Los estímulos ofrecidos y ganados en franca lid, deben hacerse efectivo y no solo actos teatrales para la prensa.

Por: Héctor Acevedo Quintanilla

 

Lo que era una buena noticia para el sector cultural de Barranquilla al abrirse en el 2017 una generosa bolsa de estímulos, soportado en la noticia que se convertía en política cultural anual, ha terminado convirtiéndose en una fuente de decepción. Es decir, de desestimulo.

Me explico.

La presentación del Portafolio de Estímulos estaba diseñado, según el respectivo decreto, “en respuesta a la necesidad de apoyar los procesos de investigación, formación, creación, circulación y gestión en todas las áreas artísticas y culturales”. Así, mediante la expedición del Decreto 0432  del 14 de junio del 2017 se dio apertura a la primera fase. Ampliamente publicitada por el monto y que prometía un verdadero impulso a las actividades locales del sector cultural.

Pero no fue así. El mismo decreto contiene unas indicaciones que se han incumplido, paso por paso, por la misma Secretaría de Cultura, Patrimonio y Turismo. Sobre todo en el cumplimiento de los cronogramas de los proyectos presentados por los ganadores. Dice el Decreto: “tenga en cuenta las fechas establecidas en  el cronograma para cada área artística y modalidad. En el caso de haber algún cambio este se respaldará mediante resolución suscrita por el Secretario de Cultura, Patrimonio y Turismo y publicado en el portal web www.barranquilla.gov.co/cultura”.

Una de las curiosidades de la convocatoria fue su apertura en dos fases. Para los resultados de la primera, en áreas como audiovisuales, literatura y otras,  se aplazaron aduciendo la incapacidad de los jurados para evaluarlas debidamente, excusa creíble ante 50, 100 o más proyectos, pero sin ninguna validez en categorías en donde solo concursaban 4, 6 o 12. Por cierto, a fecha de noviembre 21, a los jurados todavía no se les ha cancelado sus servicios.

Al expedirse el respectivo acto administrativo que dio como resultado a los ganadores, la Secretaría de Cultura se encontraba en la obligación administrativa legal de pagarlos, soportada por el decreto No. 011 del 22 de abril del 2016, en donde se manifiesta que la bolsa de estímulos “cuenta con los recursos de destinación específica para el sector cultural en el presupuesto de la Secretaría de Cultura”,  y esta, de entregar los recursos a los ganadores. No ha sucedido así, según estos informan, pues se ha dilatado sin justificación legal, violando los lineamientos contenidos en el articulado de la Constitución Política y del Código de Procedimiento Administrativo en sus principios de responsabilidad, transparencia, coordinación, eficacia y celeridad.

Grave desde cualquier perspectiva que se mire.

Según el decreto de la Secretaría de Cultura, son derechos de los ganadores “recibir los estímulos económicos en las condiciones señaladas en cada área o modalidad de la presente convocatoria”.  Pero tal especificidad legal, una obligación administrativa, no se ha cumplido. Hasta el día 21 de noviembre la Secretaría de Cultura, tres meses después de publicados los actos administrativos que señalan a los ganadores, no ha girado esos recursos con todo lo que ello presupone para la buena marcha de los proyectos.

Algunos, con la necesidad de los recursos para aportar en procesos industriales tecnológicos –grabación de discos, montaje de obra, pagos de transporte, alquiler de equipos, publicaciones, circulación- se han visto en la necesidad de prestar dinero al interés para cubrir los gastos. Ello disminuye sensiblemente los recursos entregados y produce, en la práctica, una rebaja sustancial del monto. Con el agravante -una especie de espada de Damocles dentro del decreto- con advertencias a los ganadores: “No se concederán prorrogas para el desarrollo de los proyectos, salvo caso fuerza mayor o fortuito…los proyectos se deben realizar en los tiempos establecidos por cada convocatoria a partir de la notificación del acto administrativo que designa a los ganadores”.

El cuello de botella y el summun de la incongruencia administrativa es que el plazo se vence el 24 de noviembre y es la hora, día 21, en que la Secretaría de Cultura aduciendo excusas financieras –el paso de los tramites por la Secretaría de Hacienda y una fiducia-, no ha pagado a los ganadores. Como si ese hecho no fuese materia previsible en estas convocatorias. Aparte, y esto si que es malo, con una serie de consecuencias no muy felices para el sector artístico. Una de ellas que incumplieron los cronogramas de trabajo montados en sus respectivos proyectos por la carencia de recursos financieros, postergando su desarrollo o saltando procesos y procedimientos. Con todo lo que ello significa.

Es así que ante la disyuntiva de “incumplirle” a la Secretaría de Cultura, optaron algunos desesperados, como solución extrema, por realizar los proyectos sin los correspondientes recursos económicos con los consecuentes resultados en calidad de los mismos. Un formalismo de papel en la entrega de esos proyectos que muestra la ausencia de responsabilidad de una de las partes intervinientes al no cumplir con sus obligaciones legales: la Secretaría de Cultura. O como dijo lacónicamente un ganador: “ante semejante panorama, la solución es empanada, para salir airoso del paso”.

Según el decreto del portafolio “en el caso de las convocatoria que contempla la entrega de estímulos en 2 o más pagos, el desembolso del último de ellos estará condicionado a la entrega del informe final con sus anexos dentro del plazo máximo de cada convocatoria”. El problema es que todos los plazos se vencieron. No hay 2 o más plazos. Uno solo y no se sabe cuando.

En fin. Un proceso nada estimulante para el sector cultural, ni aleccionador, con la consecuente decepción de los involucrados en el proceso. Por lo menos se saca algo en limpio del proceso: El verdadero estado del arte en Barranquilla.

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