Hoy, 8 de marzo, cuando se conmemora el Día Internacional de la Mujer, a lo largo de la última década, cada vez más mujeres de Latinoamérica y el Caribe han alzado la voz en reclamo de igualdad de derechos para las mujeres y las niñas. 

Y si bien las investigaciones existentes muestran que algunas formas de corrupción afectan de manera desproporcionada a las mujeres, existen hasta el momento escasos datos que indiquen cómo se produce esta situación. 

La publicación del Barómetro Global de la Corrupción (BGC): América Latina y el Caribe (2019) de Transparencia Internacional, ayuda a comprender cómo la corrupción afecta a las mujeres. 

Por primera vez, el BGC pone de relieve datos sobre extorsión sexual, o sextorsión, una de las formas más significativas de corrupción vinculada con cuestiones de género. También presenta datos nuevos sobre las experiencias de soborno que atraviesan las mujeres. 

Acceso a servicios públicos 

De acuerdo al análisis, como cuidadoras primarias de sus familias, las mujeres suelen depender de servicios públicos, lo cual también las torna más vulnerables a determinados tipos de soborno. 

Extorsión sexual  

Cuando el sexo es la moneda con la cual se paga el soborno, las evidencias señalan que existe un sesgo de género que afecta particularmente a las mujeres; algunas mujeres son coaccionadas para brindar favores sexuales a cambio de recibir servicios públicos, como atención médica y educación. 

Según Transparencia Internacional, en los 18 países sondeados, los resultados fueron que una de cada cinco personas atraviesa situaciones de extorsión sexual, o sextorsión, al intentar acceder a un servicio gubernamental, como atención de la salud o educación, o conoce a alguna persona que ha tenido una experiencia de este tipo. 

Los datos también indican que el 71 % de las personas consideran que la sextorsión se produce, cuanto menos, ocasionalmente. 

Lo que piensan las mujeres sobre la corrupción 

Las mujeres tienen opiniones diferenciadas sobre la corrupción, ya sea con respecto a si el problema se agrava o a qué está haciendo el gobierno al respecto. 

En varios países, la mayoría de las personas creen que las denuncias realizadas por hombres tienen mayores probabilidades de dar lugar a medidas que las presentadas por mujeres. 

Las mujeres son escépticas en cuanto a denunciar hechos de corrupción y tienen dudas de que las personas comunes puedan marcar una diferencia determinante en la lucha contra este fenómeno. 

Las mujeres son menos proclives a pensar que las personas comunes pueden tener una influencia decisiva para terminar con la corrupción. 

Las mujeres son menos propensas a pensar que las personas pueden denunciar la corrupción sin temor a sufrir represalias. 

Las mujeres son menos proclives a pensar que se tomarán las medidas correspondientes una vez que se denuncien actos de corrupción. 

Es menos probable que las mujeres sepan que tienen derecho a solicitar información a instituciones públicas. 

Leonor Ortiz Monasterio, integrante de la Unidad de Investigación Aplicada de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, hace un análisis de la relación corrupción frente al género. 

Señala la investigadora que “la literatura aborda las diferencias en comportamiento en tres ejes principales: diferencias de género en actitudes frente a la corrupción, diferencias de género en la aceptación de sobornos y diferencias de género en la oferta de sobornos”. 

“Sumado a los experimentos de comportamiento, ciertas encuestas muestran que las mujeres son más propensas a pensar que los actos de corrupción son indeseables (Swamny et. al, 1999) y, en general, a tolerar menos la corrupción. En trabajos posteriores (Esarey y Chirillo, 2013) se muestra que autocracias en las que hay altos niveles de corrupción, tanto hombres como mujeres condonan los actos de corrupción en la misma proporción. En países donde la corrupción está más estigmatizada las mujeres están en desacuerdo con actos de corrupción con mayor frecuencia que los hombres y son menos propensas a participar en prácticas corruptas. Es decir, las mujeres son más sensibles a los señalamientos sociales”, indica. 

Y advierte que frente a la creencia de que las mujeres tienden a ser menos corruptas que los hombres, existen varios estudios de principios de los 2000 que muestran una correlación entre altos niveles de corrupción y poca participación de mujeres en el gobierno. Así, recomendaciones del Banco Mundial en 2001 afirmaban que la participación de las mujeres en el gobierno reduciría la corrupción. Sin embargo, no hay una relación clara de causalidad entre ambos fenómenos. Al contrario, estudios posteriores apuntan que no es la presencia de las mujeres en puestos de gobierno por sí misma lo que reduce la corrupción, sino las variables implícitas. 

“Los países que tienen mejores constituciones, más respeto a los derechos humanos, mejor estado de derecho, más y mejor acceso a una educación de calidad, por nombrar algunos factores, son al mismo tiempo los que tienen más mujeres en el gobierno y menos corrupción. (Cheung y Hernández-Julián, 2006). Por lo tanto, aunque sí hay una correlación entre equidad de género en el gobierno y menos niveles de corrupción no es prudente tomar esto como una explicación causal”, precisa el informe. 

Lo que sí rcalca es que cada vez hay más investigaciones que demuestran que la corrupción impide que las mujeres entren en puestos de alto nivel en política y negocios. La corrupción y el mal gobierno tienen un efecto negativo en la participación de las mujeres en la política, atrapándolas en el círculo vicioso de desigualdad de género, falta de empoderamiento y corrupción. 

“Una investigación en 18 países europeos muestra que la corrupción, el clientelismo y las redes políticas tienen un impacto negativo en la proporción de mujeres elegidas en los consejos locales, reduciendo aún más sus oportunidades de participación política”, concluye. 

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