Un fallo del Tribunal Administrativo de Cundinamarca sobre las elecciones presidenciales pasadas dejó en evidencia que el expresidente Andrés Pastrana es un mentiroso irresponsable y que utiliza el engaño, la falsedad, la patraña y la calumnia como contenidos de su postura política.

De igual manera, el expresidente del Senado Juan Diego Gómez y otras voces políticas que han repetido de manera irresponsable la temeridad de que hubo fraude en las elecciones sufrieron una derrota en el Tribunal Administrativo de Cundinamarca.

Ante las denuncias lideradas por el expresidente Pastrana que acusaba al registrador nacional Alexánder Vega de haber influido en las elecciones al Congreso y a la presidencia, los magistrados del Tribunal Administrativo de Cundinamarca abrieron la investigación del caso, dada la importancias de las voces que aseguraban el ilícito.

No obstante, los magistrados encontraron que no había evidencias para afirmar que el registrador nacional había cometido fraude. «¿Será esta decisión judicial, contundente y clara, suficiente para que líderes políticos tan importantes dejen de sembrar dudas sobre la institucionalidad colombiana?», pregunta el editorialista de El Espectador. 

La mentira es la madre de la corrupción, por eso no es nada nuevo que los políticos tradicionales de nuestro país se abanderen del engaño para obtener beneficio material y poder. Todo corrupto vive de la mentira.

Recordemos que el preconteo de las elecciones al Congreso fue un desastre y lleno de dudas. Pero para tales males existe el escrutinio. Por eso la Registraduría, de la mano de todos los jueces, notarios y registradores de Colombia encargados de ese momento constitucional, le rindió cuentas al país.

Después, en la elección presidencial, no hubo dudas sobre el resultado. Aun así, un sector de la derecha colombiana persiste en la idea de que hubo fraude electoral, al mismo estilo del discurso que fomentaron Donald Trump y Jair Bolsonaro en sus países. Se trata de un mensaje peligroso, pero además carente de evidencias.

Así lo sostiene el Tribuna Administrativo de Cundinamarca en su fallo. Interrogados por el Tribunal, el expresidente Pastrana y el exsenador Gómez tuvieron que aceptar que no tenían evidencias para probar sus acusaciones.

Ante las denuncias lideradas por el expresidente Pastrana, los magistrados dijeron que «de ninguna de las pruebas recaudadas se puede derivar la violación del derecho e interés colectivo a la moralidad administrativa, en tanto no se demostró la existencia de un ánimo subjetivo encaminado a alterar los resultados electorales por parte del registrador nacional del Estado Civil en relación con los comicios del 13 de marzo de 2022, que se proyectara en los eventos electorales de primera y segunda vueltas para la Presidencia y Vicepresidencia de la República».

Esto es gravísimo. Se ha normalizado en el debate de las democracias liberales que sectores políticos hablen de fraude electoral sin tener cómo demostrarlo. En Estados Unidos, una buena porción del Congreso sigue en negación sobre la derrota de Donald Trump que, entre otras cosas, llevó a la toma del Capitolio el 6 de enero de 2021.

En Brasil ocurrió lo mismo, cuando cientos de partidarios de Jair Bolsonaro hicieron una toma de los edificios estatales el 8 de enero pasado. Es un problema de realidad: no se pueden lanzar acusaciones tan serias contra la institucionalidad, porque quedan en el ambiente, así se demuestre que son falsas, como ha ocurrido.

Lo que deberíamos escuchar es un “mea culpa” de Pastrana, Gómez, Íngrid Betancourt y los demás promotores de esa idea del fraude. Por lealtad con la democracia a la que dicen defender, tienen que estar dispuestos a reconocer sus errores. No esperamos que eso pase, sin embargo, porque el debate político sigue polarizado y la oposición al gobierno de Gustavo Petro se viene radicalizando. Es peligroso que sigan jugando con fuego en Colombia.

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