismo. Esa medida le complicará cualquier acción en ese sentido, pues Biden comparte la aproximación de Barack Obama con la isla. Entre otras cosas, porque la situación actual favorece los intereses de Rusia, que en los últimos años ha estrechado sus tradicionales lazos en la isla caribeña.  

Estos incluyen también a Venezuela, cuyo presidente, Nicolás Maduro, celebró el triunfo de Biden y se declaró dispuesto a dialogar con Washington. Una manifestación que recibieron con frialdad en la Casa Blanca, que manifestó seguir reconociendo al presidente interino Juan Guaidó, lo que augura un camino empedrado en el tema.

America is back… ¿Y qué?

El “regreso” de Estados Unidos ya no tiene tanto peso como antes, porque América Latina ha cambiado y tiene nuevos socios comerciales. Sin embargo, la entrada de una potencia del tamaño de China en la región no ha disminuido la desigualdad económica, la raíz más profunda de la mayor parte de sus problemas sociales, como la migración y la violencia. 

Para el profesor de Política Económica del Desarrollo de la Universidad de Oxford, Diego Sánchez Ancochea, resolverlos necesariamente tienen que pasar por una redistribución de la riqueza. Al respecto, es escéptico de que el gobierno Biden vaya a impulsar medidas económicas progresivas a la par de los valores tradicionales de su democracia liberal y sus intereses industriales: “El departamento de Estado no es tan progresista […]. Lo que a mí gustaría es que estuviera dispuesto a trasladar los debates interesantes que están teniendo lugar dentro del Partido Demócrata, sobre todo en torno a políticas impositivas y de redistribución. […] Si de verdad te tomas en serio la desigualdad, sería totalmente consistente lo que quieren hacer en política doméstica con ese tipo de mensaje que podrían estar haciendo en la región”.

Por un lado, Biden tiene el reto de aparecer como un presidente que quiere retomar el liderazgo de su país para beneficio del mundo, después de haber pasado por la traumática presidencia de Trump y ante el avance de China y Rusia, a quienes reconoce abiertamente como rivales. Pero por el otro, si Estados Unidos quiere callar las bocas de quienes evocan el negro pasado del intervencionismo estadounidense, tendrá que demostrar que sí tiene voluntad para resolver los problemas más urgentes en la región. Un buen lugar para empezar sería la vacunación de más de 500 millones de latinoamericanos contra la covid y enfrentar de verdad la penosa desigualdad económica que hoy en día se ahonda aún más con la pandemia.

Autor

IRVING HUERTA Periodista y académico mexicano. Miembro de la Mesa Editorial y de la Comunidad de CONNECTAS. Ha trabajado para Aristegui Noticias y Forensic Architecture. Ha publicado historias sobre corrupción, rendición de cuentas y violencia estatal. Es doctor en política por la Universidad de Goldsmiths y colaborador del Centre for Investigative Journalism en Reino Unido.
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