Un juez de Barranquilla ha dejado en libertad al empresario Julio Gerlein, exonerándolo del delito de concierto para delinquir en el escandaloso caso de compra de votos relacionado con la campaña legislativa de 2018 de la excongresista Aída Merlano. Esta decisión no solo ha provocado indignación entre quienes luchan contra la corrupción, sino que también ha reforzado la percepción de que en Colombia, la justicia es un privilegio reservado para los poderosos, mientras que los ciudadanos comunes quedan a merced de un sistema corrupto y desigual.
Un fallo que refuerza la desconfianza
El Juzgado Tercero Penal del Circuito con Función de Conocimiento de Barranquilla, en un dictamen que ha sido ampliamente criticado, determinó que no existían pruebas suficientes para condenar a Gerlein. A pesar de que la Fiscalía General de la Nación lo había acusado de concierto para delinquir, corrupción al sufragante y violación de los topes de gastos en campañas electorales, el juez consideró que los elementos probatorios presentados no eran suficientes para una sentencia condenatoria.
La defensa de Gerlein, liderada por Jaime Lombana, argumentó que las acusaciones se basaban en «declaraciones contradictorias
» y que no existían pruebas sólidas para sustentar una condena. Sin embargo, este fallo ha levantado serias dudas sobre la eficacia de las instituciones judiciales en Colombia, especialmente cuando se trata de casos que involucran a figuras poderosas y adineradas.

La sombra de la corrupción sigue presente
Este caso no es un hecho aislado. La historia reciente de Colombia está llena de ejemplos en los que la corrupción y la influencia política han interferido en el curso de la justicia. La excongresista Aída Merlano, quien cumple condena en una instalación militar en Malambo, Atlántico, había señalado a Gerlein como uno de sus colaboradores en su fuga. Además, Merlano ha afirmado que los hermanos Gerlein, junto con los poderosos Char, le ofrecieron grandes sumas de dinero para que guardara silencio en sus declaraciones ante la Corte Suprema de Justicia.
Una justicia que se hace esperar para algunos
El proceso judicial contra Julio Gerlein y Arturo Char ha sido largo y tortuoso. La Fiscalía, que no se da por vencida, ha anunciado su intención de apelar la decisión del juez el próximo 9 de septiembre. Sin embargo, la lentitud del sistema judicial y la aparente falta de voluntad para enfrentar a los poderosos ha dejado un mal sabor en la boca de muchos colombianos que ven cómo los casos de corrupción se dilatan o se desvanecen en los laberintos burocráticos de la justicia.
Arturo Char: ¿el próximo en ser exonerado?
El exsenador Arturo Char, acusado de haber sellado una alianza política con Merlano y Lilibeth Llinás para financiar ilegalmente sus campañas, podría correr la misma suerte que Julio Gerlein. A pesar de las múltiples pruebas e indicios que lo vinculan con la compra de votos y otras irregularidades, su proceso judicial ha avanzado a paso de tortuga.
El caso contra Char ha estado plagado de tácticas dilatorias por parte de su defensa, incluyendo solicitudes de nulidad, recursos de reposición, tutelas y recusaciones de magistrados. Aunque la Corte Suprema de Justicia le dictó una medida de aseguramiento en septiembre de 2023, Char fue liberado poco después debido a cambios en el equipo de magistrados y a una licencia concedida al magistrado Francisco Farfán.
Valorcon y el poder económico detrás del caso
No es casualidad que la empresa Valorcon, propiedad de los Gerlein, haya obtenido contratos por cerca de $190 mil millones de pesos durante la segunda alcaldía de Alex Char. Esta relación de poder y dinero ha sido fundamental para mantener la influencia política y económica de los Gerlein y los Char en Barranquilla y el Atlántico.
Después del escándalo de Aída Merlano, la compañía Valorcon solicitó reorganización empresarial por insolvencia ante la Superintendencia de Sociedades, un movimiento que muchos interpretan como una estrategia para proteger sus intereses en medio de la tormenta judicial.
¿Justicia o impunidad?
En Colombia, la justicia sigue cojeando, y cuando llega, no siempre parece ser justa. La exoneración de Julio Gerlein y la lenta marcha del proceso contra Arturo Char son recordatorios sombríos de que la corrupción sigue siendo un cáncer que corroe las instituciones del país. Los colombianos esperan que, en algún momento, la justicia prevalezca, pero por ahora, la impunidad parece tener la última palabra.