“Prometimos cambio, pero elegimos continuidad.” Esta frase, aunque no pronunciada directamente, resume la percepción que hoy empaña la narrativa del gobierno de Gustavo Petro. La reciente designación de Armando Benedetti como asesor presidencial es un eco amargo de las mismas prácticas políticas que su administración prometió erradicar.
El hombre en el ojo del huracán
Benedetti, un político cuya carrera está marcada por acusaciones que van desde financiación irregular de campañas hasta agresiones verbales y físicas, se ha convertido en una figura polarizadora dentro del panorama político colombiano. Su cercanía al presidente y el rol decisivo que tuvo en incluir a Laura Sarabia, una exantagonista del proyecto petrista, refuerzan las dudas sobre la coherencia y ética del gobierno.
Las denuncias en su contra, amplificadas por audios filtrados y un historial de alianzas cuestionables, dejan poco espacio para interpretaciones benevolentes. Esta es una historia que trasciende los límites de una simple designación: es un golpe directo a la legitimidad del discurso transformador que llevó a Gustavo Petro al poder.
La narrativa del cambio: un discurso vacío
La campaña de Petro nació con la promesa de erradicar el clientelismo, la corrupción y las dinámicas de poder tradicionales. Sin embargo, con este nombramiento, el gobierno no solo perpetúa las mismas prácticas que criticó, sino que también erosiona la confianza de quienes vieron en él una esperanza de transformación.
¿Cómo justificar el nombramiento de un político que enfrenta múltiples procesos judiciales y cuya conducta pública ha sido tan cuestionable? La respuesta parece estar en un cálculo político: neutralizar posibles amenazas internas, más que priorizar un gobierno ético y coherente.
El silencio que condena
Quizás lo más inquietante no sea la decisión en sí, sino el silencio de sectores progresistas que, en teoría, deberían ser los primeros en alzar la voz. Este mutismo ante lo indefendible socava los pilares éticos del movimiento y refuerza la percepción de que incluso los proyectos progresistas sucumben a las tentaciones del poder.
Un punto de inflexión histórico
Este episodio marca un antes y un después en el gobierno de Gustavo Petro. La ciudadanía enfrenta una realidad incómoda: el cambio prometido no se traduce en acciones. La coherencia entre discurso y práctica es la piedra angular de la confianza pública, y cuando esta se fractura, las consecuencias son devastadoras.
El Presidente enfrenta un dilema histórico: mantener la convivencia política a costa de su promesa de cambio o asumir el costo de decisiones éticas que podrían revitalizar la fe en su gobierno. Hasta ahora, parece haber optado por lo primero.
Conclusión: ¿Cambio o continuidad?
La designación de Benedetti como asesor presidencial no es solo un error político, es una traición al cambio prometido. Si este gobierno no rectifica, quedará inscrito en la historia como otro capítulo en la larga narrativa de la incoherencia política en Colombia.