TOMADO DE EL ESPECTADOR (Ver artículo original aquí)
Senadora Angélica Lozano, promotora de Consulta Anticorrupción
“LA CLASE POLÍTICA ODIA ESTOS PROYECTOS”
¿Quiénes son los responsables de mantenerles el privilegio de casa por cárcel a los condenados por corrupción: el presidente Chacón, de la Cámara; el presidente Macías, del Senado, la ministra del Interior, el Centro Democrático, el presidente Duque que no dio órdenes a sus ministros y bancada, todos estos o alguien más?
En el Senado hubo operación tortuga: Alargue, dilación, ruptura del quórum, votación, uno por uno, de 70 impedimentos: ¡70 senadores de un total de106, con procesos penales ellos mismos o sus familiares! Ante la renuncia del fiscal Martínez Neira, pretendieron esperar a que la Corte Suprema eligiera nuevo fiscal, y eso sacó el proyecto del orden del día, algunas semanas. Hubo tal resistencia, que hicimos subcomisión para discutir en detalle el texto y, luego, también ¡desconocieron el informe de esa subcomisión! Después el paso corto pero caótico en Cámara. Y el cierre, con broche de oro: Algo simple como una conciliación que necesita pocas horas, terminó en novelón. El Congreso se une fácil y es efectivo para proteger sus privilegios obtenidos con abuso de poder.
Entonces, el proyecto de eliminación de casa por cárcel para corruptos, ¿se hundió a punta de mañas?
En el Congreso hubo combinación de todas las formas de dilación para mantener los privilegios carcelarios para delincuentes de cuello blanco. El proyecto que eliminaba esas prebendas se puso en la agenda de 25 plenarias del Senado, 17 de las cuales estuvo en primer o segundo punto del orden del día; en la votación de los impedimentos se utilizaron 5 sesiones; en otras 7 se disolvió el quórum y, finalmente, después de 3 plenarias, logramos la aprobación. Pero el Senado “mató” este proyecto anticorrupción mediante un “crimen” perfecto: lo dilató casi un año y al final se lavó las manos y le echó la culpa a la Cámara que apenas tenía 3 días para votar la conciliación, de todos modos, tiempo suficiente para hacer esta tarea. Y no la hizo.
Según comunicado del presidente de la Cámara que fue muy criticado, el trámite original del proyecto en esa corporación fue ágil: aprobado en Comisión Primera, el 6 de junio de 2018; en plenaria, el 18 de junio siguiente, es decir, 12 días después; y remitido al Senado el 23 de julio, cinco días más tarde ¿Qué pasó entonces, entre esa fecha y ahora, un año después, cuando debía conciliarse?
A muchos proyectos no les niegan las primeras aprobaciones porque el camino es largo. Pero el cuarto y último debate, a la hora de la verdad, es a otro precio porque el proyecto puede convertirse en ley. La Cámara tuvo tres días para conciliar, para mí, tiempo suficiente, como dije ¿La prueba? En los últimos 3 días aprobamos en Senado 27 conciliaciones; y 19, en la Cámara.
La designación del representante Jairo Cristo como conciliador del proyecto, sumada a la confusión creada por la ministra Nancy Patricia Gutiérrez que le pidió a un representante de su partido (Jesús Vallejo) que firmara el texto de conciliación sin tener delegación para hacerlo, ¿era parte del tinglado para enredar la aprobación del proyecto?
Todo es inverosímil. No le veo pies ni cabeza al conciliador que no era conciliador; al conciliador que necesitaba miles de folios, y a todo lo demás que ocurrió. Habría sido peor que firmara la conciliación Jesús Vallejo pues, claramente, su actuación no aguantaría revisión en la Corte Constitucional porque se trataría de un vicio insubsanable. El conciliador tiene que ser de la Comisión competente ¡Cristo es de la Séptima que se ocupa de temas de salud y seguridad social! El designado debía ser de la Primera, de asuntos constitucionales y penales.
¿Es cierto que el representante que fuera a conciliar el texto con el designado por el Senado, tenía que leerse, esa última tarde, 1.259 folios que tenía el proyecto?
La conciliación consiste en escoger el texto de Cámara o Senado, total o parcialmente. El de Cámara tenía 54 artículos y el del Senado, 56. Significa que había diferencia en unos 15 artículos y que solo era necesario revisar esos 15. Muchas conciliaciones se firmaron esos días. En la única en que hubo ese galimatías, fue en la del proyecto que establecía cárcel para corruptos como hay cárcel para otros delitos ¡Inverosímil!
En conclusión, las culpas se reparten entre Senado y Cámara, es decir, en toda la clase política…
La clase política tradicional odia estos proyectos. Los mismos que alegaban que era innecesaria la consulta anticorrupción o que, después, dijeron que era “populismo” quitarles estos privilegios a los de cuello blanco, fueron quienes aplicaron la operación tortuga. Ambos, Macías y Chacón, argumentan los tiempos que cada uno empleó, y ambos tienen razón en las cuentas que hacen. No obstante, he dicho que es un “crimen” perfecto porque nadie se paró en el atril a hablar contra el proyecto ni a votar en contra, o a pedir hundirlo. La fórmula fue alargar y dilatar.
Al parecer, los políticos no creyeron que el asunto fuera a indignar a la gente que se escandalizó porque supone el triunfo de los condenados por corrupción que podrán permanecer en instalaciones carcelarias de privilegio o en su propia residencia, a tal punto que Duque anunció desde Londres, que presentará un proyecto similar ¿Cree en esa intención presidencial?
Hoy el presidente Duque anuncia lo mismo que prometió e incumplió el año pasado: que radicará los proyectos con mensaje de urgencia. Pero ese tal mensaje que hizo al inicio de su gobierno, llegó solo en diciembre. La conducta de su bancada, además, fue contradictoria: mientras unos apoyaban, los otros, los hundían. Por su parte, Uribe dijo que la Consulta Anticorrupción era innecesaria porque entre el presidente Duque y el Congreso aprobarían estas medidas sin necesidad de nadie más. Le mortificaba que Claudia López, su antagonista, que lideró 8 veces en la legislatura anterior estas iniciativas, lograra sacarlas adelante. A la Consulta llegamos, precisamente, después de la frustración que nos produjo el hundimiento de los proyectos en esas ocho oportunidades. Fue cuando, en lugar de resignarnos, optamos por el camino largo e inédito de reunir 5 millones de firmas para que la consulta pudiera realizarse. Y, luego, cuando obtuvimos la respuesta de 11 millones 674.951 votantes que dejaron en evidencia que Uribe ni hace ni deja hacer.
Uno puede suponer que tras la intención de retrasar y enredar esta propuesta, pueden estar las influencias de los excongresistas presos por Odebrecht y otros delitos similares ¿Sabe usted o ha oído rumores de que tales hechos ocurrieron?
El mono sabe en qué palo trepa. A mí, nadie me buscó. El senador Varón, coordinador ponente, me contó que corría ese rumor. Decían que un mensajero era el exsenador Antonio Correa, del PIN, pero no yo lo vi en el Capitolio estos meses.
La suerte de las otras seis propuestas votadas en la Consulta Anticorrupción no ha sido tampoco halagüeña ¿En qué estado quedan?
De los 7 mandatos, 4 fueron rotundamente hundidos, algunos sin que se rindiera siquiera ponencia sobre ellos como la reducción de salarios de los congresistas; lograron hundir la ley anti-mermelada desde el primer debate ¡Tuvimos que usar el estatuto de la oposición para obligar a citar, para su votación, en Comisión IV del Senado! Y aunque tuvimos 5 votos a favor y 3 en contra, necesitábamos, mínimo, 7 positivos; el límite de máximo 3 períodos por persona en Concejos, Asambleas o Congreso, fue negado en la Cámara el año pasado. Argumentaron que era una rueda suelta y que lo serio era una reforma política integral… que, después, también hicieron naufragar.
Y, ¿los otros proyectos?
Dos están listos para ser aprobados en Cámara: pliegos tipo – iguales – para la contratación pública, espera tercer debate. Y obligación de revelar la declaración de renta, los conflictos de interés y el formato de bienes y patrimonio, que está para cuarto y último debate en plenaria, a pesar de que tampoco les gusta ese proyecto. Por último, esta semana se aprobó, bastante aguado, el proyecto que obliga a que los congresistas hagan su rendición de cuentas. Aguado, pues quitaron la obligación de publicar la agenda, la relación de gestión de recursos adelantada ante entidades estatales y el detalle de la asistencia y votación.
¿Persistirá en tramitar las propuestas anticorrupción que aún tienen posibilidades?
Insistiré siempre. La acción colectiva es la única forma de lograr un cambio social real. Empezamos solas (con la Consulta Anticorrupción) y hoy somos millones. Vi gente llorar cuando no podía votar la consulta porque nunca había votado y no estaba inscrita ¡Inscriban la cédula ya! es la solicitud que hay que hacerles desde ya. Por encima de las diferencias, muchos quieren estos cambios. A la clase política, que es de buenas, la indignación popular sin acción colectiva le sirve para que todo siga igual.
Se suponía que once millones y medio de votos que alcanzó la Consulta Anticorrupción, eran un mandato del pueblo a la clase política ¿Por qué cree que a los dirigentes no les importa darle la espalda a una exigencia ciudadana de esa magnitud?
Porque los congresistas no dependen del voto de libre de los colombianos. La corrupción pelecha entre dos caras de una misma moneda: una ciudadanía indignada pero que no vota libre y masivamente; y una clase política que se reelige con la corrupción de alcaldías, gobernaciones y Presidencia, y que sabe o se aprovecha de que el voto de opinión no se une decididamente para derrotarlos. Ese círculo vicioso permite que la clase política se dé el lujo de darles la espalda a 11,7 millones de ciudadanos. El umbral para pasar la Consulta era alto: 33% y alcanzamos 32%. Pero lo cierto es que de 36 millones de colombianos que podían usar la única arma que tienen para derrotar la corrupción, solo votaron 11,7. La lección es obvia: solo ganamos si votamos masivamente y si después, vigilamos. Criticar en Twitter pero ausentarse en las elecciones sirve para la indignación, pero no para derrotar la corrupción. La sola queja en redes sociales permite que los políticos tradicionales se perpetúen y se burlen de todos.
Alejandro Carlos Chacón, expresidente de la Cámara
“PARECE UNA CELADA”
Un gran escándalo generó el hundimiento del proyecto de ley que buscaba eliminar el privilegio, para los implicados en corrupción, de tener prisión domiciliaria o cárceles con comodidades. Usted, como presidente de la Cámara del periodo que acaba de concluir, ¿asume la responsabilidad del fracaso de ese proyecto?
Lamentablemente, en desarrollo de una estrategia, se dejó el proyecto a consideración de la Cámara a dos días de clausurar esta legislatura. A pesar de que tratamos de salvarlo, fue imposible. Pero no asumo ninguna responsabilidad sobre su hundimiento por cuanto nosotros hicimos la tarea: el trámite en la Cámara, entre el primer y segundo debate, el año pasado, duró 12 días. Entre tanto, en Plenaria del Senado estuvo 8 meses y, en total, un año entre Comisión y Plenaria. En esta, votaron los impedimentos uno a uno, aunque eso nunca pasa porque siempre se hace en bloque. Y no se votó el proyecto el jueves de la semana antepasada sino el lunes de la que acaba de terminar. Por eso nos llegó el proyecto para conciliación, solo 48 horas antes del cierre.
Se dijo que usted se equivocó nombrando al representante Jairo Cristo como conciliador del texto porque él no pertenece a la Comisión Primera en donde se tratan temas penales. Además, Cristo no tuvo, nunca, en sus manos el texto que iba a revisar; encima, otro representante, el uribista Gabriel Vallejo estuvo a punto de firmar sin tener delegación alguna ¿Cómo explica esta serie de errores?
Cualquier miembro de la Corporación puede ser escogido como conciliador. Eso dice la ley. Escogimos uno solo para que fuese más rápido. Lo nombramos al siguiente día de que el Senado nos enviara el expediente que solo llegó a las 4:47 de la tarde del 18 de junio. La Cámara recibió notificación de quién era el senador conciliador escogido, a las 4:23 de la tarde del 19 de junio, cuando ya nosotros les habíamos dicho que el doctor Cristo era el conciliador nuestro. Este empezó a trabajar el texto que era de más de mil folios para revisar la consecutividad e identidad flexible, como exige, legalmente, esa labor. En cuanto a lo que pasó con el representante Vallejo, conocimos esa situación cuando él hizo el reclamo. No sabemos qué pasó. En todo caso, le puedo decir que los errores no fueron nuestros.
También se le criticó a usted que levantó la sesión a las 5 en punto de la tarde, sin ampliar el tiempo para intentar cumplir el trámite de conciliación ¿Por qué lo hizo?
Como le digo, sólo a las 4:23 de la tarde del último día, o sea del 19 de junio, me notificaron quién era el conciliador del Senado lo cual hacía imposible que se lograra hacer el trámite completo por más que se intentara. Esto no fue culpa del senador conciliador Germán Varón ni del representante conciliador Jairo Cristo, ni tampoco del representante Vallejo. Los tiempos no daban. Se hubiera podido avanzar sin problema si el Senado no hubiera demorado 8 meses sin tratar el proyecto en su Plenaria. Y si, después, no hubiera votado, uno a uno, los 70 impedimentos que presentaron igual número de senadores. Habría podido hacerlo en bloque, como en otras ocasiones, o hubiera podido votar una semana antes, por ejemplo el día jueves que no sesionaron. Eso creo, con todo respeto.
¿Por qué usted solicitó al Senado, en esos últimos momentos, documentos que al parecer no eran indispensables para la conciliación?
En la revisión que hicieron en Secretaría General, se recordó lo qué sucedió en la JEP cuando se omitió la revisión de unos textos. Las actas que pedimos, de todas maneras, no retrasaron el trámite por cuanto, entre tanto, designé el conciliador quien, a pesar de no tenerlas, estaba estudiando el expediente. Nada se retrasó por tratar de ajustar nuestra actuación a la ley vigente.
Entonces, ¿cree que el presidente del Senado, Ernesto Macías, o que su partido Centro Democrático tenían el propósito de impedir la aprobación de este proyecto enviándoles a ustedes el expediente a última hora?
No responsabilizo a nadie. Defiendo mi actuación y la de la Cámara. Lo que pregunto es por qué nos atribuyen culpas a mí o a la Cámara cuando tuvimos un solo día para tramitar el expediente mientras en el Senado estuvo un año. Para mí, esto que pasó terminando la legislatura, es injusto: parece una celada contra alguien que, en ocasiones, ha sido crítico con algunos temas del Gobierno.
¿Contra usted?
Sí.
Se ha dicho que pudo haber llamadas desde la Picota para pedir que no se aprobara este proyecto que, claramente, de haberlo logrado, perjudicaría a quienes pagan pena en casas fiscales o en prisión domiciliaria ¿Qué sabe usted al respecto?
Eso no puede ser cierto porque las normas penales no se aplican con retroactividad. Únicamente tendrían aplicabilidad hacia el futuro. Se trata de un mito para mentirle a la opinión pública.
Según los promotores de la Consulta Anticorrupción, antes de la votación en la que lograron el apoyo de casi 12 millones de colombianos, intentaron que el Congreso tramitara las reformas ocho veces sin lograrlo. No fue posible y ahora, tampoco ustedes cumplieron ¿No cree que llegará un momento en que la exasperación ciudadana explote?
Claro, pero también es cierto que hay mucha desinformación. Nunca se dicen nada bueno del Congreso porque no es noticia. Jamás se habla de los proyectos y trabajos de fondo que se hacen en el Senado y la Cámara.
¿Es cierto que usted, al cierre de la legislatura criticó a los medios y a los periodistas? ¿Cuáles son sus reclamos a la prensa?
Jamás he criticado a los medios porque entiendo y respeto el pluralismo informativo. Tal vez usted se refiere a la Plenaria cuando, al final, hablé y leí el comunicado de prensa que después publiqué para fijar nuestra posición por la confusión de versiones que había en circulación. Y por eso también entregue las pruebas de la forma como actuamos en cuanto a este proyecto. Espero que todo haya quedado claro.
Poco después del fracaso en la Cámara que usted presidió hasta esta semana, del trámite de conciliación en el proyecto de eliminación del privilegio de tener casa por cárcel para condenados por corrupción, se conocieron unas fotografías de una fiesta en su honor. Ahí se le ve a usted con el futuro presidente del Senado, también liberal, y con el expresidente César Gaviria ¿Qué celebraban ustedes?
¡Por Dios! ¡Esa es otra injusticia! ¿Cómo pudieron sugerir, casi afirmar, que estábamos celebrando el hundimiento del proyecto? Allí se encontraban, incluso, varios representantes de unos medios de comunicación ¿Acaso ellos estaban celebrando lo mismo? Se trataba de una reunión programada con tres semanas de anticipación y con tarjeta de invitación, para asistir a una comida con ocasión de la terminación de mi periodo de presidente de la Corporación y para darle la bienvenida al congresista liberal Lidio García Turbay quien será el próximo presidente del Senado. Nada más injusto que esas críticas. Le cuento, además que, pese a ser uno de los homenajeados, fui el último en llegar. Lo hice a las 8:30 de la noche, justamente porque estaba terminando unos asuntos de trabajo.