El 8 de octubre de 2025, Cecilia Orozco Tascón desmanteló en una columna quirúrgica el relato del exfiscal Francisco Barbosa: no dejó la precandidatura presidencial por falta de seguridad; se bajó porque nadie lo respaldó. Punto. En su pieza, Orozco recordó que ni la UNP ni la Policía podían “mejorarle” esquemas por fuera de la ley —esa responsabilidad recae en la entidad que sirvió— y que, además, su aspiración ni siquiera estaba formalizada. La frase que duele, y que explica todo: “Barbosa miente… renuncia porque nadie le paró bolas”. ELESPECTADOR.COM

En paralelo, la versión “oficial” se repitió en televisión: Barbosa habló de “condiciones de seguridad” como razón central de su retiro. El contraste entre lo dicho en el set y lo comprobable en papel es el corazón de esta historia. semana.com

El mecanismo expuesto: victimización con megáfono

La maniobra es vieja: cuando faltan firmas, músculo y plata, se instala una épica de “riesgo” que le hable al miedo y dé apariencia de causa superior. Funciona mediáticamente, pero naufraga frente al dato duro: la seguridad de los exfiscales la garantiza la propia Fiscalía; la UNP no puede improvisar un traje a la medida de la vanidad política; y sin inscripción, no hay “precandidato” que valga. Todo eso, documentado. ELESPECTADOR.COM

Orozco, sin adornos, apunta otra evidencia incómoda: ni firmas, ni recaudos, ni partido real detrás. “Orfandad” es la palabra. El relato del peligro personal, amplificado a punta de micrófonos, intenta lo que las encuestas y los apoyos no lograron: relevancia. ELESPECTADOR.COM

Los actores y sus roles (sin eufemismos)

  • El exfiscal: Montería retórica, déficit de apoyos. Cuando el espejo mediático dejó de inflarlo, el globo se desocupó solo. ELESPECTADOR.COM
  • La institucionalidad de protección: límites legales claros. La UNP no es agencia de campañas; la Policía no es equipo de avanzada. ELESPECTADOR.COM
  • Los medios: unos compran la narrativa de “amenazas” sin preguntas espinosas; otros —como Orozco— la contrastan con hechos. ELESPECTADOR.COM
  • La audiencia: saturada de “precandidatos” y cansada de la autopromoción, reaccionó con la herramienta más letal en política: la indiferencia. ELESPECTADOR.COM

El impacto real (y medible) de estas jugadas

Cada minuto de pauta dedicado a “renuncias por seguridad” que no superan el tamiz probatorio es un minuto menos para discutir cómo se roban los contratos, por qué se caen los puentes o por qué el sistema de salud sangra. Es un desvío: mientras miramos el show, el mecanismo que sí importa —la maquinaria de impunidad— sigue entero. Ese desvío es la esencia del Sistema Silencioso: distraer al ciudadano, normalizar el cinismo y perpetuar la desigualdad.

El sistema que lo permite: la política entendida como arquitectura de control

La escena Barbosa no es excepción: es síntoma. En la “cara oculta del poder”, las decisiones relevantes se toman en pasillos sin cámaras y se venden luego como gestas en tarima. Los discursos son máscaras; el libreto, siempre, se escribe a puerta cerrada. Ese es el tablero donde prospera el cálculo, no la ética.

La otra mitad del círculo la completa nuestra propia resignación. Como lo hemos advertido: impunidad arriba, indiferencia y miedo abajo; un circuito perfecto donde “el corrupto gana no porque sea más inteligente, sino porque la sociedad se acostumbró a perder”. Cuando el votante justifica, el empresario financia y el vecino aplaude “al que roba pero hace”, la corrupción deja de ser delito para volverse costumbre.

Y si buscamos responsables institucionales, hay que nombrarlos: la Secretaría de Transparencia de la Presidencia se ha vuelto una oficina muda. No conocemos —porque no se ve— un programa anticorrupción robusto, medible y con dientes que esté controlando el uso de los recursos públicos. Un vacío así es gasolina para el clientelismo y la propaganda. (Esto también es corrupción: la de la omisión).

La prueba de contraste (lo que se dijo vs. lo que hay)

  • Lo que dijo Barbosa: “No hay garantías de seguridad; por eso me retiro”. semana.com
  • Lo que muestran los hechos: la seguridad de exfiscales la asume la Fiscalía; UNP/Policía no pueden “inventar” esquemas fuera de norma; su aspiración no estaba formalizada; no había firmas ni financiación. Se retiró porque no cuajó. ELESPECTADOR.COM

Ese antes/después desmonta el truco. Es Radiografía Profunda: al separar el ruido del dato, emergen los patrones que sostienen el abuso: marketing del miedo, medios acríticos, oficinas anticorrupción fantasma y una ciudadanía cansada pero aún desconectada.

Del zapping cívico al músculo ciudadano

La buena noticia es que el antídoto existe y no requiere permiso de nadie: civismo organizado y sociedad civil que se asume soberana. El civismo no es “buena educación decorativa”; es tecnología social que baja costos de corrupción y sube el umbral de vergüenza pública. Cada gesto de respeto al bien común —desde exigir información hasta no comprar falsas épicas— robustece la cuenta de confianza de la que todos vivimos.

Y la sociedad civil, cuando se comporta como ciudadanía constitucional —informada, coordinada, con reglas claras que limitan arbitrariedades— disciplina a los gobiernos, no al revés. Si nos organizamos, el Estado se aquieta. Si nos dormimos, el totalitarismo llama a la puerta. No esperemos milagros desde arriba: la libertad es una conquista diaria.

La pregunta no es si hubo truco retórico. Es si seguiremos premiando el truco. Si la respuesta es “no”, ya sabes por dónde empezar: menos aplauso al teatro, más músculo para lo público. Lo demás —incluida cualquier enésima “renuncia” ruidosa— es humo.


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