En un país donde la palabra corrupción es tan común como el café en la mañana, escuchar que un alcalde se somete voluntariamente al escrutinio de un programa anticorrupción es casi un milagro. Puerto Colombia, bajo la administración de Plinio Cedeño Gómez, está dando el primer paso hacia lo que parece un intento genuino por erradicar este cáncer que ha consumido a tantas administraciones locales.
Un programa que no se queda en el papel
Cedeño no se conformó con simples promesas de campaña. Bajo la supervisión del Instituto de Gobernanza de Basilea, Suiza, y la Confederación Colombiana de Ciudadanos Contra la Corrupción, su gobierno ha estructurado el ambicioso programa “Zona Libre de Corrupción”. Este incluye:
- Filtros en los procesos de contratación: Evitando que los contratos sean el botín de unos pocos.
- Formación en ética pública: Capacitar a los funcionarios para que entiendan que administrar recursos públicos no es un privilegio, sino una responsabilidad.
- Sistema de percepción de corrupción: Recopilar datos internos y externos para medir y actuar sobre los niveles de corrupción.
El objetivo final: certificar a las dependencias municipales como libres de corrupción. Pero ¿será suficiente?
El reto de los entes de control: mucho nombre, poca acción
Ningún alcalde de Colombia quiere someterse al escrutinio de un programa anticorrupción, se escudan en que para eso están los entes de control (Contraloría y Procuraduría), pero la realidad ha demostrado que esas entidades nada tienen que ver con una lucha frontal contra la corrupción.
Además, sobre esos entes de control llueven a diario críticas sobre el estado lamentable de postración labrado por la corrupción.
¿Es esto un llamado a que los ciudadanos dejen de confiar en los “entes de control” y tomen un rol más activo en la vigilancia? Porque, seamos honestos, si dependemos solo de estas instituciones, seguiremos viendo el desfile de escándalos que ya es casi parte del folclore político colombiano.

Navidad sin corrupción: el caso Funcovif
Uno de los primeros contratos bajo este escrutinio fue el polémico “Navidad es cultura y bienestar social 2024” con la Fundación Funcovif. Aunque inicialmente encendió alarmas por su corto tiempo de ejecución y presupuesto elevado ($430 millones), los resultados parecen haber cumplido con los objetivos establecidos y con costos acordes al mercado.
¿Un modelo para el país?
El programa no se queda en buenas intenciones. Busca atacar directamente las prácticas corruptas más comunes:
- Sobornos y tráfico de influencias: No más favores a cambio de contratos.
- Nepotismo: Los cargos ya no serán premios familiares.
- Fraude y malversación de fondos: Cada peso debe llegar donde realmente se necesita.
Además, con la implementación del sistema informativo de alertas tempranas, Puerto Colombia podría convertirse en un ejemplo nacional, siempre que las acciones respalden las palabras.
La gran pregunta: ¿quién sigue?
¿Por qué los demás alcaldes no han seguido el ejemplo de Cedeño? ¿Es miedo al escrutinio o simplemente comodidad en el status quo? La realidad es que someterse a un programa serio anticorrupción implica abrirse a críticas, renunciar a los manejos turbios y demostrar resultados reales.
La invitación queda abierta para el resto del país. ¿Podrá este pequeño municipio del Atlántico ser la chispa que prenda una revolución de transparencia en Colombia?