Primero, es sumamente fácil decir que nos queremos más un país con hambruna, que no queremos más un país gobernado por mafias, que no queremos más un país tomado por la corrupción, que no queremos más un país violento, inseguro, donde no se valora la vida. Y segundo, es más fácil prometer que si nos eligen para gobernar el país, vamos a acabar con todo eso que no queremos.
Sí, lo primero es fácil, pues decirlo, escribirlo, manifestarlo o pensarlo, no nos cuesta ningún esfuerzo, en cambio no actuamos ni movemos un dedo para tratar de cambiar lo que no queremos. Estamos acostumbrados a no comprometernos ni siquiera con nosotros mismos, y por eso fomentamos a diario la procrastinación.
Todo lo posponemos porque, tal vez, lo percibimos como abrumador, desafiante, inquietante, peligroso, difícil, tedioso o aburrido, es decir, estresante (Wikipedia).
En cuanto a lo segundo, es más fácil porque vivimos en un sociedad basada en la mentira, que se ha erigido reina y señora por la vasta ignorancia y analfabetismo de todo tipo de nuestras comunidades.
Una prueba de ello lo podemos evidenciar en los resultados de las elecciones del pasado 13 de marzo, cuando tuvimos la oportunidad de elegir gente honesta y preparada para el Senado y la Cámara de Representantes. Elegir personas con sensibilidad social que valoren lo que queremos cambiar y actúen de conformidad con los propósitos por los cuales los elegimos para no seguir en el país que no queremos más.
Los resultados del 23 de marzo nos muestra una mayoría procrastinadora, una masa que no actúa y le da igual quién gobierne, quién dirija sus vidas, y por lo tanto no vota, ni siquiera se preocupa por lo primero y lo segundo le importa “un pito”.
También nos muestra una gran masa que sigue eligiendo a los mismos políticos de siempre, a la vulgar cleptocracia que nos gobierna, eligiendo a quienes sostienen ese país que no queremos, azotado por la corrupción, el desgreño, el abuso y la delincuencia de cuello blanco.
Un claro ejemplo de esto último fue la elección al senado de la cuñada de Eduardo Pulgar, encarcelado por corrupción. A Claudia María Pérez Giraldo, cuñada de Pulgar, no la conoce nadie. No se le reconoce ningún programa o proyecto social que dirija o apoye. No tiene ningún escrito que muestre sus ideas, sus argumentos políticos o filosóficos. Entonces ¿cómo se explica haber sacado una de las votaciones más altas del partido Liberal Colombiano?
En Sitionuevo, Magdalena, un pequeño municipio a la orilla del río Magdalena, agobiado por la pobreza y el abandono estatal, Claudia María Pérez Giraldo obtuvo 4.150 votos de un total de 9.934 que allí se registraron. ¿Por qué la mitad del pueblo votó por una perfecta desconocida?
El fenómeno aparentemente aporético de Pérez Giraldo, se repitió en casi todas las regiones del país con los candidatos alineados a la cleptocracia.
Aquí tenemos dos ejemplos de lo que queremos cambiar, de lo que no queremos que continúe marcando el paisaje diario de nuestra realidad, y con su voto usted puede decidir si seguimos así o comenzamos a transformar nuestras vidas.