Por: Adlai Stevenson Samper

Una de las pocas personas en Colombia que se tomó en serio a Pachito Santos fue Álvaro Uribe Vélez cuando decidió encumbrarlo de vicepresidente de la república, posición en donde nadie recuerda su paso. O si, por las continuas necedades que farfullaba cuando algún despistado periodista lo ponía a botar corriente soltando la lengua, su gran especialidad en materia de administración pública.

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Sus primos los Santos; cuentan los testigos, cuando conocieron que era fórmula presidencial entraron en risotadas, pues ellos, mejor que nadie, conocen los alcances de su cacumen y sus evidentes dotes de histrión de alto coturno al que le ha ido, de mano de su mentor, requetebién, pues anda ahora en Washington de embajador azuzando contra los países castrochavistas (Cuba y Venezuela) y en plan; ampáranos señor de sus designios, de conseguir la vacuna del covid-19 para Colombia.

Pachito se encuentra nuevamente de moda en estos días, pues es personaje clave; según Salvatore Mancuso, en la creación del bloque paramilitar de la capital de la republica con evidente protagonismo en su accionar, aunque desde su refugio en USA reniegue de estas declaraciones y cruce dedos para evitar su extradición. Ahora, a raíz del ominoso asesinato del abogado Ordoñez en Bogotá por dos policías que le aplicaron sin cesar y piedad descargas eléctricas, llega nuevamente a la palestra el genio de Pachito pues desde el 2011 había pronosticado las bondades de este remedio como receta infalible para los revoltosos que osaban desafiar las instituciones, que en el caso de ese año, eran puyas malévolas sobre la “debilidad” del gobierno de Juan Manuel Santos en materia de represión a las libertades ciudadanas. Recordemos el cuento.

A raíz de la reforma a la Ley 30 de 1992 con la cual se modificaba el esquema de financiación de las universidades públicas se planteó la ausencia de debates de fondo sobre la autonomía universitaria –que en algunas universidades es mera retórica formal legal- y la viabilidad; en ese momento y ahora, de una Ley estatutaria que permitiera asimilar la educación superior como un derecho y un bien de carácter público. 

Por supuesto que los estudiantes de las universidades publicas entendieron bien el pulso de la propuesta –consolidada después con diversos métodos tales como el programa “ser pilo paga” financiando las universidades privadas con becarios a costa del presupuesto general de educación pública- con las consecuentes protestas callejeras masivas en todo el país.

Allí entra en acción la actitud proclive a la violencia –en todas sus formas- de Pachito Santos, nombrado de forma irresponsable por RCN como director de noticias con total libertad para disparar diatribas contra el gobierno “traidor” de su primo Juan Manuel Santos por directrices de su ideólogo de cabecera e inventor político. La historia no miente al respecto.

En un vídeo blog, destinado a ridiculizar al mandatario, acusándolo de “blandengue”, diferente a él, línea dura, fomentador de bloques paramilitares según Mancuso, por su evidente falta de mano dura pues “en materia de paz social el presidente ha mostrado que tiembla…no le gusta confrontar los problemas, prefiere echar para atrás, prefiere ceder y no meterse en líos”. 

Pachito Santos entonces soltó su remedio para calmar las protestas estudiantiles, dichas en el tono candoroso de voz que usa para esconder pérfidas intenciones: “¿Qué va a pasar con los estudiantes?, pues, miren, yo les soy sincero: creo que aquí llegó el momento de decirles a los estudiantes, y a todos los que quieran tomarse las vías, si ustedes protestan por fuera van a enfrentarse durísimo con el brazo de represión legal del Estado. Aquí hace falta innovar con armas no letales, esas que les meten voltios a los muchachos, el muchacho cae y se lo llevan arrestado por interferir con una vía pública. La Ley de Orden Público y la Ley de Seguridad Ciudadana permiten esas cosas. ¿Cuándo las va a estrenar el Gobierno?”.

El tema de su tertulia eléctrica tuvo nombre mecánico: “Le miden el aceite al presidente” y con ello pretendió, en jugada de dos bandas, dejar al gobierno como falto de decisiones en materia de orden público y alinear la ultraderecha a su favor, o a la de su partido Centro Democrático. Eso creía él, cuando se le vino medio mundo encima colocándole el mote de “El Electrocutador”, con protestas de toda índole, obligándolo a una reculada fenomenal en otro video blog en donde dijo: “”Me equivoqué y pido excusas, lo que dije fue equivocado e injusto porque estigmaticé la protesta social”.

Los deseos de Pachito hace 9 años se han cumplido ahora con creces. El taser, usado de forma desalmada, produjo una conmoción nacional en tiempos de pandemia que tiene al país en vilo, pues los legisladores andan pensando –los que piensan, hay otros que carecen de esta facultad- que es hora de reformas de fondo a la policía y no de maquillajes cosméticos de Códigos para aplicárselos a los ciudadanos como si viviéramos en una democracia tipo Suiza o algún país nórdico; que es el momento de quitarle la férula del Ministerio de Defensa a la policía y pasársela al del Interior y definirles funciones precisas de polis –ciudad- y no el salpicón actual en que hacen de todo y a la larga todo se reduce a comparendos y represión.

En eso está el país gracias a los consejos tardíos de Pachito Santos y el uso de artilugios represivos eléctricos para calmar revoltosos que ya produjo, oficialmente, su primera víctima ante la indignación de los ciudadanos, mientras parte del gobierno recrimina la conducta policial nociva y otros funcionarios, como el Ministro de Defensa Carlos Holmes en la tarde del 10 de septiembre, tras una jornada nacional ciertamente violenta en protesta por el atropello policial –que en similar caso en Estados Unidos produjo una revuelta gigantesca nacional e internacional- escribió en twitter: “Llamo a colombianos de bien, a los que quieren estabilidad para vivir y trabajar tranquilos, a que hagan escuchar su voz mayoritaria en favor de instituciones y contra la politiquería con la muerte y el vandalismo de los incitadores que llaman a la desobediencia y la destrucción”.

Curiosas palabras en un país que todavía no se acostumbra a las masacres en todas partes de la geografía nacional con la actitud, casi omisiva y despistada, de las mismas instituciones a las que llama con ahínco a defender el ministro de defensa con tanto coraje. El que debe estar contento, regodeándose en Washington ante la efectividad de sus predicciones es Pachito Santos, con un catálogo en mano de las últimas novedades en materia de represión policial para pasar el reporte correspondiente a ver si las compran –como la vacuna- y se la aplican a todos los colombianos que padezcan el virus del inconformismo.

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