Mientras la élite empresarial lo ovaciona en Cartagena, Jorge Enrique Ibáñez Najar mantiene enterrada una verdad que expone los mecanismos invisibles del poder judicial colombiano
El 16 de agosto de 2025, mientras los empresarios más poderosos de Colombia se ponían de pie para ovacionar a Jorge Enrique Ibáñez Najar en el congreso de la ANDI en Cartagena, un hecho permanece oculto en los archivos judiciales: el expediente que lo declaró padre extramatrimonial había desaparecido misteriosamente. No se trata de un simple extravío burocrático. Es la manifestación perfecta de cómo opera el sistema de impunidad que protege a quienes detentan el poder en Colombia.
El Mecanismo Invisible: Cuando la Justicia se autoborra
La historia que no contaron los aplausos comenzó el 11 de octubre de 2021. Un hombre solicitó al Juzgado Sexto de Familia de Ibagué una copia rutinaria de un expediente de paternidad fallado diecisiete años atrás. El cartapacio había desaparecido como por arte de magia. Lo único que sobrevivió fue una copia en la notaría de Tunja, donde el registro original no pudo ser manipulado (ver Casa Macondo).
¿Casualidad? El profesor Alejandro Nieto, en su obra póstuma «El desgobierno de lo público», advirtió sobre esta corrupción estructural: no son casos aislados, sino «una práctica sistemática integrada en el funcionamiento del Estado». El expediente de Ibáñez Najar es la prueba viviente de cómo el sistema se autocorrige para proteger a sus élites.

La Radiografía de una manipulación perfecta
El juez José Fernando Osorio Cifuentes había sido claro en su sentencia del 18 de mayo de 2004: «La madre del demandante siempre fue manipulada por el demandado para que no lo demandara, dada su condición de hombre público conocido y evitar igualmente que su hogar se destruyera por encontrarse casado«. Jorge Enrique Ibáñez Najar, entonces funcionario del Banco de la República y aspirante a magistrado, había ejercido el poder de manera sistemática para ocultar su paternidad.
La prueba de ADN del laboratorio Yunis Turbay confirmó con más del 99,99% de certeza que era el padre. Pero Ibáñez no se conformó con el resultado. Según él mismo admitió, «era probable que la prueba de ADN fuera falsa» y solicitó a su abogada que apelara y pidiera la nulidad del proceso. Convenientemente, esa abogada «abandonó el seguimiento del proceso» y la documentación desapareció.
El Sistema Silencioso en acción
Mientras Ibáñez Najar recibía ovaciones en Cartagena por «mantenerse firme», como lo expresó el alcalde Federico Gutiérrez, la investigación de la Fiscalía sobre la desaparición del expediente se archivó sin resultados. La fiscal Martha Liliana Mendoza Hernández cerró el caso argumentando que no existía «información suficiente» para identificar al responsable.
Esta es la lógica invisible que denuncia la metodología de «Verdad Oculta»: el sistema no falla, funciona exactamente como está diseñado. Protege a sus élites mediante la desaparición selectiva de evidencias, la complicidad institucional y la naturalización de la impunidad.
El Impacto Oculto: Una sociedad que aplaude al silenciador
La ovación en el congreso de la ANDI no fue solo un reconocimiento empresarial. Fue la confirmación de que la sociedad colombiana muchas veces «aplaude al corrupto» y «merece sus cadenas». Los empresarios más influyentes del país vitorearon a un magistrado cuya historia personal refleja exactamente los mecanismos de poder que perpetúan la desigualdad y la injusticia.
Cada aplauso resonó como una bofetada a l0s 19 años de silencio que Ibáñez impuso a su hijo a cambio de costearle los estudios en Bogotá. Cada «¡bravo!» fue un espaldarazo al sistema que permite que un expediente judicial desaparezca sin consecuencias. Cada ovación legitimó la cultura del «quien tiene poder, tiene razón«.
La Conexión Perdida con la dignidad nacional
Jorge Enrique Ibáñez Najar redactó en abril de 2024 la Sentencia T-127, donde estableció que «el derecho fundamental a la identidad de los hijos no reconocidos exige que el Estado garantice, mediante procedimientos ágiles y efectivos, el reconocimiento de su filiación paterna». La ironía es dolorosa: el magistrado que negó durante 19 años la identidad a su propio hijo ahora dicta cátedra sobre derechos fundamentales.
Esta contradicción no es accidental. Es la manifestación de un sistema donde quienes detentan el poder judicial han normalizado la doble moral como método de gobierno. «Han aprendido a disfrazar la corrupción de gestión» y «el que roba pero hace se vuelve más popular que el que propone con decencia«.
El Ciclo Secreto que perpetúa la impunidad
La historia de Ibáñez Najar expone el ciclo completo de la corrupción estructural colombiana:
- Negación inicial: El poderoso niega sus responsabilidades
- Manipulación sistémica: Ejerce presión sobre las víctimas para mantener el silencio
- Resistencia legal: Desafía las pruebas y apela los fallos
- Desaparición de evidencias: Los expedientes se «extravían» misteriosamente
- Archivo de investigaciones: Las autoridades abandonan las pesquisas
- Legitimación social: La élite lo aplaude y ratifica su poder
Este no es solo el caso de un magistrado que ocultó su paternidad. Es la radiografía perfecta de cómo funciona la impunidad en Colombia: sistemática, estructural y socialmente validada.
La Verdad que nunca cuentan todo
Mientras los medios tradicionales se limitaron a reportar los aplausos en Cartagena como una muestra de «apoyo institucional», la verdad oculta revela una historia mucho más siniestra. El presidente de la Corte Constitucional, el hombre encargado de defender los derechos fundamentales de todos los colombianos, construyó su carrera sobre la negación sistemática de los derechos de su propio hijo.
La desaparición del expediente no es un misterio sin resolver. Es la confirmación de que en Colombia existe una red subterránea de protección para las élites judiciales, donde la evidencia inconveniente simplemente se evapora y las investigaciones se archivan por «falta de elementos«.
El llamado que nadie quiere escuchar
Los aplausos en Cartagena se han silenciado, pero la pregunta permanece: ¿Cuántas verdades más permanecen ocultas en los archivos «perdidos» de la justicia colombiana? ¿Cuántos expedientes más han desaparecido para proteger a quienes deberían ser ejemplo de rectitud?
La historia de Jorge Enrique Ibáñez Najar no es solo la crónica de un reconocimiento de paternidad negado. Es la demostración empírica de que en Colombia el poder judicial opera bajo las mismas reglas de impunidad que critica en el poder político. Es la prueba de que una sociedad que aplaude a sus corruptos no solo los legitima: los perpetúa.
La próxima vez que escuches hablar de «independencia judicial» o «rectitud institucional«, recuerda esta historia. Porque la verdad no solo se lee, se siente. Y duele admitir que quienes deberían proteger la justicia son los primeros en pisotearla cuando les conviene.
El sistema no está roto. Funciona exactamente como fue diseñado: para proteger a quienes lo controlan.



