
Adlai Stevenson Samper
@AdlaiSteven
Una casa del trueno en decadencia
El Catatumbo, la región que alguna vez prometió ser un epicentro de desarrollo en Colombia, hoy se encuentra sumida en el caos, gobernada por la delincuencia y el abandono estatal. Con una riqueza natural envidiable, que incluye petróleo, carbón, uranio y oro, esta región se ha convertido en un botín para multinacionales, guerrilleros y grupos paramilitares, mientras sus habitantes sobreviven bajo la ley del más fuerte.
El río Catatumbo, que conecta la región con el lago de Maracaibo en Venezuela, no solo arrastra su historia de glorias pasadas, sino también toneladas de contaminación. Derrames de petróleo, químicos de minería ilegal y residuos urbanos son el legado de una explotación sin escrúpulos que parece no tener fin.
Un poco de historia 1. Desde el período colonial español se plantearon varios ejes de desarrollo desde el río Magdalena. Uno de ellos fue la región del Catatumbo que adquirió plena importancia por ser un conector estratégico situado en la cordillera Oriental para enlazar Pamplona, Cúcuta, Tunja, Mérida y el Táchira, Venezuela; con redes comerciales utilizando el lago de Maracaibo y desde allí sus embarques al exterior. En ese inmenso lago cuyo paisaje son miles de torres de extracción petrolera desemboca el río que le da su nombre que en lengua Barí—Ara significa Casa del Trueno. El estruendoso y mítico nombre se debe a que en al sur del lago de Maracaibo se crea un fenómeno atmosférico denominado faro del Catatumbo, sitio del planeta donde caen más relámpagos y truenos por minuto. |
Historia de una región saqueada
Desde la colonia, los Barí, el pueblo indígena originario, han sufrido despojos continuos. Primero, fueron los conquistadores españoles; después, la recién nacida república, y finalmente, las multinacionales petroleras que llegaron en el siglo XX. En 1918, la Colombian Petroleum Company, filial de Gulf Oil, se apoderó de la Concesión Barco, iniciando un saqueo sistemático que, un siglo después, sigue vigente.

El pueblo Barí
Un poco de historia 2. El río en su extenso recorrido binacional recorre montañas desde su nacimiento en el páramo de Abrego, Colombia y a su paso por poblaciones recoge todo tipo de desechos que luego son vertidos a la cuenca del lago que a causa de ello acusa altos niveles de contaminación ambiental sumados a los constantes derrames de petróleo producto de voladuras de oleoductos y si esto fuese poco como tragedia ambiental, hay que sumar materiales químicos usados en la minería legal e ilegal. Durante los siglos XVII y XVIII la economía de la región del Catatumbo estuvo centrada en la producción de caña de azúcar, cacao y al despuntar la independencia y la naciente república se constituyó —todavía lo es— en un área cafetera siguiendo los paradigmas de monocultivo exportador implementado en los circuitos comerciales internacionales hasta el descubrimiento en el siglo XX de los yacimientos petroleros.mpagos y truenos por minuto. |
Los ataques dinamiteros al oleoducto Caño Limón-Coveñas, que transporta petróleo desde Arauca hasta el Caribe, han provocado desastres ambientales catastróficos. Uno de los peores ocurrió en 1988, cuando 93.952 barriles de crudo contaminaron el lago de Maracaibo, afectando el ecosistema binacional.

¿Progreso o destrucción?
El Catatumbo no solo es víctima de los intereses extractivistas, sino también del narcotráfico. La región se ha convertido en un laboratorio al aire libre para la producción de cocaína, con gasolina robada de oleoductos que alimenta refinerías clandestinas. La cocaína, exportada a través de rutas controladas por guerrillas y bandas criminales, genera fortunas que se diluyen en la corrupción y la violencia, dejando a la población atrapada en un círculo vicioso de pobreza y desplazamiento.

Un poco de historia 3. La región del Catatumbo, en el departamento del Norte de Santander, tiene diversos estigmas históricos y etiquetamientos —Juan Manuel Santos; expresidente, premio Nobel de la Paz, la etiquetó como el ‘Bronx colombiano’— entre ellos el sistemático abandono estatal, cultivos de coca la explotación inmisericorde de riquezas minerales por intereses nacionales corporativos y multinacionales que generaron oleadas históricas de violencias sociales, políticas y económicas. La región se encuentra conformada por los municipios de Ocaña; su indudable capital con 139.000 habitantes; El Carmen, Convención, Teorama, San Calixto, Hacarí, La Playa, El Tarra, Tibú y Sardinata. Al interior se encuentran también los resguardos indígenas Barí y Catalaura. La primera oleada de violencia contra grupos poblacionales ocurrió durante el período colonial, pues la arremetida hispana fue despojando de sus tierras ancestrales al grupo étnico Barí, llamados por los hispanos ‘Motilones’ debido a su cabeza rapada en forma de casquete. El ámbito territorial de esta etnia es binacional, según su condición de pueblo ubicado —al igual que los wayuus— en la frontera con Venezuela con una cosmovisión basada en el ser supremo Saymaydódjira, y en los espíritus Sabaseba y Dabiddu. Esta adulteración histórica con un nombre fallido para el pueblo Barí se suma a la supuesta etnia Hacaritama que habitaba el valle del mismo nombre donde se encuentra la ciudad de Ocaña y que parece una ventura de la imaginación del médico ocañero Alejo María Amaya en la revista Los Genitores a inicios del siglo XX. En suma; tanto los motilones y hacaritamas son enmascaramiento procesado por blancos europeístas sobre la etnia indígena Barí con el propósito de adulterar la identidad de los verdaderos ocupantes víctimas del despojo territorial que al final terminaron arrinconados en precarios resguardos. |
Un estado ausente y cómplice
El abandono estatal no es casualidad. Desde la época de la Gran Colombia, cuando las pugnas entre centralismo y federalismo relegaron a la región al olvido, hasta hoy, el Catatumbo ha sido tratado como un territorio desechable. Sus habitantes, desarticulados y desprovistos de lazos culturales sólidos, ven la tierra más como un botín que como un hogar.
Las instituciones han hecho poco o nada por cambiar esta realidad. La falta de regulación efectiva, la corrupción en las concesiones mineras y la incapacidad de garantizar la seguridad alimentan la percepción de un estado fallido que solo aparece para firmar contratos leoninos o enviar fuerzas militares en operativos que no resuelven nada.

¿Hay esperanza para el Catatumbo?
Organizaciones sociales y campesinas como la Asociación de Campesinos del Catatumbo (Ascamcat) han denunciado un posible retorno del paramilitarismo, lo que sumaría otra capa de violencia a un territorio ya asfixiado. Sin embargo, el cambio estructural parece una utopía en un contexto donde las soluciones parciales y la presencia simbólica del estado no abordan las raíces del problema.
El Catatumbo, con su riqueza natural y cultural, podría ser un motor de desarrollo sostenible para Colombia. Pero para eso, el estado tendría que dejar de ser un espectador y asumir su responsabilidad como garante del bienestar de sus ciudadanos.
Un poco de historia 4. Desde la colonia y después en la independencia formal con la república de La Gran Colombia, Ocaña tenía especial importancia estratégica pues se encuentra equidistante de Caracas, Bogotá y Quito. Pero eran tiempos eran de caos jurídico, de guerritas entre terratenientes y próceres buscando el poder político y la fortuna en la incipiente república por lo que se convocó en 1828 a una constitución en esta población que resultó fallida desembocando en rivalidades sectarias; ya manifiestas, entre Santander y Bolívar, con pugnas sobre centralismo y federalismo como formas territoriales de gobierno culminando con la creación de los partidos Liberal y Conservador y la ulterior separación de Venezuela. Este alinderamiento traería consecuencias sobre el Catatumbo que fue fraccionada entre dos países cuyas capitales se encuentran en la lejanía y desesperanza absoluta. Ocaña; muy pronto siguió la suerte de Mompox con los cambios de cauce del río Magdalena quedando enclavada en las montañas, separada del tejido nacional por cambios en las rutas de transporte: la carretera nacional de la costa al interior pasó por Aguachica, Cesar, que lentamente empieza a adquirir importancia en desmedro de Ocaña que trata de vincularse desesperadamente al río Magdalena en 1929 con un cable aéreo desde Puerto Nacional —cerca a la actual Gamarra— hasta Ocaña, inacabado en sus intenciones pues el proyecto original implicaba un tramo final hasta Cúcuta, capital del departamento. Pero era un hecho que los días de gloria como ciudad articuladora del tráfico colonial entre el río Magdalena con Pamplona, Cúcuta, el Táchira y la zona marabina habían quedado atrás y que era un propósito irrecuperable por el cambio de dinámicas comerciales, transporte y territoriales. Los ocañeros inician una lenta migración hacia Bucaramanga, Cúcuta, Aguachica y Barranquilla, en esta última ciudad constituyen parte importante del comercio y servicios, tanto que promovieron al norte de la ciudad en 1958 la iglesia Nuestra Señora de Torcoroma, advocación mariana constituida en patrona de Ocaña. Este proceso de migración tiene consecuencias graves en el Catatumbo pues nadie se percató que este territorio quedaba desarticulado con Cúcuta, capital del departamento, con Ocaña, ciudad enclave de la zona y menos que menos que carecía de importancia para los gobernantes de la capitalina Bogotá quienes se enteran de su existencia con las primeras exploraciones petroleras después de la pacificación de la guerra de los mil días. En 1903 el gobierno nacional en cabeza del presidente José Manuel Marroquín —el mismo que dijo a raíz de la escisión de Panamá: «Me entregaron un país y devuelvo dos»— quién autoriza concesiones de exploración en donde quiera que hubiese yacimientos petrolíferos firmando un contrato con el general Virgilio Barco Martínez, político nacido en Piedecuesta, Santander en 1858, copartidario conservador, abuelo del presidente homónimo, con el objetivo de explorar las posibilidades de petróleo en la región del Catatumbo. Señala Luis Eduardo Páez García, presidente de la Academia de Historia de Ocaña, que Barco implementa una fábrica de kerosén a partir de sus exploraciones que se convertiría posteriormente en el sector de explotación Campo Tibú. Pero el historiador resalta que el área de influencia de Ocaña no implica toda la región del Catatumbo sino solo una parte de sus municipios, aunque los sucesos y problemas repercutan directamente sobre esta ciudad. La expansión capitalista de multinacionales petroleras, que habían puesto antes que el estado sus ojos en la riqueza extractiva del territorio del Catatumbo, propició en 1918 que con triquiñuelas jurídicas y políticas la empresa Colombian Petroleum Company, filial nativa de la poderosa Gulf Oil Company de Estados Unidos se quedara con la Concesión Barco construyendo los primeros oleoductos. Es parte esencial de la estrategia para controlar territorios que posean los insumos fundamentales para alimentar la producción en masa de vehículos del capitalismo expansionista internacional. Este hecho es simultáneo con el descubrimiento en 1914 del pozo Zumaque I, en el lago de Maracaibo y la explotación en gran escala en 1922 del pozo Barroso N°2 lo que implica; no es coincidencia, una visión de exploración, negociación y apoderamiento extranjero de los recursos de la industria del petróleo en la zona binacional colombo—venezolana del Catatumbo. Esta bonanza atrajo a migrantes desde diversas partes de Colombia con el propósito de trabajar en la industria petrolera pero la planta de trabajadores requeridos se copa con la desmedida oferta y es así como muchos de los recién llegados se instalan en baldíos, desbrozando montes, desalojando a la etnia Barí de sus territorios ancestrales para allí instalar viviendas y cultivos en una expansión continua de la frontera agrícola; ya sea por venta a compradores o por presiones violentas sobre sus familias. El conflicto entre colonos y los Barí se agudiza; pues se abrieron trochas configurando nuevos núcleos poblacionales arrinconando a los indígenas que en defensa de los territorios en disputa asesinaron colonos. Causa perdida a la larga, pues una región con tantas riquezas naturales extraíbles era codiciada por inversionistas respaldados por la institucionalidad política y por las fuerzas de seguridad del estado a través de la policía, prontamente rebasada en sus funciones de control y el ejército. La historia del municipio de Tibú es singularmente ilustrativa. En marzo de 1945 la Colombian Petroleum Company devastó la selva para allí construir campamentos para el personal que operaba los yacimientos, hecho refrendado el 8 de marzo cuando el Concejo de Cúcuta en su Acuerdo No. 5, crea el corregimiento de Tibú. A su vez llegan varias misiones de la iglesia católica con el objetivo de evangelizar a los rebeldes Barí. En 1977 la Asamblea de Norte de Santander le dio el estatus territorial de municipio. La colonización del territorio por migrantes atraídos por la bonanza petrolera y la facilidad de instalarse en una región altamente productiva a nivel agrícola causó daños en el ethos colectivo de los recién llegados, con ausencia de lazos culturales, sociales o ancestrales con el territorio ‘descubierto’ generando pérdida del sentido de pertenencia pues era percibido como un botín y por tanto no era deseable establecer nexos empáticos pues era considerado un hábitat provisional. En 1986 fue dado al servicio por parte de la compañía norteamericana Occidental Petroleum Corporation el oleoducto Caño Limón; desde el yacimiento en Arauca, hasta el puerto caribeño de Coveñas con una longitud de 778 kilómetros. En su largo recorrido por 33 municipios tiene 7 estaciones, una de ellas ubicada en Tibú, Norte de Santander. Durante sus 32 años de servicio ha sufrido más de 1500 ataques dinamiteros por parte del ELN y las FARC, en los inicios como expresión de ataque armado contra la intervención imperialista norteamericana sobre los recursos naturales extraíbles y después de forma extorsiva cuando el oleoducto pasó al control de Cenit, filial de Ecopetrol. El problema binacional del Catatumbo se encuentra reflejado en los atentados contra el oleoducto. En 1988; dos años después de la apertura, se produjo un ataque que provocó el vertimiento de 93.952 barriles de petróleo que llegaron a través del río Catatumbo al lago de Maracaibo, en Venezuela, en una catástrofe ambiental de alto impacto sobre el sistema hidrográfico. El 12 de febrero de 2019 hubo una de las tantas voladuras del oleoducto en la vereda Llana Baja, municipio de Teorama, Norte de Santander, en plena región del Catatumbo. Produjo una contaminación del río Catatumbo en 117 kilómetros afectando a comunidades cercanas (San Pablo, El Aserrío y La Gabarra) con una recuperación ambiental probable de la cuenca prevista entre 15 y 20 años. Igual sucede con el lago de Maracaibo pues el Observatorio para la Tierra de la NASA previno en 2021 que su amplia cuenca se encuentra en grave peligro, asfixiándose entre los constantes derrames de petróleo —de los pozos de PDVSA y atentados dinamiteros del oleoducto Caño Limón— y algas. El organismo norteamericano publicó fotos satelitales con cámaras especiales en que se vislumbran vastas concentraciones verdinegras contaminantes. A lo anterior se agrega otra modalidad: las válvulas ilícitas para sacar petróleo del oleoducto hechas con técnicas rudimentarias y que muchas veces producen accidentes mortales a sus manipuladores y al sistema ambiental cercano. En refinerías artesanales en plena espesura selvática sacan un combustible denominado ‘Pategrillo’ que es usado como insumo para el procesamiento de la cocaína en laboratorios inmersos en la espesura selvática o camuflados en bodegas, aunque su pureza sea solo del 75% frente al 90% la que brinda la gasolina vendida en estaciones de servicio. Para producir un kilo de cocaína se necesitan 75 galones lo cual ha promovido un ‘boom’ sobre el comercio de este combustible. Este hecho se suma a otra modalidad de titulación de los bienes inmuebles que cruzan el oleoducto que son “arrendados” para allí montar válvulas y refinerías sin que el real propietario pueda impedirlo bajo el riesgo de amenazas y asesinatos. Recurrir al poder coercitivo del estado es tiempo y acción perdidas. El refinamiento de la cocaína produce diversos efectos ambientales tales como el vertido del crudo en anchas piscinas construidas sin impermeabilización colándose al subsuelo con la afectación de ríos y quebradas, aparte de la deforestación alrededor de los laboratorios que tras ser destruidos por cuerpos de seguridad se reproducen; inmediatamente, en otra parte de la selva. Un juego de nunca acabar en que al final pierde la flora y la fauna agredida con el impacto de estos desarrollos productivos de la refinación de la cocaína. En Ocaña y la región del Catatumbo las estaciones de venta de gasolina para vehículos; algunas de ellas desiertas, se encuentran pegadas unas a otras, en un grado de competencia que no existe ni en los países altamente desarrollados o en distancias de 100, 200 y 300 metros en un auge comercial del expendio de gasolina el cual tiene otras interesantes paradojas. Hace 30 años se comerciaba libremente a menor precio la gasolina venezolana mientras que las estaciones de servicio tenían un subsidio estatal con el estatus de zona fronteriza, vendiendo gasolina a precios entre 15% y 20% menores a los nacionales. Ahora; desmontado el subsidio, el precio de la gasolina en el Catatumbo es el más alto de Colombia. La gasolina y el procesamiento de cocaína son combustibles de una riqueza que se percibe en los comercios de Ocaña en los barrios Santa Clara y Centro; en las cantinas, billares, bares, burdeles y discotecas de los pueblos del Catatumbo en un delirio en el que aparece la ganancias exuberantes de cultivar coca, fabricarla como clorhidrato teniendo como uno de sus insumos la gasolina, exportarla a través de rutas a lo largo de carreteras y ríos en una bonanza permanente teñida de violencia por parte de grupos guerrilleros que son los verdaderos controladores del territorio tras la salida de los paramilitares en el 2006 con la entrega del Bloque Catatumbo de la AUC. Hay indicios de un posible retorno del paramilitarismo y en tal sentido se pronunciaron la Asociación de Campesinos del Catatumbo, Movimiento para la Constituyente Popular, Comité de Integración Social del Catatumbo y Orlando Olave, Obispo de Ocaña: «Los grupos paramilitares hoy rodean la región y la han convertido en objetivos para consolidar sus intereses políticos, económicos y sociales, donde el Catatumbo se constituye en territorio geo—estratégico». El nombre Catatumbo; en lengua Barí, es un intemporal designio que representa el fuego interno contenido dentro de la Casa del Trueno: petróleo, carbón, uranio, calcita, mica, sulfato de cobre, oro, yeso y talco que alimentaran futuros problemas mientras el estado fallido diagnóstica una y otra vez, propone soluciones parciales y hace presencia simbólica ante los conflictos que inevitablemente vendrán. Próximo: Catatumbo y el estado fallido (II): Mamacoca |
Conclusión:
El Catatumbo es un reflejo de las contradicciones de Colombia: una tierra rica que genera pobreza; un estado que, en lugar de gobernar, abdica. Mientras la delincuencia dicte las reglas, el Catatumbo seguirá siendo una quimera de desarrollo y un ejemplo vivo del estado fallido.