Barranquilla febrero 15 de 2020

Compañeros
Aunque muchos me llaman aburrido y amargado, favor que me hacen, no pierdo la oportunidad para aguarle la fiesta a algunos que se cruzan en el camino, el mío y el de mis amigos.

Soy puntual al referirme a la llamada Noche de Guacherna, que lo único atractivo que encuentro son las horas de la noche en que se celebra la fiesta. De resto, con contadas excepciones, se ha convertido en un derroche de colores y luces para una feria privada empresarial.

En carnaval acostumbro en la mayoría de los casos a ver los toros desde la barrera. Digo en la mayoría, porque al tratarse de música y tradición agarro mi sombrero vueltiao y salgo como perro flaco detrás de las polleras.

Admiro los hacedores de la cultura, pero detesto los burócratas que se amamantan de ella. Ayer confirmé que los integrantes de la Junta del Carnaval vinieron al mundo por generación espontánea, ¡partida de desmadrados! ¡negreros! Como diría nuestro ya casi centenario amigo Chelo De Castro, cójanme el siguiente trompo con la uña del dedo meñique para que lo bailen: alguien de mis afectos me ha convencido para que le acompañe a observar la Guacherna, ya que su viejecita querida hace parte del grupo Las Flores de Barranquilla, donde la gran mayoría de sus integrantes, todas mujeres, ya han pasado los 70. Y nos dieron como dice la canción, las ocho, las nueve, las diez, las once y nada que aparecían las muy bellas.

Por fin pasaron después de doce luchando con la presión alta, la baja y la glicemia. Me extraña que se haya ido de aguante la directora del grupo Lina Babilonia, con la voz y el galillo que tiene para levantar la queja. Señores de Carnaval S.A: no son los años 1600, no le peguen a mi negra, y no le peguen a nuestras viejas, porque las viejas se me respetan.

P.D. Llamarlos desmadrados y negreros es un piropo, la palabra precisa es otra.
Att,
RICARDO FERNÁNDEZ SUAREZ

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