Cuando la inoperancia se celebra como éxito

Después de seis años de abandono y más de $31 mil millones invertidos, el Centro de Desarrollo Integral (CDI) de Arjona, Bolívar, finalmente abrió sus puertas. Un proyecto que, en teoría, debía haberse entregado en 2017. Hoy, entre aplausos y cortes de cinta, los responsables celebran como si corregir su mediocridad fuera una hazaña.

¿Por qué tanto escándalo por cumplir con lo que debía haberse hecho hace años? La realidad detrás de este “triunfo” es un recordatorio más de la ineficiencia crónica de los entes de control, que apenas logran maquillar las consecuencias del robo descarado de los recursos públicos.

Obras inconclusas: la marca registrada de la corrupción

En Colombia, los “elefantes blancos” son ya parte del paisaje. ¿Quién no conoce alguna escuela, hospital o puente que quedó a medio construir? Este CDI no fue la excepción: desfinanciado, suspendido y deteriorado durante años, se convirtió en otro símbolo del desinterés estatal por el futuro de las comunidades más vulnerables.

Mientras tanto, los niños de Arjona pasaban su primera infancia sin el espacio digno que se les prometió, mientras los contratistas y funcionarios responsables del atraso seguramente dormían tranquilos.

La Contraloría: bomberos de incendios que ellos mismos permiten

La Contraloría General de la República se ha dado el lujo de autoproclamarse heroína al rescatar este proyecto. Su estrategia “Compromiso Colombia” es presentada como la panacea, pero ¿dónde estaban estos guardianes del presupuesto cuando los fondos desaparecieron, sobre todo los recursos de regalías, o las obras se paralizaron?

Mediocridad de los entes de control en obras públicas” no es una frase cliché; es un diagnóstico. En lugar de prevenir, estos organismos actúan como bomberos que apagan incendios que ellos mismos permitieron al mirar hacia otro lado durante años.

La corrupción: siempre ganando la partida

A pesar de los discursos optimistas, no hay sanciones ejemplares, ni contratistas en la cárcel, ni funcionarios destituidos por la vergonzosa demora de más de seis años. El mensaje es claro: en Colombia, la corrupción tiene más incentivos que consecuencias.

Según el informe, uno de los mayores problemas fue la falta de recursos. Pero, ¿quién explica cómo un proyecto financiado con regalías por $31.926 millones se quedó sin dinero? La única respuesta posible apunta al descarado saqueo del erario.

Conclusión: un “triunfo” con sabor a derrota

Sí, hoy 300 niñas y niños disfrutan de un espacio digno en el CDI de Arjona. Pero no es gracias al sistema, sino a pesar de él. Este caso refleja la urgente necesidad de reformas profundas en los entes de control, que deben pasar de ser espectadores pasivos a verdaderos guardianes del bienestar público.

Si seguimos celebrando victorias que son, en realidad, derrotas maquilladas, los niños del futuro heredarán no solo elefantes blancos, sino un sistema corrupto que se niega a cambiar.


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