La Corte captura a los expresidentes del Congreso: otra «sorpresa» en el interminable catálogo de la corrupción institucionalizada

La entrada triunfal a la galería que nadie quiere visitar

Había que preparar el espacio. Desempolvar las molduras doradas, alistar la alfombra roja y servir el champagne. La Galería de Corruptos de Colombia esperaba desde hace meses a sus nuevos inquilinos. No cualquiera entra aquí: se necesita haber ejecutado un performance de alto nivel en el arte de meter la mano donde no se debe.

Y vaya que los flamantes expresidentes del Senado y la Cámara, Iván Name y Andrés Calle, no defraudaron las expectativas. Cuando la Corte Suprema de Justicia ordenó su captura este miércoles 7 de mayo, simplemente confirmó lo que ya era un secreto a voces en los pasillos del poder: la UNGRD no era una unidad de gestión del riesgo, sino una caja registradora con ruedas.

Iván Name
Andrés Calle.

El Sistema Silencioso que todos veían funcionar

Lo que muchos llaman «escándalo» no es más que la manifestación visible de un Sistema Silencioso perfectamente engrasado. Mientras usted, ciudadano de a pie, hace fila para pagar sus impuestos, algunos congresistas han perfeccionado el arte de saltarse esa formalidad democrática recibiendo maletines cargados de efectivo.

La historia según la Fiscalía: $3.000 millones de pesos para Iván Name, canalizados con la elegancia digna de un presidente del Senado, a través de la consejera para las Regiones, Sandra Ortiz Nova. Y para Andrés Calle, un modesto millar de millones, entregados en la intimidad, siguiendo instrucciones de Carlos Ramón González, entonces director del DAPRE.

¿Lo más irónico? Estos fondos provenían de la entidad encargada de gestionar desastres. El único desastre que gestionaron fue el moral.

La matemática del descaro

Hagamos cuentas. Sneyder Pinilla, exsubdirector de Manejo de Desastres, fue condenado a 5 años y 8 meses por ser una de las «fichas principales» del entramado. Si aplicamos la fórmula colombiana de justicia proporcional, a los expresidentes del Congreso les correspondería… un nombramiento como embajadores, quizás.

Bromas aparte, esta Radiografía Profunda del caso revela un patrón que se repite con la precisión de un reloj suizo: recursos públicos desviados, funcionarios de alto nivel implicados, y una cadena de complicidad que asciende hasta las más altas esferas del poder legislativo.

El testimonio que nadie quería escuchar

«El testimonio de Olmedo López no solo fue valiente, sino veraz«, declaró José Moreno Caballero, abogado de López, tras conocerse la decisión de la Corte. ¿Desde cuándo necesitamos un acto de valentía para decir la verdad en este país? Desde siempre, parece ser la respuesta.

El abogado celebra la «contundencia de las pruebas aportadas» por su cliente. Pero la verdadera pregunta es: ¿cuántas pruebas contundentes duermen en los escritorios de fiscales y jueces, esperando que alguien tenga el valor de desafiar a quienes manejan no solo el dinero, sino el poder para silenciar las voces disidentes?

La Red Subterránea queda expuesta

La captura de Name y Calle representa apenas el destape parcial de una Red Subterránea que conecta las instituciones del Estado con intereses privados en un abrazo asfixiante para la democracia. Esta red funciona bajo reglas no escritas, pactos de silencio y un código de conducta que premia la lealtad al sistema por encima de la lealtad a los ciudadanos.

Los colombianos, mientras tanto, observamos atónitos cómo los mismos que juran defender la Constitución y las leyes son quienes las pisotean con mayor entusiasmo.

El Mecanismo Invisible que afecta tu vida diaria

Cuando se desvían $4.000 millones de pesos de una entidad como la UNGRD, no es solo dinero lo que se pierde. Son vidas en riesgo cuando ocurre un desastre natural. Son comunidades vulnerables que no recibirán la asistencia adecuada. Son infraestructuras que no se repararán a tiempo. Es tu seguridad y la de tu familia lo que está en juego.

Este Mecanismo Invisible opera sustrayendo recursos destinados al bien común para convertirlos en beneficios privados. Y lo peor es que se ha normalizado hasta el punto de que estas noticias apenas provocan un encogimiento de hombros en una sociedad anestesiada por la repetición constante del mismo guion.

La verdad que nunca cuenta todo

Nos dirán que esto es un triunfo de la justicia. Que el sistema funciona. Que las instituciones responden. Pero la Verdad Oculta es que por cada Name y Calle que enfrentan a la justicia, hay decenas que siguen operando en la sombra, confiados en su impunidad.

Nos dirán que esto es un caso aislado. Que no es representativo del Congreso. Pero la realidad es que este caso es simplemente la punta visible de un iceberg de corrupción que amenaza con hundir la credibilidad de nuestras instituciones democráticas.

El precio de la dignidad en Colombia

La pregunta que debemos hacernos no es por qué estos expresidentes del Congreso supuestamente recibieron sobornos. La pregunta es por qué creemos que valen tan poco.

¿Cuatro mil millones de pesos? ¿Ese es el precio por el que se vende la dignidad de quienes ocupan las más altas posiciones legislativas del país? Al menos deberían haber exigido más. No por codicia, sino por respeto a la investidura que decidieron traicionar.

Conclusión: El ciclo que debemos romper

Colombia parece atrapada en un Ciclo Secreto donde cada escándalo de corrupción es reemplazado por uno nuevo antes de que el anterior haya sido totalmente procesado. Este ritmo frenético genera una fatiga moral en la ciudadanía que beneficia a quienes dependen de nuestra indiferencia para prosperar.

La captura de Iván Name y Andrés Calle debería ser más que una noticia pasajera. Debería ser el inicio de una transformación profunda en la forma en que vigilamos a quienes nos representan.

Porque mientras celebramos estas capturas como victorias aisladas, ya se están tejiendo nuevas redes, diseñando nuevos mecanismos y preparando nuevos discursos para justificar lo injustificable.

Iván Name, Andrés Calle: la Galería de Corruptos de Colombia siempre tiene espacio para uno más. La pregunta es: ¿cuándo comenzaremos a demolerla?


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