No hay mayor mal que azote a Colombia que la corrupción, de ella se desprenden todas las perversidades que mantienen a nuestra sociedad sumida en la desgracia de la violencia, en el robo descarado de sus recursos, en la burla a la justicia, en la impunidad total y en el descrédito de los verdaderos valores humanos.
Nadie quiere la corrupción y lo repiten (desde los estudiantes, las amas de casa, lo vendedores ambulantes, hasta los grandes empresarios y políticos del país) en todos los escenarios. Pero, entonces ¿cómo explicar los dos sucesos del fin de semana que nos dejaron perplejos y sin ánimo, en donde el denominador común fue homenajear a un pez gordo de la corrupción?
Fueron dos eventos totalmente diferentes, el primero se trataba del funeral de uno de los hombres con más condenas por corrupción en el Cesar y el segundo del retorno a la libertad de un cacique politiquero de Córdoba luego de varios años de cárcel por corrupción.
Si, hablamos del sepelio de Lucas Gnecco, exgobernador del Cesar, suegro de la periodista Vicky Dávila, condenado cuatro veces por corrupción y parapolítica.
#NoticiasUno| Entierro de héroe político, en Cesar, al exgobernador Lucas Gnecco, condenado cuatro veces pic.twitter.com/kHnIdTHsCz
— Noticias Uno (@NoticiasUno) July 10, 2023
Y por otro lado, del apoteósico recibimiento del Ñoño Elías, al regresar a su casa en Sahagún (Córdoba) después de que un juez de la república el diera la libertad por haber purgado más del 70% de la condena por corrupción que lo mantenía tras la rejas.
Yo creo que la gente de Sahagún no tiene acceso a medios ni conexión a internet.
— Julian Jaramillo (@JulianJaraUribe) July 9, 2023
No se me ocurre otro motivo para que reciban con caravana a un exconvicto corrupto como el Ñoño Elías.pic.twitter.com/UTRfHqwX5W
En ambos eventos sus protagonistas fueron tratados como héroes, al primero como un Aquiles y al segundo como un Odiseo.
Pero las realidad fáctica nos revela otra cosa: Primero, un hombre que falleció tras soportar un tormentoso cáncer, con una deuda moral enorme con la sociedad por su perverso comportamiento en la administración de los bienes públicos y su delincuencial alianza con los paramilitares para sembrar el terror y la violencia.
Segundo, un hombre mañoso, politiquero, con el alma podrida, corrupto hasta en lo más profundo de su ser, que quiere más poder después de pasar varios años en la cárcel.
La periodista Cecilia Orozco Tascón lo expresó muy acertadamente: Hablando de ética pública, tan escandaloso como el recibimiento al reo “Ñoño” Elías, es el sepelio de héroe, en Valledupar, de Lucas Gnecco, condenado 4 veces por desfalcar dineros del Estado. Él y su clan son caso protuberante de corrupción oficial.
Es terriblemente preocupante eso que vimos en Valledupar y de Sahagún, todo un pueblo, ricos y pobres, ilustrados y analfabetas, homenajeando a unos delincuentes condenados. Con un pueblo así, ¿qué esperanzas hay para derrotar la corrupción?
Es un fenómeno interesante que comenzaremos a estudiar bajo esta hipótesis: estas comunidades son más corruptas que los mismos dirigentes políticos que las subyugan.