Lo que alguna vez se anunció como una autopista de progreso para la Altillanura colombiana, que uniría el Meta y el Vichada, ha terminado siendo una trocha casi intransitable. Desde 2015, el gobierno prometió una vía de conexión para la región, pero nueve años después, la realidad es un paisaje de abandono, apenas 11 kilómetros pavimentados y millonarios recursos públicos aparentemente enterrados en el barro. Esta es la crónica de un proyecto que muestra cómo el engaño y la corrupción pueden disfrazarse de “desarrollo”.

Germán Vargas Lleras, Caricature AI

Promesas incumplidas: la falsa autopista de la Altillanura

En noviembre de 2015, Germán Vargas Lleras, entonces vicepresidente de Colombia, anunció con entusiasmo el contrato adjudicado al Consorcio Puerto Carreño para diseñar una autopista que conectaría la Altillanura. Con una inversión de más de $22 mil millones de pesos en estudios y diseños, el proyecto prometía transformar la región y mejorar la conectividad entre el Meta y el Vichada. Sin embargo, los “kilómetros de progreso” se han convertido en una broma de mal gusto para quienes dependen de esta vía.

Una inversión millonaria que no se ve

Desde su adjudicación, el proyecto ha sido un desfile de retrasos y aumentos presupuestales sin resultados palpables. En 2021, el Invías y el entonces gobernador del Meta, Juan Guillermo Zuluaga, anunciaron el inicio de la pavimentación del tramo de 132 kilómetros entre Puente Arimena y El Viento, con una inversión inicial de $500 mil millones de pesos. Para 2023, el costo proyectado ya había escalado a $770 mil millones de pesos, y la meta de pavimentación se redujo a solo 127 kilómetros.

Obstáculos (y excusas) en cada kilómetro

Los problemas comenzaron desde el inicio: faltaban licencias ambientales, no se habían hecho los trámites de adquisición de tierras y varias comunidades indígenas del Vichada alzaron su voz en protesta, exigiendo ser tomadas en cuenta. Aún así, el gobierno persistió en anunciar avances que jamás se materializaron.

Un progreso que nunca llegó

Para 2024, el avance sigue siendo ridículo: solo 11 kilómetros de pavimento, mientras el resto del trazado se mantiene en condiciones deplorables. La falta de mantenimiento por parte del Invías ha convertido esta “autopista” en una trocha que se vuelve intransitable con cada aguacero. Los transportadores, víctimas de esta realidad, mantuvieron un paro de 12 días en septiembre para denunciar el abandono de la vía y exigir respuestas.

¿Dónde están los estudios y diseños de $22 mil millones?

Es inevitable preguntarse para qué el gobierno de Santos destinó una suma tan alta en estudios si, al parecer, no se tradujo en un proyecto viable ni ejecutable. La falta de avance en la obra plantea dudas sobre el destino real de estos recursos, y la falta de transparencia en su gestión convierte a esta vía en otro de los grandes elefantes blancos que dejan la corrupción y la improvisación en Colombia.

La ciudadanía exige respuestas y transparencia

Los reclamos de la ciudadanía y los habitantes de la región no han cesado. El temor a que esta carretera quede en el olvido, como otros proyectos fallidos del país, crece día a día. ¿Cuántas veces más tendrán que escuchar promesas vacías antes de que el Estado responda por sus fallas? Mientras tanto, el sueño de una carretera que conecte la Altillanura sigue siendo eso: un sueño.

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