Hemos estado buscándolo y no lo encontramos, y si hay alguien que no hayamos podido ubicar, sobre todo candidato a alcaldía o gobernación, que nos contacte para ver si se atreve de firmar con nosotros un acuerdo interadministrativo para realizar una permanente veeduría anticorrupción en su futuro gobierno.
Muchos hablan y pregonan su postura anticorrupción, pero no concretan nada sobre cómo lo van hacer, pues se trata de una retórica politiquera para engañar a sus electores.
Un buen candidato se conoce por tres condiciones fundamentales inseparables: 1. por lo que ha hecho por fuera del contexto institucional o de un encargo público; 2. por lo que propone; y 3. por su verbo.

En la primera condición, la comunidad tiene la palabra; en la segunda se necesita un análisis profundo; y con la tercera podemos aproximarnos al alma del candidato.
Queremos encontrar un candidato que a pulso, con sus propios medios, haya trabajado, sin ningún interés, para mejorar las condiciones de vida de sus vecinos, que se haya metido en el barro y aportado ideas de éxito para sacar pacíficamente a su comunidad de la miseria y la improductividad.
Queremos encontrar un candidato que proponga ideas novedosas, factibles y que impliquen la participación activa de la comunidad.
Queremos encontrar un candidato con un leguaje puro, transparente, coherente y digno de toda nuestra confianza.

El circulo perverso
Decimos que la realidad fáctica es que no hay un candidato que valga la pena porque las elecciones en Colombia es la raíz de todos los males, es la matrix de la corrupción, el momento clave donde se origina el estado de postración social que vive Colombia.
Al interrogar a un vendedor ambulante sobre quién cree él cuál es el mejor candidato para la alcaldía de su municipio, dijo: “para nosotros no hay buenos y ni mal candidatos, porque ninguno sirve, en mi barrio no creemos en ningún candidato porque todos nos han incumplido, en mi barrio todos vendemos el voto porque nos da igual quién resulte ganador, solo nos interesa castigarlos vendiéndoles el voto a un buen precio”.
Ese pensamiento generalizado en los miles y miles de barrios subnormales de Colombia, es lo que se llama un esquema mental. Es el esquema mental que han venido construyendo los grupos políticos que ostentan y han ostentadado por décadas el poder en este país.
Entonces veamos como funciona el círculo perverso. Para ser candidato, hay que tener el aval de un partido político. Los partidos políticos en Colombia son un fracaso, una total vergüenza, por lo tanto los avales corresponden a intereses de grupos de poder que a toda costa quieren perpetuar su mandato sobre los recursos públicos.
Quien obtiene un aval, obtiene compromisos con esos grupos de poder que han convertido a los partidos en empresas electoreras, en conglomerados de clanes políticos dispuestos a defender como sea su estatus de propietarios de los asuntos públicos de la comunidad.
Dado lo anterior, no es descabellado pensar que los partidos políticos solo le entregan avales a aquellos que NO cumplen las tres condiciones, pues necesitan fichas que garanticen sus propósitos y objetivos.
De esta manera un candidato con aval se vale del estatus quo social y económico de las grandes masa de votantes (allí donde los esquemas mentales son difíciles destruir) para reproducir los esquemas delincuenciales electoreros que destruyen la democracia.
