Hay algo casi poético en la sincronía: mientras una puerta del Senado se cierra para un investigado por corrupción, otra se abre de par en par para un segundo acusado. Como en una coreografía perfectamente ensayada, la curul que deja Iván Name tras su detención será ocupada nuevamente por Ciro Ramírez, recién liberado de La Picota. El Senado colombiano no pierde ni un solo corrupto en el proceso.

El ballet de las curules

«Por medio de la presente respetuosamente quiero solicitarle mi reintegro al cargo de Senador,» escribió Ramírez al actual presidente del Senado, Efraín Cepeda, en una carta que parece redactada con la tranquilidad de quien sabe que el sistema está diseñado para protegerlo.

Y tiene razón para estar tranquilo. El 2 de mayo, la Corte Suprema ordenó su libertad inmediata tras concluir que ya no era necesario mantenerlo preso. ¿La razón? El vencimiento de términos: «El término de 12 meses se cumplió el pasado 18 de abril de 2025«. Una tecnicidad jurídica que no implica inocencia, pero sí libertad y, por lo visto, regreso al poder.

Un sistema diseñado para la impunidad

Si aplicáramos los «Principios No Escritos para Detectar la Corrupción Real«, el patrón salta a la vista: «Nadie roba solo, nadie cae sin traición«. El caso de Ramírez, quien habría intervenido irregularmente en «al menos 15 contratos en los departamentos de Tolima, Quindío y Valle del Cauca», no es un incidente aislado sino parte de lo que los expertos llaman «captura del Estado«.

Mientras tanto, la justicia colombiana avanza con la parsimonia de quien no tiene prisa por llegar a ninguna parte. Ramírez fue detenido en diciembre de 2023 por concierto para delinquir agravado, cohecho y celebración indebida de contratos. Un año y medio después, sin sentencia, regresa al recinto donde se elaboran las leyes que luego él mismo es acusado de violar.

El principio del silencio

«Donde no se habla, hay más que decir«, reza uno de los principios anticorrupción. Y sobre este caso, el silencio es ensordecedor. Mientras la opinión pública reacciona ante la captura de Name, pocos notan la peligrosa normalización que implica el regreso de Ramírez al Senado.

De acuerdo con los expertos en corrupción política, «la forma más efectiva de robar hoy es mediante normas ambiguas o vacíos legales». Ramírez se beneficia precisamente de uno de ellos: el vencimiento de términos en un sistema judicial que colapsa ante su propia ineficiencia.

La coreografía perfecta de la oposición

«De esta forma, la oposición no pierde votos«, señala la nota de un medio de comunicación capitalino, con una neutralidad que oculta lo absurdo de la situación. «Aunque sale un opositor del gobierno, regresa otro.» Como si el balance de poder fuera más importante que la integridad de quienes lo ejercen.

Esta es la manifestación más clara de lo que los expertos llaman «Captura del Estado«: «Fenómeno por el cual élites económicas o grupos ilegales controlan instituciones estatales para su beneficio». El Senado no es una excepción.

El contrato es el mapa, pero la ejecución es el crimen

Otro principio anticorrupción nos recuerda que «el papel aguanta todo, pero la obra mal hecha deja huella«. En el caso de los 15 contratos bajo investigación en tres departamentos, la pregunta que nadie parece hacerse es: ¿Cuánto dinero se perdió? ¿Cuántas escuelas no se construyeron adecuadamente, cuántos hospitales quedaron a medias, cuántas vías se deterioraron antes de tiempo?

La corrupción no es un crimen sin víctimas. Cada peso desviado es un servicio no prestado, un derecho vulnerado, una oportunidad perdida para el desarrollo.

La impunidad como norma

Al revisar el «Framework de la Corrupción Política y Estatal en Colombia», encontramos que la Ley 2195 de 2022 supuestamente «fortalece la rendición de cuentas e impone inhabilidades a contratistas que financien campañas«. Sin embargo, casos como el de Ramírez demuestran que la realidad opera bajo otras reglas.

La paradoja es cruel: mientras está acusado de delitos contra la administración pública, Ramírez regresa precisamente a administrar lo público desde uno de los cargos más importantes de la República.

Detrás del telón

Lo que revela este episodio es el funcionamiento del «Mecanismo Invisible» que sustenta la corrupción en Colombia. Un sistema donde las investigaciones judiciales se alargan hasta el vencimiento de términos, donde la «silla vacía» es solo un intermedio antes del regreso triunfal, y donde los mismos actores rotan en sus papeles sin que el guion fundamental cambie.

Mientras tanto, el país sigue esperando que algún día la justicia no sea solo una palabra elegante para decorar la fachada de los tribunales.

Para el ciudadano común, el mensaje es desalentador: la corrupción no solo es sistémica, sino que cuenta con mecanismos de autoprotección tan sofisticados que incluso cuando parece caer, en realidad solo está tomando impulso para regresar.

Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia.

El ciclo continúa

«La próxima semana, a más tardar, el congresista del Centro Democrático regresará a sus labores,» concluye el medio de comunición capitalino. Y así, el ciclo se perpetúa, la puerta giratoria sigue su curso, y Colombia añade un capítulo más a su larga historia de impunidad.

Porque en el teatro de la política colombiana, las caras cambian pero la obra sigue siendo la misma: una tragicomedia donde los únicos que no ríen son los ciudadanos que la financian.


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