El periodismo de investigación recurre a diversas estrategias para develar a sus lectores, en ejercicio de su misión, las complejidades de las desviaciones del poder político en torno a la corrupción. Una de estas apuestas es su labor en el clásico enfoque de “perro guardián”; acucioso, expectante sobre los procesos que atañen a la ciudadanía, pero se esconden convenientemente o se disfrazan con retorica publicitaria, alertando incluso con celo y énfasis riguroso con los datos que tiene en su haber tras análisis sobre las posibles variables o consecuencias de determinada administración o funcionario.
Nadie se encuentra exento de este escrutinio. Que tiene rango constitucional pues es el derecho a tener “información veraz e imparcial” (artículo 20), en concordancia con el que señala que “todas las personas tienen derecho a acceder a los documentos públicos” (artículo 74), y que es un deber de los medios de comunicación independientes de las grandes corporaciones privadas mediáticas que trabajan en “pool” con funcionarios del estado colombiano en todos sus rangos, presentar informes sobre el buen y mal manejo del erario.
No se trata de la modalidad frecuente de periodismo extorsivo que tras conocer hallazgos de corrupción, se presenta a cobrar su respectiva coima de silencio y de paso elabora una receta de alabanzas y lisonjas al funcionario o administración corrupta haciendo, a cambio de gabelas, de dadivas, todo lo contrario de lo que preceptúan los cánones éticos del oficio de periodismo: esconden los procedimientos torticeros y le enciman una capa de glamuroso maquillaje de engaño para darle matiz de héroe al investigado.
Corrupción al Día no se encuentra dentro de este grupo ni pretende tampoco erigirse como impolutos sacristanes del buen comportamiento de un medio de comunicación. Nuestra labor es la información veraz, documentada, investigada, la confección de perfiles sobre la trayectoria de funcionarios y sus atrevimientos en el uso del poder del que fueron investidos. Nadie, repetimos, por muy importante que parezca, puede obviar estos análisis. Ni siquiera es necesario, tal como algunos ingenuos creen a pie juntillas, que hay que “darles tiempo de trabajar” a algunos administradores de la cosa pública para ver con que salen al final de su mandato cuando no haya nada que hacer, excepto lamentarse.
Para ello se ausculta su perfil. La trayectoria con testimonios, entrevistas, percepciones, vehículos que usa, su retórica, mujeres y familia, amigos, títulos, que hizo de verdad y que corresponde al reino del mito. Todos esos insumos permiten prever, confrontándolo con el marco territorial y el cargo que desempeña, unas variables de actuación perfectamente previsibles con sus correspondientes márgenes de error.
Con la corrupción no se juega ni se le puede dar ninguna ventaja. Menos pretender que se encuentra fuera del ámbito de las ideologías políticas y la visión maniquea sobre el alinderamiento en torno a determinado sector “tapando” convenientemente sus deslices éticos y de reproche penal simplemente para no dañar la imagen de un conmilitón o camarada. No estamos, partiendo desde la anterior premisa, a favor o en contra de la corrupción de derecha e izquierda por afinidades con estos modelos políticos.
Tan dañina es la de derecha como la de izquierda que tratándose de corrupción muchas veces –hay múltiples ejemplos- rompen filas y actúan en consuno bajo el objetivo común propuesto que borra aparentes diferencias ideológicas, filosóficas y políticas.
Cumplimos con el deber impuesto en nuestro modelo de periodismo. Presentar, informar y exponer al día todos los procesos de corrupción tanto en la esfera pública como la privada y alertar sobre el posible e incipiente desarrollo de esta metástasis de la ética social. De malas los alinderados por afinidad, amistad o que esperan generosas coimas de los políticos para las cuestiones de supervivencia y sobre ello trabajan sus medios de comunicación.
No cambiaremos la bandera de acuerdo a los vientos. Ni con la izquierda ni con la derecha. Ni dejaremos de trabajar en pos de estos objetivos solo para complacer a algún sector del “periodismo” que espera gracias generosas por los favores recibidos tal si fueran mercenarios dispuestos a luchar sin ideales, como prostitutas, según ofrezca el mejor postor.
Ejercemos la modalidad de periodismo de “perro guardián” con todo el celo posible, con ejercicios de gran intensidad, sin copiar a nadie y sin pedirle permisos para el uso de nuestras investigaciones, con la visión de alerta y también; a futuro, de “perro guía”, presentando soluciones o salidas a los procesos que enfocamos sin matiz partidista, afectivo o esperar estipendios a cambio.
A los políticos no hay que dejarlos trabajar, soltarles la rienda sin ejercicio de vigilancia de la prensa para después informar lamentando las consecuencias de la dejadez, la molicie y la desidia. A los políticos hay que respirarles cerca, ofrecerles convenientes consejos y sobre todo, usando las enseñanzas bíblicas, a prevenirlos de la consecuencia de la tentación totalitaria de la corrupción que causa inmenso daño al estado social de derecho y la democracia.
Los otros medios están en su derecho de informar en el estilo que quieran o les convenga. Nosotros seguimos con nuestra particular metodología bajo la égida de la escrupulosidad, sin aspavientos y sobre todo, con el convencimiento de nuestro papel en la construcción de una ciudadanía informada y deliberante.
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