En el Apéndice l del opúsculo Sobre la paz perpetua (Tecnos), denominado Sobre la discrepancia entre la moral y la política respecto a la paz perpetua, el filósofo prusiano Immanuel Kant, en 1795, enseñó que:

Tal enseñanza kantiana, creo vigente para un país en guerra y anhelante de una paz duradera, como Colombia o Macondo, puede interpretarse, literal o teleológicamente, en el sentido que La Moral (lo ético) es lo que debe presidir la política y el derecho. O sea, lo ético (el estudio filosófico de la moral social) es lo que fundamenta al Derecho (lo legal) como disciplina o ciencia humana para la convivencia pacífica y la resolución de los conflictos que genera la vida humana.

He recordado esa lección, aprendida en un claustro universitario, por la recurrente, reciente y actual acefalía que se vive en la Contraloría y en la Personería del Distrito de Barranquilla por los denunciados, en  noticias judiciales, actos de corrupción administrativa y política cuyos actores fueron las cabezas de tales, mal llamados, “órganos de control” fiscal y legal.

Además porque la filosofía liberal kantiana está irradiada en la médula de la Constitución Política del 91. Lo que me indica que los protagonistas de la ola de corrupción en la vida política distrital, algunos de ellos docentes indecentes universitarios, no han sido educados ni formados en los postulados constitucionales vigentes. O mejor son unos cínicos ignorantes de los mismos.

Ola de corrupción que en estos tiempos de la pandemia proviene del contenido tecnológico de unos audios  que evidenciaron el siguiente panorama en nuestra ciudad: 

Un senador de la República, en su vivienda de lujo, propone a un juez de la República, en ese momento, “200 barras”($200.000.000) para que ayude, en un proceso judicial, los intereses de un alto directivo de una Universidad. El senador fue fiscal y concejal y su protegido cónsul de un país vecino. 

A los pocos días de ese “affaire”, el gerente de la empresa que presta servicios domiciliarios de agua potable, aseo y alcantarillado, divulga que el flamante Contralor Distrital, en ejercicio del cargo de vigilante de dineros públicos, le propone que contrate, para su asesoría legal, los servicios jurídicos al bufete de abogados de un ex-rector universitario, que acababa de ser el Secretario Jurídico del Departamento del Atlántico y, como tal, era el asesor del Gobernador cuando éste presidia las sesiones del Consejo Superior de la única universidad estatal del Departamento.

Luego se sabe que el contralor distrital, que renuncia irrevocablemente al conocerse el audio grabado por el Gerente, es socio del bufete de “juristas” recomendado. Y que el mismo bufete había sido contratado por la propia Contraloría por intermedio de una firma de una supuesta entidad educativa, representada por la progenitora del sabio Contralor (él dice ser el que más  derecho administrativo sabe  en la ciudad y sus alrededores), con la cual  suscribieron  millonarios contratos con la Corporación que vela por los recursos ambientales en la Región y cuya junta presidía el mismo Gobernador, que el presidente del Consejo de la principal universidad de la Región, quien es un pro-hombre que publica columnas de opinión política y educativa.

Pero cuando el fuego santo de la corrupción ardía en el piso de la Contraloría Distrital, se conoce que una reciente designada, en encargo, Personera Distrital había contratado, por suma millonaria, a la esposa y a la hermana del saliente Personero, con apellido de apóstol (San – Juan), para que asesoraran al Ministerio Público cuyo fin constitucional es la defensa de la legalidad.

Pero dicha ex-personera, por una “palomita”, llama a una emisora, con sintonía total, para decir, con voz de yo no fui, que esa contratación de la cónyuge de su ex-jefe y su sister de sangre de evangélista, es legal. Es decir, no es inmoral o antí- ético.

Es esta declaración radial de la ex-personera distrital, la que me obliga a volver a esta historia de educados vividores del erario y del presupuesto público, que posan en los claustros como maestros, no sólo en leyes, sino de ética pública. ¿Y por qué? Porque todo lo legal para serlo debe ser ético, primero y siempre. Veamos.

Antes me permito recordar otra enseñanza ética. Esta vez de Aristóteles quien en su Ética Nicomáquea (Gredos), lecciones escritas a su hijo Nicomaco, al desarrollar su teoría de la justicia expresó: “Vamos a considerar los diversos sentidos de la palabra “injusto”. Parece que es injusto el transgresor de  la ley, pero también el codicioso y el que no es equitativo, luego es evidente que el justo será el qué observa la ley y también el equitativo. De ahi que lo justo sea lo legal y equitativo, y lo injusto, lo ilegal y lo no equitativo“(ver 1129b, nomenclatura universal).

O sea para que una conducta sea justa (ética) debe ser legal y equitativa. Es la lógica propuesta aristotélica de mucho antes de la edad de Cristo.

La ex-personera distrital al contratar a las parientes políticas y sanguíneas del Ex-personero no solo actuó ilegalmente, sino inmoralmente, ya que contrató al saliente personero por interpuesta persona, su esposa y a la cuñada de ésta. 

Al respecto el artículo 126 constitucional señala: “Los servidores públicos no podrán nombrar como empleados a personas con las cuales tengan parentesco hasta el cuarto grado de consanguinidad, segundo de afinidad, primero civil o con quien estén ligados por matrimonios o unión permanente”

Esta es una norma de ética pública, o sea de moralidad administrativa, torcerle el pezcueso como hizo la ex personera “de palomita”, no solo es ilegal sino anti-ético porque con esos contratos está favoreciendo al grupo familiar de su exjefe. Por eso, su conducta no solo resulta ilegal, injusta, inequitativa y corrupta a los postulados de transparencia de la ética pública.

La ética en la Constitución Política

Es bueno recordar que todas las normas legales atinentes a inhabilidades, incompatibilidades y conflictos de intereses son de primera naturaleza ética y deben ser aplicadas desde una lectura moral de nuestra Constitución Política.

Pero no puedo concluir, sin volver a Kant, para luego contarle un dato sobre el eventual origen de “la olla podrida” como decía Juan Gossain, en nuestros órganos de control distrital.

En el mismo opúsculo citado el filósofo, considerado el determinador de la Revolución Francesa, precisa:

“La política dice: sed astutos como la serpiente. La moral añade (como condición limitativa): y cándidos como las palomas. Si no pueden existir ambos en su mismo precepto, hay realmente un choque entre la política y la moral; pero si se unen, resulta absurdo el concepto de contrario y no se puede plantear como un problema la resolución del conflicto entre la moral y la política. Aunque la proposición la honradez es la mejor política encierra una teoría que la práctica lamentablemente contradice con frecuencia, la proposición, igualmente teórica, de la honradez es mejor que toda política, infinitamente por encima de toda objeción, es la condición ineludible de aquella primera” (pág. 46, La Paz Perpetua).

Cuando, oculto en mi tapaboca, caminaba pausadamente, a lo Marcelo Mastroniani,  por un centro comercial, me encontré con una fuente, de esas llamadas “garganta profunda”, quien me dijo “marica te andaba buscando, loco!. Y eso, pregunté. Para contarte cómo es el maní. Cuál? El de la Contraloría y de la Personería. Ah! Cuenta pues. Hey llave! Esos cargos son comprados. Nada de hoja de vida honorable. A cada concejal hay que tirarle un billete largo. Y como son una tarranta de manes charúas de plata, al que eligen o se presta para comprar el puesto, carga desde su posesión una deuda millonaria. Así es la vaina, man.

Después de saber tal historia que rueda por los bordillos de Barranquilla, recordé, vivir para creerlo, que la profesora española Adela Cortina cree que la Ética debe ser una Cátedra Universitaria. Yo también lo creo. Y ello? Para educar en la honestidad y evitar que no haya tanto “brothers” deshonestos.

¿Será –me pregunto–, que Barranquilla elige concejales que no escojan “serpientes” para vigilar “palomas”? Mientras tanto la Hacienda Pública Distrital carece de control. O sea, en la ciudad no hay seriedad. no hay honestidad. Es un patio escueto anidado de víboras. 

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