La promesa de una biodiverciudad se convierte en otro monumento a la negligencia mientras el Sistema Silencioso continúa operando

En el corazón del bosque seco de Miramar, entre cantos de azulejos y guacharacas, se esconde algo más que la naturaleza: el rastro de millones de pesos convertidos en madera podrida y estructuras colapsadas. Lo que debía ser la joya deportiva de Barranquilla es hoy un monumento a la impunidad, un recordatorio silencioso de cómo funcionan los mecanismos invisibles de la contratación pública cuando nadie está mirando.
El bosque que devoraba millones
El recorrido comienza con la promesa de tranquilidad. Un sendero natural donde el ruido de la Circunvalar se desvanece y da paso al susurro de los árboles. Pero tras tres curvas y una bajada vertiginosa, la fantasía se quiebra junto con la primera plataforma de madera. Lo que debía ser una rampa para ciclistas es ahora un peligro estructural, un puente roto hacia ninguna parte.
El panorama empeora con cada paso: una segunda estructura desmantelada, con apenas 26 tablas restantes de lo que fue un peralte de giro. Metros más adelante, la tercera plataforma ni siquiera existe ya—colapsada por un desbarrancamiento que nadie previó o nadie quiso prever.
«De esas rampas, que se ven en un video promocional de la Alcaldía, no hay nada: todo está destruido«, confirma la investigación de 30dias.co. Pero la destrucción física es solo la parte visible del verdadero derrumbe: el de la transparencia y la responsabilidad pública.


La maquinaria del Sistema Silencioso
¿Cómo llegamos aquí? El mecanismo es tan predecible como efectivo:
- Convenio millonario: $38.182 millones entre el Ministerio del Deporte y la Alcaldía de Barranquilla
- Gestión por intermediarios: Contrato interadministrativo con Edubar, empresa oficial «caracterizada por tener un reguero de obras inconclusas, costosas, de demorada ejecución e interventorías cuestionadas«
- Adjudicación conveniente: Contrato de $31.980 millones al único proponente, el Consorcio Senderos 2021
- La coincidencia definitiva: El consorcio está formado por dos empresas del mismo dueño, Roberto Carlo Donado Arce, «uno de los contratistas más favorecidos por la Alcaldía de Barranquilla«
Este es el ciclo secreto que se repite indefinidamente en Colombia: anuncios grandilocuentes, contratos astronómicos, plazos incumplidos y obras abandonadas. Mientras tanto, el dinero público sigue fluyendo hacia las mismas manos.
De Central Park a parque central de la impunidad
«Siguiendo ejemplos mundialmente conocidos como el de Central Park, en Nueva York«, declaraba orgulloso Carlos Acosta Juliao, entonces Gerente de Ciudad, al anunciar el proyecto en 2022. La referencia a la Gran Manzana resultaría cómica si no fuera tan dolorosamente irónica: lo único que comparten ambos espacios es el verde—el de la naturaleza en Manhattan y el de los millones evaporados en Barranquilla.
En octubre de 2023, el entonces alcalde Jaime Pumarejo alardeaba de un «84% de avance» y prometía finalización antes de concluir el año. Su mandato terminó, el 2023 también, y la pista sigue siendo más fantasma que realidad.
Cuando 30dias.co confrontó a Pumarejo sobre las estructuras destruidas, su respuesta fue tan diluida como la responsabilidad que asumió: «me imagino que no le están haciendo mantenimiento hasta entregar todo«. No hay mantenimiento posible para lo que ya no existe.

La reactivación que nunca llega
El nuevo acto de este teatro del absurdo lo protagonizó el actual alcalde Alejandro Char Chaljub, quien en junio de 2024 anunció con fanfarria la «reactivación de las obras» y un nuevo CDP por $4.000 millones. «Tenemos que terminar todas las obras que se inician«, declaró en lo que parecía un vainazo a su predecesor.
Noviembre llegó y se fue. La pista sigue tan inconclusa como antes, pero ahora con $4.000 millones adicionales en juego. La pregunta obligada: ¿Por qué nadie rinde cuentas? ¿Por qué el contratista Donado Arce no respondió por el deterioro de una obra bajo su responsabilidad? ¿Y por qué el Distrito premia la incompetencia con más recursos? ¿Dónde están la polizas, por qué no se hacen efectivas?
Lo que nadie quiere ver
La realidad es que la pista de ciclomontañismo de Miramar no es una anomalía, sino la regla: parte de un patrón sistemático donde proyectos ambiciosos sirven como vehículos para el traspaso de recursos públicos a manos privadas bajo el manto de la legalidad aparente.
No es casualidad que el mismo contratista aparezca repetidamente en las adjudicaciones, ni que una empresa pública con historial cuestionable sea la intermediaria perfecta. El sistema está diseñado para permitir este flujo constante mientras mantiene las apariencias.
La conexión perdida
Mientras tanto, la ciudad pierde no solo $38 mil millones que podrían haber financiado proyectos sociales críticos, sino también la oportunidad de un verdadero espacio público funcional. Los ciclistas siguen sin su pista, los ciudadanos sin su bosque urbano, y los funcionarios siguen sin vergüenza.
La trocha multimillonaria escondida en el Bosque de Miramar es mucho más que una obra incompleta—es la radiografía perfecta de cómo opera la corrupción: visible para quienes se atreven a adentrarse en el bosque de la contratación pública, pero convenientemente invisible para quienes prefieren quedarse en la seguridad del camino principal.
La próxima vez que escuche sobre una obra pública millonaria, recuerde las plataformas destruidas de Miramar. Porque mientras no exijamos transparencia y rendición de cuentas, seguiremos pagando por pistas que nunca podremos recorrer.