Por: Juan David De Zubiria López, estudiante de secundaria

Villas de San Pablo, un barrio concebido como símbolo de progreso, hoy es el retrato de todo lo que la administración Char no quiere mostrar. En la Barranquilla de “otro nivel”, miles de familias viven en condiciones paupérrimas, atrapadas entre promesas incumplidas, obras inconclusas y servicios básicos inadecuados. La realidad de este barrio, que refleja el abandono sistemático de los sectores más vulnerables, desmonta el discurso triunfalista que ha caracterizado a la administración actual

Un barrio atrapado en el abandono institucional

Villas de San Pablo no es un caso aislado; es el reflejo de la precariedad en la que viven muchos de los barrios de estratos bajos en Barranquilla. Según denuncias de sus habitantes, el barrio carece de infraestructura básica: la biblioteca comunitaria está cerrada y sin recursos; los parques están en ruinas, oxidados y olvidados; y el transporte público es casi inexistente. El servicio de Transmetro, que se promociona como una solución moderna, no conecta con el barrio, dejando a los residentes aislados y sin opciones de movilidad digna.

Mientras tanto, la promesa de un centro comercial, anunciada para 2021, se desvaneció sin explicación. ¿Dónde quedaron los recursos y la planificación? Villas de San Pablo no solo está desconectado físicamente del resto de la ciudad, sino también emocional y políticamente, relegado a ser un testigo mudo del progreso que la administración promete pero no entrega.

Obras inconclusas y promesas rotas

Entre los símbolos más dolorosos del abandono se encuentra la avenida principal que conecta Villas de San Pablo con barrios como Ciudad Caribe y Mukura. Una obra que, según sus residentes, debió estar terminada hace años, hoy es un “elefante blanco” invadido por la maleza y convertido en un foco de problemas de salud pública.

Lo mismo ocurre con el puente vehicular que conecta al barrio con el centro médico: una estructura mal diseñada, con curvas peligrosas, que ha provocado múltiples accidentes. A esto se suma la falta de iluminación en el sendero peatonal y la ausencia de tapas de alcantarillas, que convierten las calles en un peligro constante para los transeúntes.

¿Dónde está la inversión social?

La carencia de espacios funcionales es una constante en Villas de San Pablo. El centro de atención integral (CATIN) está inutilizable por falta de mantenimiento, con aires acondicionados dañados y equipos obsoletos. La inseguridad crece ante la ausencia de una estación de policía adecuada y un hospital en condiciones funcionales.

Los habitantes no solo se enfrentan a un abandono físico, sino también a un abandono administrativo. Las entidades responsables, como la Alcaldía de Barranquilla y las empresas de servicios públicos, hacen caso omiso a las denuncias de los ciudadanos, dejando a Villas de San Pablo como una tierra de nadie, donde la delincuencia y la precariedad son el pan de cada día.

Una Barranquilla de contrastes extremos

Mientras la administración Char presume de proyectos modernos y presume internacionalmente su modelo de ciudad, Villas de San Pablo se convierte en un recordatorio incómodo de la desigualdad estructural que prevalece en Barranquilla. La narrativa de una “ciudad de otro nivel” oculta la realidad de miles de familias que luchan diariamente contra la indiferencia institucional y la falta de oportunidades.

Conclusión: No todo es color de rosa

Villas de San Pablo expone el contraste brutal entre el discurso político y la realidad de los sectores más vulnerables de Barranquilla. La falta de intervención efectiva por parte de las autoridades no solo perpetúa el abandono, sino que también refleja la desconexión entre los tomadores de decisiones y las necesidades reales de la población.

Es hora de que la administración deje de maquillar la ciudad y enfrente las carencias de su población más vulnerable. Porque una verdadera “ciudad de otro nivel” no se construye ignorando a quienes más la necesitan.

Llamado a la acción:
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