Río Aracataca, un cuerpo sin agua. La comunidad de Bocas de Aracataca, en la Ciénaga Grande del Magdalena, denuncia el desvío del Río Aracataca por parte de terratenientes de la zona para el riego de sus fincas y obtención de mayores cantidades de tierra.
CUBRIMIENTO EN VIVO
Por: Leonardo Herrera Delgans
TOMADO DE EL TIEMPO (Ver artículo original aquí)

El río Aracataca, en este verano, ya no llega a su desembocadura en la Ciénaga Grande. Sus aguas se las robaron a pocos kilómetros, pese a las quejas de pescadores, alcaldes, periodistas, académicos, ambientalistas, y hasta de los políticos de la región.

El agua del río es represada mediante diques que son construidos con sacos rellenos de arena y palos, y a través de canales es llevada ilegalmente a predios particulares de fincas bananeras y de palma, donde es acumulada en reservorios para luego ser distribuida en los cultivos.

El alcalde de Puebloviejo, Wilfrido Ayala, lleva tres años denunciando el caso y asegura que no pasa nada. “Hemos llegado con la autoridad ambiental y la misma comunidad a quitar esos diques para que el agua baje hasta la Ciénaga Grande, pero luego vuelven y los arman”, asegura el mandatario.

Ayala dice que estas fincas, localizadas en el municipio de Zona Bananera, pertenecen a familias reconocidas en el Magdalena y el Cesar y que tienen extensos cultivos, por lo que requieren captar el agua de los ríos Sevilla, Frío, Tucurinca y Aracataca.

“Le he pedido al Gobierno protección, porque esta es una pelea que vengo librando no con los vecinos de la cuadra, sino con personas con mucho dinero y poder en el departamento, que al verse afectadas podrían tomar retaliaciones personales”, enfatiza el funcionario.

Hemos llegado con la autoridad ambiental y la misma comunidad a quitar esos diques para que el agua baje hasta la Ciénaga Grande, pero luego vuelven y los arman

Río Aracataca, un cuerpo sin agua. La comunidad de Bocas de Aracataca, en la Ciénaga Grande del Magdalena, denuncia el desvío del Río Aracataca por parte de terratenientes de la zona para el riego de sus fincas y obtención de mayores cantidades de tierra. Vanexa Romero / EL TIEMPO

Un pueblo sin agua

La desembocadura del río Aracataca se encuentra en el Santuario de Flora y Fauna Ciénaga Grande de Santa Marta, un área protegida del Gobierno Nacional y que goza del reconocimiento de tratados internacionales como zona Ramsar.

Allí se encuentra Trojas de Cataca, un pueblo de palafitos, cuyos habitantes son los que más sufren porque el río no corre como lo hacía hace unos 20 años.

Este pueblo fue golpeado por la violencia en febrero del 2000, luego de una incursión de paramilitares, lo que provocó un éxodo de 300 familias que habitaban la zona. Hoy quedan unas 30 por efecto del desplazamiento, y son las que ahora enfrentan la tragedia ambiental por la falta de agua.

El río Aracataca era la fuente de vida de Trojas de Cataca, pues de ahí tomaban sus habitantes el agua limpia para beber y cocinar. Además, proveía a la Ciénaga Grande de agua dulce que la oxigenaba.

Pero desde que la desembocadura se cerró, a consecuencia de la falta de agua y el sedimento que arrastra, a estos pescadores se les terminó de torcer la vida.

“Nos hemos quedado sin agua por culpa de las talanqueras”, dice Candelario López, un curtido pescador de 65 años que no olvida los tiempos en que por el pueblo se andaba en lanchas de motor, había abundante pesca y vivían felices.

Hoy, sostiene el hombre con amargura en el rostro, todo está seco, ahora ni en un bote de canal entra al pueblo.

El agua se fue como los peces. “Aquí ya no se ve un sábalo, lebranche o róbalo grande, antes nos dábamos el lujo de regalarle una mano de pescados grandes (cuatro peces) a cualquiera; ahora, si sacamos uno pequeño es para comérnoslo”, dice. Y añade que la gente ahora come es carne o pollo, en vez de pescado. “Estamos dejando se ser un pueblo de pescadores, la ganadería y la agricultura nos están desplazando, al igual que lo hizo la violencia”.

Los habitantes de Trojas de Cataca deben subir más de dos kilómetros río arriba para encontrar alguna charca de agua y cargar para llevar. “Nos toca espantar animales que también llegan a beber. Es una pelea por sobrevivir”, sostiene López.

La alcaldía de Pueblo Viejo invirtió 300 millones de pesos en el 2018 en el dragado de la desembocadura del río Aracataca
 para que llegara agua al pueblo y a la Ciénaga Grande, pero, no obstante las buenas intenciones del mandatario, la plata prácticamente se perdió porque el sedimento volvió a sellar todo con piedra y tierra.

Lo más triste es que algunos finqueros de la zona aprovechan que el río ya no corre por aquí y están rellenando zonas del humedal para impulsar la ganadería; por eso, ya no es raro ver en esta zona, que antes era parte del espejo de agua de la Ciénaga Grande, maquinaria pesada removiendo tierra y vacas pastando.

Sigue la pelea

Las quejas sobre el robo del agua del río Aracataca tienen más de 10 años, sostienen los habitantes de Trojas de Cataca, pero, pese a las denuncias, no hay acciones concretas que permitan frenar esto, como lo sostiene Sandra Vilardy, investigadora de la Universidad del Magdalena, para quien es un tema sobreestudiado, que requiere acciones concretas del Estado.

El personero de Pueblo Viejo, Jorge Pérez Fernández, afirma que desde el municipio han llevado la denuncia a todos los entes de control a nivel departamental y nacional; además, han tratado de visibilizar el problema en los medios de comunicación.

Tenemos evidencia de la forma como se están robando el río; son personas indolentes con estos pescadores y están cometiendo un delito contra el ambiente, pues les causan la muerte a aves y animales que llegan a esta zona y ahora no encuentran agua”, dice Pérez.

Corpamag, la autoridad ambiental de la zona, ha entregado concesiones para captar agua del río a 19 usuarios, entre ellos el distrito de riego Usoaracataca, que sirve a varios predios en esta parte de la zona bananera del Magdalena, pero existen otras fincas que captan el agua sin permiso.

La autoridad ambiental ya tiene evidencia de los abusos que cometen siete fincas que han desviado las corrientes no solo del Aracataca, sino del Tucurinca. En algunos casos utilizan maquinaria pesada y motobombas; sin embargo, los habitantes se quejan que vuelven a represar el río.

Desde que la desembocadura se cerró, a consecuencia de la falta de agua y el sedimento que arrastra, a estos pescadores se les terminó de torcer la vida

El senador barranquillero Efraín Cepeda, que califica el caso de “robo de agua dulce” por empresarios del sector agropecuario de la zona, dijo que ya hay denuncia ante la Fiscalía y han hablado con el propio Fiscal General para pedirle acción.

“Al parecer hay varios presos, pero, como siempre, parece que no hay peces gordos; son terratenientes, gente muy poderosa”, subraya Cepeda, quien acompañó a los habitantes de Trojas de Cataca a instaurar una acción popular ante el Tribunal Administrativo del Magdalena, y el Ministerio de Ambiente se propuso crear una gerencia para la Ciénaga Grande que atienda estas problemáticas.

Pero todavía no pasa nada: el agua sigue represada, y Trojas de Cataca continúa desapareciendo no obstante el esfuerzo de las pocas familias que se resisten a olvidar su esencia de pescadores, aunque ya no tengan el agua ni los botes para remar.

LEONARDO HERRERA DELGANS
Enviado especial de EL TIEMPO
Trojas de Cataca (Magdalena)

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