Por: Jan Slodvak

La voracidad de la clase política del departamento del Atlántico es legendaria. No perdonaron hospitales, seguro social, telefónica, electrificadora, Corelca, educación, empresas públicas y por supuesto, desde mediados de la década del sesenta, a la Universidad del Atlántico a través del esquema del frente nacional y su bipartidismo milimétrico por la cual el gobernador, nombrado por el Presidente de la República, a su vez nombraba en la universidad un rector amarrado a determinados grupos políticos. Ah, y la izquierda de la época que pedía, a cambio de no organizar mítines y disturbios, decanaturas, viajes, cuota laboral y contractual configurando un pésimo panorama que lentamente desdibujó la identidad y presencia de la universidad para que la asumieran otras de carácter privado.

La llegada a la Rectoría de la universidad de un sujeto tan cuestionable como Carlos Prasca tiene un poco de todos esos antecedentes. Con un perfil falso de alto académico manejando colegitos y centros de educación técnica superior como el Itsa de Soledad —hoy flamante Universidad Distrital de Barranquilla— fue acrecentándose en la confianza de los politiqueros de toda laya que lo encumbraron en secretarías, todo adobado con su aparente seriedad, sin que nadie le cuestionara su carencia de perfil académico, cultural y científico, condición sine qua non para atreverse a creer que era el elegido para orientar a una universidad de las características de la del Atlántico, que necesitaba EXACTAMENTE alguien de un perfil diferente al de Carlos Prasca. Ya lo explicaremos con detalle más adelante.

Una connotada producción intelectual en chats y audios obscenos.

No son necesarios exhaustivos exámenes sobre su ineptitud. Basta con confrontar los conceptos ciencia, academia y cultura con las bochornosas intervenciones suyas grabadas desatando su libido con una red de prostitutas de la facultad de Derecho de la universidad ni sus ansias de grandeza política aspirando desde la sombra donjuanesca a gobernador o senador. Reitero que no es necesario demostrar su ineptitud plenamente comprobado su talante “intelectual”, “ético” y “moral” con esas conversaciones de chúpamela, métemela y sácamela desde el espacio de su oficina y de la sala de juntas de los consejos Directivo y Superior.

Probablemente Prasca tenga serios problemas de identidad sexual, que sea un homosexual latente o activo con sus alusiones constantes al sexo anal —en tiempos de emergencia cualquier hueco es trinchera, dice un criollo refrán—, pero más problemas tienen los que tuvieron la desdicha de proponerlo como una solución educativa. Un Consejo Superior amarrado al arbitrio de los políticos, de cuotas de poder, que a su vez amarra al inerme rector con la posibilidad en cualquier momento, si no le marcha en la dirección correcta, de sacudirlo de su puesto sin contemplaciones ni reparos.

Este Consejo Superior, si fuese serio, si fuese político en el sentido benigno del concepto, debería desalojar a Prasca de su usurpación, de su papel de mentiras mientras reparte contratos agotando en tiempo record de 5 meses todo el presupuesto del año, mostrando su verdadero semblante de calanchín dispuesto a rematar cada uno de los centavos de la universidad a sus auspiciadores y se divierte, en sus largas horas de pensamiento académico, con sus ansiedades sexuales con prostitutas alentadas por él mismo, que por cierto en la tipología penal se le denomina Proxenetismo.

Listo. Alejémonos de este pésimo ejemplo de lo que no debe ser un rector y seamos propositivos en el sentido del perfil cierto que necesita el rector de la Universidad del Atlántico, aunque esto no lo entiendan los conspicuos políticos locales –sin excepción- que tienen, sotto voce, en secreto, su propio perfil del cargo.

En primera instancia, gracias a los malos propósitos de estos políticos y los gobernadores que auspician estas malas prácticas administrativas académicas, la Universidad se encuentra en un ranking incómodo. La firma Sapiens Research publicó la lista de las universidades evaluadas para 2019 con su respectiva posición. Colocaremos las 11 primeras posiciones:

1 Universidad Nacional De Colombia – Bogotá 140,4
2 Universidad De Antioquia – Medellín 111,702
3 Universidad Del Valle – Cali 72,101
4 Universidad De Los Andes – Bogotá 63,283
5 Universidad Javeriana – Bogotá 59,608
6 Universidad Nacional De Colombia – Medellín 51,397
7 Universidad Industrial De Santander – Bucaramanga 44,39
8 Universidad Del Norte – Barranquilla 37,011
9 Universidad Pontificia Bolivariana – Medellín 36,018
10 Universidad De Caldas – Manizales 33,715
11 Universidad De Cartagena – Cartagena

 

Desde esta evaluación la Universidad de Cartagena es la mejor posicionada en la Región Caribe, pues la Universidad del Atlántico, recientemente acreditada por el Ministerio de Educación de Alta Calidad se encuentra en el puesto 23. Analicemos las particularidades de la lista pues la encabeza la Universidad Nacional de Colombia, en Bogotá; seguida por la Universidad de Antioquia en Medellín y del Valle en Cali, todas públicas. Según esta lógica territorial, la cuarta debería ser –los enigmas Kantianos de propósitos- de Barranquilla y debería ser por supuesto la Atlántico, rezagada 20 posiciones en el 23.

El secreto; si es que lo es, que estas tres universidades públicas del triángulo de oro (Bogotá, Medellín y Cali) se encuentren en los primeros lugares se le puede atribuir que en su manejo no ha tenido el matiz de botín por sus altos presupuestos por los políticos de su región que sin dudas tienen manos metidas —ni más faltaba— pero no con la imprudencia y el talante de tropilla de asalto de los políticos del departamento del Atlántico.

Asumiendo que esta situación, si de verdad queremos ser competitivos a nivel nacional e internacional, debe cambiar de forma radical, es necesario entonces plantear un nuevo perfil de rector que en pacto publico social deba ser respetado para beneficio de la ciencia, la tecnología y la cultura. Estos atributos o virtudes posibles deberían ser —¡Otra vez Kant!, señores políticos, y no es un «perro» sino un filósofo— las condiciones ideales para orientar la universidad del Atlántico en nuevos caminos y rutas. Aquí van:

  1. Grados académicos avanzados o comprobada producción intelectual.
  2. Ética y moral que sirva de ejemplo a la comunidad universitaria.
  3. Administrador con uso eficiente de los recursos.
  4. Tolerante, ecuménico, respetuoso de la diversidad de la sociedad.
  5. Visión universitaria y su papel en un mundo globalizado.
  6. Conocimiento de otros idiomas y culturas.
  7. Investigador en los campos de su actividad con producción de artículos, libros y ensayos.
  8. Un liderazgo positivo, propositivo que permita estabilidad institucional y ambiente de convivencia y paz.
  9. Inteligencia emocional para interactuar con entes del gobierno y en general de la sociedad en procesos de resolución de conflictos.
  10. Acatamiento de las leyes, estatutos y reglamentos.
  11. Coordinar y permitir que fluya la democracia universitaria y el estado de derecho.
  12. Comprometerse a defender la institución de los ataques de diversa índole de personas que pretendan controlarla para sus intereses.

Tal como puede apreciarse, señores miembros del Consejo Superior de la Universidad, en ninguna de estas 12 condiciones de perfil encaja la tenebrosa figura de Carlos Prasca. Todo lo contrario, para rematar; o en otras palabras, un verdadero anti perfil. Propiciar el desarrollo integral del conocimiento en la universidad, centro facilitador de debates de todo tipo, libre de dogmatismos y persecuciones, con escrutinio pleno y sin oscurantismos sobre su administración y comprometida con los sectores más vulnerables de la sociedad.

Hay que exigirles a los políticos, y no es utopía tonta, para la Universidad del Atlántico libertad académica, de investigación y autonomía constitucional cierta, factible y no de mera retórica formal. Por supuesto que este petitum tiene un hándicap en contra y es que posibilita el surgimiento de una nueva élite política con otros tipos de compromisos con la sociedad y los actuales clanes políticos sin conocer a fondo el proceso, de alguna perniciosa manera lo intuyen. Los académicos, los miembros de la comunidad universitaria se lo exigen no por espíritu de arrogancia o de casta, sino por la absoluta certeza que la investigación científica y la cultura desde la universidad constituye un elemento indispensable de la libertad política y que ese elemento cognoscitivo de la libertad solo puede florecer en el terreno de la libertad jurídica.

Todo esto, más temprano que tarde, sucederá. En beneficio, gobernador Verano, de la Región Caribe, de sus gentes y las posibilidades de supervivir con dignidad en un futuro de incertidumbres. Por allí empieza la verdadera construcción para que las estirpes condenadas de Macondo tengan una segunda oportunidad sobre la tierra.

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