¿Cero corrupción,

una utopía?

El domingo 7 de agosto, ya posesionado y dentro del Palacio de Nariño, reunido con sus ministros, el presidente Gustavo Petro dijo dos cosas importantes para entender lo que quiere hacer en su mandato:

1.– Dijo: «somos el cambio», «iniciamos el cambio», pero fue sincero al agregar que no sabría definir qué tipo de cambio ni hacia dónde “nos conducirá” ese cambio.

2.– Dijo: «este será un gobierno cero corrupción», y explicó que todos los ojos de mundo están puestos sobre los movimientos que harán los funcionarios de su gobierno. Esto indicaría que “cero corrupción” es el imperativo categórico que guiará el comportamiento de todos lols funcionarios de su gobierno.

En un país como Colombia, en donde la corrupción es un cáncer que ha hecho metástasis en todos los órganos estatales (en todos sus niveles), y se ha convertido en una costumbre aceptada y tolerada por la cultura “mafiosa” que cada vez gana más terreno en nuestras comunidades, lanzar un reto como “cero corrupción”, podría interpretarse como una utopía.

Es difícil imaginarse a un colombiano que aspire a un cargo público (sea de elección popular o no), en donde se manejen recursos públicos, que no esté pensando en enriquecerse con esos recursos a través de coimas, manipulación, abuso de poder, falsedad, etc.

Ese difícil encontrar un funcionario público colombiano que no abuse de su poder (en cualquier nivel) y que cumpla a cabalidad el mandato constitucional como servidor estatal.

Pero creemos que allí está el verdadero “cambio”: lograr el cambio de “costumbres” con respecto a la corrupción. Hacia allá debe apuntar el cambio que se inició el 7 de agosto, hacia una Colombia sin corrupción, con una ciudadanía capaz de respetar los recursos públicos y trabaja por el bien común.

No es una utopia, pues tenemos ejemplos como Dinamarca, Suecia, Finlandia, Noruega, donde los registros sobre corrupción tienden a cero. Solamente hay que comenzar la tarea y contar con el apoyo institucional para iniciar las estrategias necesarias de educación y acción colectiva.

Lo que no debemos repetir

Desde hace cinco años el portal corrupcionaldia.com presenta, de forma diaria, noticias y reportajes investigativos relacionados con el avance de la corrupción en Colombia, país ubicado en el ranking de Transparencia Internacional en el puesto 87 con un puntaje de 39 sobre 100. En un reporte de inicios del año 2022 el país se presenta sin cambios significativos desde hace una década y según señala en un lacónico comunicado la entidad mencionada «Permanece en un estancamiento desde hace una década, sin variaciones estadísticamente significativas».

En las últimas semanas del gobierno de Iván Duque hubo una especie de frenesí en entregar contratos billonarios, de entregar avales a entidades territoriales para firmar prestamos con entidades financieras internacionales y en atornillar en Notarías y posiciones directivas a personas en concordancia con sus intereses ideológicos y partidistas. 

Fue tanto este afán de “raspar la olla” que el actual presidente del Congreso Roy Barreras diría que se «llevaron el fondo de la olla» y el nuevo presidente de la república Gustavo Petro tendría especial énfasis en el caso del tratamiento a la corrupción como grave problema del estado colombiano indicando que pondría «a todos los servicios de inteligencia del estado colombiano a buscar a los culpables de lo que se habían robado».

No es nimio y de poca monta el problema. En el portal internacional Bloomberg en el artículo “Cifras de la corrupción en Colombia: ¿cuánta plata se pierde por esto?” https://www.bloomberglinea.com/2021/12/03/cifras-de-la-corrupcion-en-colombia-cuanta-plata-se-pierde-por-esto/ apareció una cifra que desafía la imaginación por la magnitud de su tamaño: En conjunto se han visto comprometidos $92,77 billones de pesos en los datos asociados a los valores del contrato, obras o la prestación de servicios.

Esos casi $93 billones de pesos equivalen a tres o cuatro reformas tributarias perdidas entre los vericuetos de la corrupción. Señalaban algunos senadores que solo durante la emergencia de la pandemia del covid en 2020 se esfumaron, sin datos ni soportes, $30 billones de pesos.

El presidente Petro conoce perfectamente de lo que dijo en sus dos intervenciones el día domingo 7 de agosto de su posesión. Durante su periplo en el congreso (cámara y senado) fue un acucioso fustigador de las conductas lesivas a los intereses públicos siendo una importante voz -que le valió su separación del partido Polo Democrático que tenía en esos momentos de alcalde al condenado Samuel Moreno Rojas- de denunciar las tropelías contractuales en el llamado Carrusel de la contratación administrativa en Bogotá.

Este carrusel consistía en que se daban adelantos, pagando coimas para destinar los recursos de las obras paralizadas a otros menesteres financieros -compras de empresas de servicios públicos- esperando, con la complicidad de múltiples funcionarios, otro contrato para con estos nuevos recursos terminar la obra anterior y así sucesivamente. Un descalabro financiero y de infraestructura para la capital de la república. 

Así que Gustavo Petro durante su posesión presidencial este domingo, de frente a un país que conoce y en cierta medida se ha acostumbrado a los procedimientos de la corrupción en todos los niveles, manifestó un énfasis especial en estos temas en propuesta de un decálogo de obligaciones y deberes con el mandato que recibió en el punto siete:

«Lucharé contra la corrupción con mano firme y sin miramientos. Un Gobierno de «cero tolerancia». Vamos a recuperar lo que se robaron, vigilar para que no se vuelva a hacer y transformar el sistema para desincentivar este tipo de prácticas. Ni familia, ni amigos, ni compañeros, ni colaboradores... nadie queda excluido del peso de la Ley, del compromiso contra la corrupción y de mi determinación para luchar contra ella».

Cero tolerancia, expresó con vehemencia el presidente Petro y enunció a seguidilla sobre quienes colocaría su “mano firme”: “Ni familia, ni amigos, ni compañeros, ni colaboradores”. Están; pues, preavisados los que suponen que el cambio de gobierno es “quítate tú pá ponerme yo” en una especie de carrusel eterno de defraudación del erario pues el cambio, lo dijo Petro, no es retorico sino real en las costumbres administrativas del estado colombiano.

Durante la intervención en el palacio de Nariño posesionando a ministros y algunos directores de departamentos administrativos nuevamente, en tono de evidente preocupación reconociendo que no tiene la capacidad omnímoda de estar en todas partes en donde se manejen contratos y recursos públicos, hizo otras advertencias sobre la corrupción:

«Todas las lupas estarán sobre nosotros, sobre nuestras vidas incluso personales, y en los entornos familiares. No podemos equivocarnos, no podemos errar en cosas fundamentales, no podemos tolerar asomos o inicios de corrupción. Nosotros no podemos fallar. Somos el gobierno del cambio y el cambio es de verdad, no es un cambio de discurso, de maquillaje». 

¿Habrá cero corrupción con estos personajes?

Empero en la premura adelantada sobre las gestiones de empalme de los gobiernos Duque-Petro aparecieron personajes vinculados a diversos intereses sectoriales o con cuestionamientos éticos. Citamos el caso del Ministerio de Salud donde la titular Corcho se dedicó, durante la pandemia, a desinformar sobre la verdadera realidad de la vacunación y el asombroso nombramiento de Ulahy Beltrán López en el cargo de Superintendente Nacional de Salud encargado de vigilar y regular al sistema de IPS y EPS del país.

Ulahy Beltrán López tuvo un paso caótico y cuestionado en la dirección del centro hospitalario publico CARI en Barranquilla, de dónde es oriundo pero además durante gran parte de su vida profesional fue vocero de los intereses de los empresarios privados de la salud en calidad de Vicepresidente de la Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas (ACHC) y miembro de juntas directivas de IPS privadas. Se podría argumentar en su defensa que conoce el tema pero; contrario sensu, también es viable esgrimir que se trata de una modalidad de torniquete pues pasa de dirigente del sector privado de la salud a vigilante del mismo sistema. El ratón cuidando del queso. 

Un problema ético no de poca importancia, al igual que el ministro de Transportes Guillermo Reyes, del partido Conservador y que según el diario El Colombiano de Medellín -del mismo sector ideológico político- no conoce de infraestructura ni de operación de sistemas que además fungió de abogado de la depredadora minera multinacional Anglo Gold Ashanti y que de contera plagió –hecho comprobado– una tesis doctoral en dos libros que escribió. Otros sectores critican su incoherencia ideológica y filosófica con el nuevo gobierno pues cuando fue viceministro de Justicia del expresidente Uribe promovió medidas punitivas oponiéndose al proyecto de Ley de Víctimas. Nada menos que otros de los importantes ejes centrales del discurso de posesión del nuevo presidente Petro.

Cero tolerancia contra la corrupción y los comportamientos anti éticos son parte fundamental del cambio real propuesto por el gobierno del presidente Gustavo Petro. No cambios retóricos ni de maquillaje institucional.

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