Gregorio Eljach y el “deber de ingratitud” frente a un sistema corrupto que conoce demasiado bien
Con el respaldo de un Senado lleno de alianzas oportunistas y votos de bancadas que hace poco parecían estar en bandos opuestos, Gregorio Eljach ha sido elegido como nuevo procurador general de la Nación. Tras más de una década como secretario de la Cámara Alta, Eljach, ternado por el presidente Gustavo Petro, llega al cargo con la “ventaja” de conocer los tejemanejes políticos mejor que nadie. ¿Será suficiente para enfrentar la corrupción?
Un Procurador con demasiados amigos
Eljach, un hombre afable y querido por todos (o al menos por todos los que importan en el Congreso), tendrá que demostrar que su extensa red de contactos no será un obstáculo para cumplir con su deber constitucional. Porque, claro, tener amigos en todos los rincones del poder puede ser muy útil… a menos que tu trabajo sea controlar disciplinariamente a esos mismos amigos.
Un presupuesto millonario y un reto aún mayor
Con un presupuesto de más de un billón de pesos y 4,500 empleados a su cargo, Eljach no solo tendrá que administrar con transparencia, sino también demostrar que la Procuraduría no perderá sus dientes en la lucha contra la corrupción. Pero, claro, cuando uno está rodeado de tantos políticos de alto calibre, es fácil caer en las redes de la gratitud. ¿Será Eljach capaz de morder la mano que lo alimentó?
La corrupción: El enemigo que Eljach conoce demasiado bien
No hay duda de que Eljach entiende cómo funciona el sistema. No en vano ha sido testigo y parte del desgaste institucional que ha minado la confianza en las entidades públicas. Pero aquí está el verdadero reto: ¿podrá Eljach actuar con independencia frente a los compromisos políticos que lo han llevado hasta aquí? Porque con las elecciones de 2026 a la vuelta de la esquina, más vale que demuestre que la política no le ha nublado el juicio.
La Corte IDH y los “dientes” de la Procuraduría
El nuevo Procurador también tendrá que enfrentarse a los desafíos que plantea la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH), que podría, en algún momento, debilitar el poder de esta entidad. Eljach ha prometido encontrar un “camino jurídico” para armonizar los mandatos de la Corte con las leyes colombianas. Esperemos que esos caminos no sean atajos para la impunidad.
Eljach, el Gobierno y la sombra de la gratitud
Es fundamental que Eljach mantenga su distancia de la milimetría política. Porque si algo ha demostrado la política colombiana es que el “apoyo” suele tener un costo muy alto. Es hora de que Eljach se quite la etiqueta de “hombre del Gobierno” y demuestre que su lealtad está con la Constitución, no con quienes lo eligieron.