Culpable de corrupción en caso Vitalogic

El exalcalde de Bucaramanga Rodolfo Hernández fue condenado por el delito de interés indebido en la celebración de contratos en el caso Vitalogic. Sin embargo, el juez no ordenó su captura.

El juez décimo penal del Circuito con funciones de conocimiento de Bucaramanga emitió un fallo condenatorio contra el exalcalde de Bucaramanga y excandidato presidencial, Rodolfo Hernández, por el delito de interés indebido en la celebración de contratos por el caso Vitalogic

La investigación contra Hernández se abrió hace ya varios años por el millonario contrato de asesoría de 2016 celebrado entre la Empresa Municipal de Aseo de Bucaramanga (EMAB) y el consultor Jorge Hernán Alarcón Ayala que ejecutaría la empresa Vitalogic RSU. 

Lo que buscaba el proyecto era encontrar si se podía convertir la basura en energía para aplicar el método en el relleno sanitario de El Carrasco.  

La Fiscalía sostuvo que el exalcalde citó a Alarcón Ayala y al exgerente del EMAB, José Manuel Barrera, en su apartamento con el objetivo de direccionar el contrato. Aunque Hernández ha negado dicha reunión, el ente acusador presentó correos que confirman la hipótesis. Presuntamente el hijo del exalcalde recibiría una millonaria comisión si le daba el contrato a Vitalogic.

El juez concluyó que Hernández sí tuvo interés particular en el contrato, al tomar la tesis de la Fiscalía y que en efecto se alteraron fechas en algunos documentos y se añadieron propuestas falsas para dar apariencia de legalidad al contrato. Además, se demostró mediante la mencionada reunión que habría direccionado el contrato, afectando la moralidad pública al adjudicarlo sin seguir principios jurídicos como selección objetiva y transparente.

También se destacó que el involucramiento de Hernández en el proceso no se limitó a reuniones, sino que se evidenció a través de llamadas para verificar pagos al contratista: “Atendiendo su cargo y funciones como alcalde y miembro de la junta directiva de la Empresa de Aseo de Bucaramanga, mostró inclinación o ánimo para favorecer al futuro contratista, en favor de un tercero, Jorge Hernán Alarcón Ayala”, dijo el juez. 

No obstante, pese al fallo condenatorio, el exalcalde no irá a la cárcel por el momento, debido a su estado de salud y a su edad (76 años). Mientras que la pena se conocerá en poco tiempo.

En efecto durante el veredicto condenatorio realizado mediante audiencia virtual, el exalcalde dio a conocer reveló que sufría de un cáncer terminal.

Y lo hizo llorando ante sus interlocutores, insistiendo en su inocencia. No es la primera vez que Hernández rompe a llorar frente a las cámaras. Ya en las pasadas elecciones presidenciales lo había hecho al referirse al secuestro y posterior asesinato de su hija adoptiva, durante una entrevista que concedió al canal de televisión estadounidense CNN y en el debate presidencial organizado por El Tiempo y la revista Semana.

Hernández, que había hecho carrera como empresario y contratista del Estado, llegó a la Alcaldía de Bucaramanga después de ganar unas elecciones en las que su candidatura parecía inviable. Ni él confiaba en sus posibilidades y viajó al exterior antes de que se conocieran los resultados. Se enteró del triunfo un día después. Su popularidad no tardó en despegar. Gracias a su radical discurso anticorrupción, el cual por lo visto fue nada más que eso, un discurso, y su inusual desparpajo, que contrastaba con las formas de los líderes políticos tradicionales, atrajo la atención de la opinión pública. Excusándose en su condición de outsider ajeno al poder —no del todo cierta porque financió aspiraciones electorales antes de ser alcalde y había sido cercano a la clase política local por décadas—, protagonizó múltiples salidas de tono. Paradójicamente, siempre cayó parado.

Su base de seguidores aumentó a pesar de —o gracias a— que las cámaras lo registraron cuestionando a los bomberos por estar “gordos, perezosos y barrigones”; prometiéndole a transportadores ilegales “hacerse el bobo y no mandarles a la Policía”; e incluso abofeteando a un concejal opositor en una transmisión en vivo. Las comparaciones con Donald Trump pronto aparecieron, en parte al ver que los apoyos incrementaban a la par con sus líos judiciales. La Procuraduría le abrió distintas causas disciplinarias, encontrándolo culpable, y Hernández poca importancia le prestaba. Cualquier sanción la utilizaba a su favor. Anticipándose a una de ellas, renunció cuando le faltaban pocos meses para finalizar su periodo como alcalde para hacer campaña por su sucesor ungido, y denunció que era víctima de una persecución política. Dejar sus funciones no fue una desventaja: el 84% de los bumangueses aprobó su incompleta gestión y su candidato fue elegido.

Los dos años siguientes le sirvieron para preparar el terreno de su futura aspiración. Desestimaba en medios la investigación por el caso Vitalogic, calificándola de ficticia, y decía que quería ser presidente. Su ambigüedad ideológica le resultó favorable. Como en su candidatura previa en Bucaramanga, empezó abajo en las encuestas y sus números mejoraron a medida que se acercaban los comicios. Al principio lanzaba recriminaciones al Gobierno de Iván Duque y admitía que votaría por Gustavo Petro en caso de no pasar a segunda vuelta. Pronto dejó atrás esas declaraciones. La falta de un candidato carismático en los partidos de derecha —el uribismo no llevó candidato propio y luego apoyó a Federico Gutiérrez, quien no logró consolidarse— lo fue convirtiendo en el único capaz de impedir una victoria de la izquierda. Lo abrazaron quienes antes lo rechazaban por sus simpatías con Petro; lo repudiaron los que anteriormente le pedían unirse al hoy primer mandatario.

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