La mesa servida: Cómo un condenado por corrupción vuelve a tejer su “Red de Poder” en Soledad
Hay algo profundamente obsceno en la naturaleza humana que permite que un hombre condenado por intentar comprar la justicia se sienta tranquilamente en un restaurante de lujo a planificar su próximo golpe al erario público. Eduardo Pulgar Daza, el exsenador que quiso sobornar a un juez con $200 millones para favorecer a un amigo, no solo está libre por «buena conducta«, sino que ya está de vuelta en lo que mejor sabe hacer: tejer su red subterránea de influencias.
El regreso del Cacique
El 15 de julio, en el elegante restaurante Beyrouth del norte de Barranquilla —porque la corrupción también tiene sus estándares gastronómicos—, Pulgar reunió a su tropa de concejales de Soledad. No fue una cena de reencuentro. Fue una sesión de planificación estratégica para repartirse la torta más jugosa que tiene el municipio: $250 mil millones en contratos.
La escena tiene todos los ingredientes de una tragicomedia colombiana: un condenado por corrupción orientando a funcionarios electos sobre cómo manejar recursos públicos. Porque en Colombia, al parecer, ir a la cárcel por soborno es simplemente un posgrado en administración pública.
Los comensales del festín
Entre los invitados estuvo Joao Herrera, ese curioso personaje que llegó al Concejo «por oposición» después de perder las elecciones criticando precisamente las conexiones de la alcaldesa con… Eduardo Pulgar. Irónico, ¿verdad? Herrera, que se rasgó las vestiduras durante la campaña denunciando la influencia de Pulgar, ahora comparte manteles con él. En Colombia, la coherencia política es un lujo que pocos se pueden permitir.
El menú de la corrupción
¿De qué hablaron mientras degustaban sus exquisiteces? De dos proyectos que suman una fortuna:
Plato Principal: La Concesión de Triple A
El contrato de acueducto y alcantarillado que vence el 30 de septiembre. Un negocio que controla el agua de 50% del municipio. Porque nada dice «servicio público» como tener que pasar por el filtro de un exsenador condenado para que te llegue el agua al grifo.
La concesión ha sido prorrogada cuatro veces desde 2001, con nueve modificaciones. Es el contrato que nunca muere, como esos zombies de las películas de terror. Y cada vez que necesita renovación, aparecen las mismas figuras siniestras moviendo los hilos en la penumbra.
Postre Millonario: La Circunvalar
Una licitación por $80 mil millones que se adjudicará «casualmente» a finales de julio. Porque la infraestructura pública en Colombia siempre ha sido el mejor negocio para los amigos del poder.
La Red Subterránea en acción
Este caso ilustra perfectamente cómo funciona la Red Subterránea de la corrupción en Colombia. No es solo Pulgar. Es todo un ecosistema:
- Los Ejecutores: Concejales que votan lo que les dicen
- Los Legitimadores: Funcionarios que dan apariencia legal a los acuerdos
- Los Beneficiarios: Empresarios que reciben contratos sobrevalorados
- Los Protectores: Sistema judicial que otorga libertades condicionales por «
buena conducta«
Esta red opera en las sombras, utilizando restaurantes elegantes como salas de juntas, manipulando emociones colectivas con discursos de desarrollo y progreso, mientras saquean sistemáticamente los recursos que deberían garantizar servicios básicos a los ciudadanos.
El espectáculo de la impunidad
Lo más perturbador no es que Pulgar esté libre —la ley así lo permite—. Lo verdaderamente nauseabundo es que nadie se inmute por su regreso a la escena política activa. Como si cuatro años de cárcel por intentar comprar un juez fuera simplemente un curso de actualización en técnicas de corrupción.
La comunidad lo ve, los medios lo reportan, los organismos de control lo saben, pero el espectáculo continúa. Porque en Colombia hemos normalizado que los condenados por corrupción regresen como si nada, con la misma sonrisa cínica y la misma voracidad por los recursos públicos.
El costo de la complicidad
Mientras Pulgar y sus comensales planificaban el reparto, los habitantes de Soledad enfrentan la posibilidad de quedarse sin agua si la concesión no se renueva adecuadamente. Los gremios del Atlántico ya alertaron sobre el riesgo, pero sus voces se pierden entre el tintineo de copas y el susurro de cifras millonarias.
Esta es la Lógica Invisible de la corrupción: los que deciden sobre tu agua potable, tu infraestructura vial, tus servicios básicos, son los mismos que han convertido lo público en su negocio privado. Y lo hacen con total descaro, porque saben que el sistema los protege.
La traición a la democracia
Eduardo Pulgar no es solo un individuo corrupto. Es el símbolo de un sistema que permite que los condenados por traicionar la confianza pública regresen a posiciones de influencia. Es la prueba viviente de que en Colombia, la corrupción no solo se tolera: se premia.
Su presencia en esa mesa no fue casual. Fue un mensaje claro: «Estoy de vuelta, y las reglas del juego siguen siendo las mismas«. Un recordatorio de que la Red Subterránea nunca se desmanteló, solo esperó el momento adecuado para reactivarse.
El despertar necesario
Esta historia debería indignarnos, pero más importante aún: debería despertarnos. Porque cada vez que normalizamos estos actos, cada vez que nos encogemos de hombros ante la impunidad, estamos siendo cómplices de nuestro propio despojo.
La Red Subterránea existe porque nosotros se lo permitimos. Funciona porque hemos aceptado que «así son las cosas«. Pero las cosas pueden cambiar cuando dejamos de ser espectadores pasivos y empezamos a exigir que los recursos públicos se manejen para el bien común, no para el enriquecimiento de unos pocos.
Eduardo Pulgar puede haber regresado a sus andanzas, pero esta vez los ciudadanos tenemos la oportunidad de estar vigilantes, de no permitir que el espectáculo de la corrupción continúe como si fuera entretenimiento dominical.
La verdad no se negocia en restaurantes de lujo. Se construye con transparencia, se defiende con valentía y se preserva con la vigilancia ciudadana constante.



