La reciente captura de nueve militares, tanto activos como retirados, ha dejado en evidencia una red de tráfico de armas que tiene sus raíces en las propias Fuerzas Militares de Colombia. El escándalo pone sobre la mesa la corrupción interna que azota a las instituciones encargadas de proteger al país y cómo esta contribuye, directa e indirectamente, a la consolidación de bandas criminales que siembran la violencia en toda Colombia.

Capturas y Escándalo: Un Golpe al Ejército

El 1 de noviembre de 2024, nueve militares fueron detenidos, acusados de concierto para delinquir, tráfico y porte ilegal de armas y municiones de uso privativo de las Fuerzas Militares. Las detenciones se realizaron en diversas unidades del Ejército, incluyendo el Batallón de Artillería en Bogotá, la Unidad de Mantenimiento Militar Número 4 en Tolemaida y otros puntos de Cundinamarca, Boyacá, Caquetá, La Guajira y Córdoba.

Entre los capturados, destaca el nombre del sargento activo Raúl Leonardo Becerra Sánchez, quien, en su tiempo como comandante de la Unidad de Mantenimiento Militar Número 4, aparentemente participó activamente en la sustracción y venta de partes de armas y municiones. También se encontraban en activo los sargentos Luis Carlos Buitrago y Anderson Sánchez, además de los soldados Wilson García y Bresen Peña.

Pero el alcance de esta red corrupta no se limita a los militares activos. El sargento César Leslie Ramírez Pinto y otros tres pensionados, el sargento retirado James Valencia, el sargento Mauricio Fagua Quirós y el soldado retirado Luis Fernández Ríos Valderrama, también habrían sido parte de esta trama.

El pasado 10 de abril, la Policía Nacional detuvo en zona rural de Mutiscua (Norte de Santander), tres camionetas de lujo que circulaban a alta velocidad. Al inspeccionar los vehículos, las autoridades encontraron 15 morteros, 32 granadas de fragmentación, dos pistolas, 17,000 cartuchos de diversos calibres, cinco cargadores, barras de explosivo C4, un chaleco antibalas y equipos de comunicación.

Tráfico de Armas: Una Fuente de Violencia en el País

La corrupción que corroe las filas del Ejército no es solo un acto de traición; es una puerta abierta para que las armas, diseñadas para defender a los colombianos, terminen en manos de quienes los aterrorizan. Este tipo de acciones consolida a las bandas criminales y alimenta la violencia en las regiones más vulnerables del país. Las armas que deberían proteger, ahora financian y refuerzan a los mismos grupos que el Ejército intenta, en teoría, combatir.

La Descomposición en las Fuerzas Armadas: Un Problema Nacional

Este escándalo es un recordatorio de la descomposición interna de las Fuerzas Militares, donde la ambición y la corrupción han vencido al honor y al deber. Mientras que los ciudadanos comunes sufren los estragos de la inseguridad y la violencia, aquellos que tienen el deber de protegerlos traicionan esa misión en nombre del lucro personal.

Es evidente que la falta de transparencia, control y sanciones eficaces dentro del Ejército ha permitido que estas prácticas delictivas proliferen. ¿Cuántos más están involucrados en estas redes? ¿Cuántos recursos más del Estado colombiano terminarán fortaleciendo a las organizaciones criminales?

¿Quién Vigila a los Vigilantes?

Es urgente que se refuercen las auditorías internas y que se implementen medidas de control mucho más estrictas en las Fuerzas Militares. Sin estos esfuerzos, la corrupción seguirá creciendo como una enfermedad que no solo afecta al Ejército, sino que pone en riesgo la paz y la estabilidad de toda Colombia.

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