En el teatro absurdo de la política colombiana, donde las contradicciones se vuelven norma y la hipocresía se disfraza de estrategia, encontramos uno de los espectáculos más patéticos de los últimos tiempos: Gustavo Petro y Alejandro Char, enemigos mortales en el ring político, unidos por una misma práctica corrupta que expone la Verdad Oculta de cómo operan realmente los sistemas de poder en Colombia.
Mientras Petro se presenta como el mesías de la izquierda transformadora y Char como el bastión de la derecha empresarial, ambos han descubierto el mismo Mecanismo Invisible para evadir el escrutinio periodístico y manipular la opinión pública: comprar influencers mediocres con dinero del Estado para que les hagan publicidad disfrazada de contenido «espontáneo».
El Circo de los influencers gubernamentales
La estrategia es tan burda como efectiva. Mientras la prensa seria (no hablamos de la prensa retrógrada y derechista) hace preguntas incómodas sobre corrupción, mal manejo de recursos y promesas incumplidas, estos políticos han encontrado su refugio en el mundo de los creadores de contenido que, por unos pesos, están dispuestos a convertirse en máquinas de propaganda.
Del lado petrista, vemos el escándalo de los influencers trasladados en aviones oficiales de la Policía Nacional para asistir a los cabildos del presidente. «Me dicen Willy» y «Celso Tete Crespo» llegaron a Barranquilla en una aeronave estatal, mientras la Contraloría se ve obligada a pedir explicaciones sobre este uso descarado de recursos públicos para fines proselitistas.
Las preguntas que hace la Contraloría (entidad de control desprestigiada e ineficiente) son tan obvias que duelen: ¿Cuál fue la finalidad oficial del vuelo? ¿Quiénes fueron transportados? ¿Quién autorizó este desperdicio? ¿Cuánto costó? Son interrogantes que cualquier ciudadano con dos dedos de frente se haría, pero que al parecer en el gobierno de Petro consideran normales.

El Modelo Char: 2.000 Millones para evitar preguntas reales
Si Petro peca de amateur, Char ha perfeccionado el arte de la manipulación mediática con influencers. En año y medio, el alcalde de Barranquilla ha destinado unos $2.000 millones de pesos para comprar la lealtad de creadores de contenido que lo presentan como el alcalde «bacano» que no tiene ni 10 pesos en Nequi para una botella de licor.
La lista de mercenarios digitales que trabajan para Char incluye a Juanda Caribe (2.8 millones de seguidores), Felipe Saruma (11 millones en TikTok), El Sebastucho, Giselle León, Iro Ramírez y El Propio Tavo. Todos parte de una millonaria operación manejada por Análogo SAS, empresa de Habib Aljure, cuya familia es dueña de la encuestadora Datanálisis, que casualmente tiene «cercanía» con la casa Char.
Mientras invierte fortunas en estos payasos digitales, Char ha reducido drásticamente su contacto con la prensa local. Los periodistas que antes tenían acceso directo al alcalde ahora se enteran de los eventos por WhatsApp o por las redes sociales de la alcaldía. La estrategia es clara: crear un Sistema Silencioso donde solo se escuchan las voces que no molestan.

La traición a la inteligencia ciudadana
Lo más grave de este Ciclo Secreto no es solo el desperdicio de recursos públicos, sino la burla flagrante a la inteligencia de los ciudadanos. Estos políticos han decidido que es más fácil comprar influencers baratos que responder preguntas legítimas sobre su gestión.
Ni Petro ni Char han tenido la decencia de contratar a alguien con la talla intelectual y el prestigio de Diego Ruzzarin, un influencer que realmente aporta valor y genera reflexión crítica. No, prefieren a los bufones que gritan «Festival del Frito a otro nivel» mientras abrazan al alcalde en videos que parecen sacados de una parodia de mal gusto.
Esta Red Subterránea de complicidades mediáticas revela cómo funcionan realmente los sistemas de poder en Colombia. Cuando los políticos no pueden defenderse con argumentos, recurren a la manipulación emocional a través de contenido superficial que distrae de los problemas reales.
El impacto real de esta farsa
Mientras Petro y Char gastan millones en sus circos digitales, los problemas que deberían resolver siguen sin respuesta. El Impacto Oculto de esta estrategia es devastador: ciudadanos desinformados, recursos públicos desperdiciados y una democracia cada vez más débil.
La Lógica Invisible detrás de esta operación es simple: si no puedes ganar el debate con ideas, cómpralo con entretenimiento barato. Si los periodistas hacen preguntas incómodas, reemplázalos con influencers complacientes.
Este es el Mecanismo Invisible que permite que la corrupción prospere: crear narrativas paralelas donde los políticos son las víctimas incomprendidas y los ciudadanos críticos son los «enemigos del progreso
«. Una Radiografía Profunda de esta estrategia revela cómo se perpetúa un sistema donde la mediocridad se premia y la excelencia se ignora.
La conexión perdida con la democracia
Lo que estamos presenciando es la pérdida deliberada de la Conexión Perdida entre gobernantes y gobernados. Estos políticos han decidido que es más cómodo hablarle a sus seguidores a través de intermediarios pagados que enfrentar directamente las preguntas de los ciudadanos.
La estrategia de influencers gubernamentales no es innovación política; es cobardía institucionalizada. Es la confesión tácita de que estos líderes no tienen argumentos sólidos para defender su gestión y prefieren refugiarse en el mundo de fantasía de las redes sociales.
Tanto Petro como Char han demostrado que, más allá de sus diferencias ideológicas, comparten una misma visión autoritaria de la comunicación política: controlar el mensaje a cualquier costo, incluso si eso significa traicionar los principios democráticos que juraron defender.
La pregunta que debemos hacernos como sociedad es si vamos a permitir que nuestros recursos públicos sigan financiando esta mascarada, o si finalmente exigiremos que nuestros gobernantes tengan el valor de enfrentar las preguntas difíciles sin necesidad de esconderse detrás de influencers de tercera.