Barranquilla, la joya del Caribe colombiano, famosa por su vibrante carnaval, parece tener otra tradición mucho menos gloriosa: el tráfico de influencias. Mientras la danza sigue siendo el alma de la ciudad, las administraciones locales han optado por contratar a una fundación de Bogotá para “integrar socialmente” a los sectores más vulnerables de la ciudad a través del baile. ¿El detalle curioso? La fundación está dirigida por la hija de Germán Vargas Lleras, aliado político de los poderosos Char. Coincidencia o tráfico descarado de influencias, usted decide.

¿Un “baile” muy costoso?

Durante los últimos tres años, la Alcaldía de Barranquilla y la Gobernación del Atlántico decidieron que no era suficiente con las decenas de academias locales de baile. En su lugar, contrataron a la Fundación Vive Bailando y Soñando, con sede en Bogotá, para ejecutar un proyecto de integración social a través del baile. ¿Por qué una fundación de Bogotá, cuando en Barranquilla la danza es prácticamente una religión? Fácil: la directora es Clemencia Vargas Umaña, hija del político Germán Vargas Lleras, socio de la familia Char.

La cifra de la vergüenza

Entre 2021 y 2023, la gobernación de Elsa Noguera firmó contratos con la Fundación por un valor de $1.874 millones de pesos, de los cuales el departamento cubrió el 75%. ¿El alcance? Apenas unos cuantos cientos de niños y adolescentes en sectores vulnerables. Este año, la Alcaldía de Barranquilla se sumó al “baile” con otros $417 millones de pesos, para beneficiar a 200 jóvenes en algunos barrios. Todo esto con recursos del Fondo de Seguridad Ciudadana, que se supone debería combatir la creciente delincuencia en la región.

El “apellido” más que el talento

Es difícil cuestionar el trabajo de una fundación sin parecer despectivo, pero los hechos hablan por sí solos. Si Clemencia Vargas no fuera hija de Germán Vargas Lleras, ¿acaso su fundación habría conseguido contratos tan jugosos en tan poco tiempo? La respuesta es obvia: no. Las más de 30 academias de baile locales deben estar preguntándose cómo es posible que una organización foránea, sin arraigo en la región, se haya llevado contratos millonarios mientras ellas, que conocen mejor las necesidades locales, se quedan con las manos vacías.

¿Impacto real o puro humo?

El proyecto, según cifras locales, ha beneficiado a unos 500 jóvenes en total. Mientras tanto, la delincuencia juvenil sigue en aumento, y los problemas que aquejan a los barrios populares—desempleo, violencia de género, madres adolescentes—persisten sin cambio. ¿Es esto lo que llamamos una inversión efectiva? O, peor aún, ¿es el baile la solución mágica a los problemas sociales?

¿Y las autoridades?

Sorprendentemente, los recursos salen del Fondo de Seguridad Ciudadana, ese mismo que se alimenta de los impuestos de los ciudadanos. La pregunta es: ¿por qué se están destinando estos fondos a proyectos que, aunque bien intencionados, no tienen un impacto directo en la seguridad de la región? Quizás la respuesta esté en el apellido Vargas.

Influencias que “bailan”

El hecho es claro: si no fuera por su parentesco con Germán Vargas Lleras, esta fundación no habría logrado tan rápido acceso a contratos con más de 20 municipios en todo el país. Este caso es un claro ejemplo de cómo el tráfico de influencias sigue siendo una práctica común en Colombia, en donde el apellido pesa más que el mérito o la experiencia local.


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