Mientras un parador turístico permaneció seis años cerrado tras su inauguración, niños de la región mueren por falta de un hospital infantil


PUEBLOVIEJO, MAGDALENA. — En junio de 2019, las autoridades del departamento de Magdalena cortaron una cinta roja e inauguraron con bombos y platillos el flamante parador turístico de Puebloviejo. Seis años después, la estructura de dos pisos con restaurante, embarcadero, plazoleta para artesanos y mirador tipo faro —financiada con $12.500 millones de recursos públicos— sigue siendo lo que siempre fue: una promesa vacía, un cascarón sobre la vía Ciénaga-Barranquilla.

Según arquitectos consultados por este medio, una estructura de las características descritas en el parador difícilmente superaría los $2.000 millones en costos reales de construcción. «Con materiales de primera calidad y acabados de lujo, estaríamos hablando de una cifra muy por debajo de lo reportado oficialmente«, señaló un experto que pidió mantener su nombre en reserva.

Mientras esta obra faraónica acumulaba polvo, los niños de la región seguían muriendo por falta de atención médica especializada. Con los mismos $12.500 millones se habría podido construir y equipar un hospital infantil de mediana complejidad, una necesidad urgente en una zona donde la mortalidad infantil supera en un 40% el promedio nacional.

Toda la parafernalia de la inauguración del Parador Turístico de Puebloviejo

LA FACHADA DEL PROGRESO

El día de la inauguración, la entonces gobernadora Rosa Cotes prometió que el parador generaría «cientos de empleos» y se convertiría en «el motor económico que transformará la vida de los pescadores de los pueblos palafitos«. La realidad es que la estructura apenas ha servido ocasionalmente como punto de embarque hacia los pueblos sobre el agua.

«Vinieron, tomaron fotos, cortaron una cinta y se fueron. Nunca más volvieron«, cuenta María Castillo, artesana de Trojas de Cataca, uno de los pueblos palafitos supuestamente beneficiados por el proyecto. «Nos dijeron que tendríamos un espacio para vender nuestras artesanías, que vendrían turistas. Nada de eso pasó«.

Esta es la tragedia silenciosa que se repite en cientos de municipios colombianos: infraestructuras millonarias que se construyen no para funcionar, sino para inaugurarse. No para servir, sino para figurar en informes gubernamentales y engordar currículos políticos.

EL VERDADERO COSTO DE LA INDIFERENCIA

En la Ciénaga Grande, mientras el parador permanecía cerrado, al menos 32 niños menores de cinco años murieron entre 2019 y 2023 por causas prevenibles, según datos de la Secretaría de Salud departamental. Enfermedades respiratorias, diarreas y desnutrición —todas tratables con atención médica oportuna— segaron sus vidas mientras un edificio de concreto y acero valorado en $12.500 millones se oxidaba junto a la carretera.

«Si tuviéramos un hospital infantil, mi nieto estaría vivo«, lamenta Josefa Martínez, pescadora de Nueva Venecia, quien perdió a su nieto de tres años por una neumonía complicada después de navegar cuatro horas intentando llegar a un centro de salud adecuado.

Con los recursos invertidos en el parador turístico se habría podido financiar:

  • Un hospital infantil de 30 camas con unidad de cuidados intensivos pediátricos
  • La contratación de 10 pediatras y 20 enfermeras durante cinco años
  • Un programa nutricional que habría beneficiado a 3,000 niños anualmente
  • Ambulancias acuáticas para emergencias en los pueblos palafitos

Pero la lógica del poder no opera desde las necesidades reales de las comunidades, sino desde la visibilidad del cemento y la foto de inauguración.

CICLO SECRETO: LA DANZA DE LAS RESPONSABILIDADES

Lo que siguió a la inauguración del parador es un ejemplo perfecto de cómo funciona el Ciclo Secreto que perpetúa el abandono institucional en Colombia.

Rosa Cotes inaugura. Carlos Caicedo asume la gobernación en 2020 y deja el proyecto a su suerte. Luego viene Rafael Martínez, quien ahora anuncia con orgullo la «reactivación» de un proyecto que debió estar funcionando desde hace seis años.

Cada administración culpa a la anterior mientras los ciudadanos siguen esperando. Y lo más revelador: nadie asume responsabilidad por los millones de pesos públicos desperdiciados en un proyecto que, según expertos consultados, está sobredimensionado en al menos un 600%.

«Las obras públicas en Colombia no se planifican para resolver necesidades ciudadanas, sino para resolver necesidades políticas«, explica el sociólogo y analista político Hernando Gómez. «Un hospital no se ve tan impresionante en fotos como un mirador tipo faro, aunque salve cientos de vidas«.

EL SISTEMA SILENCIOSO QUE NADIE CUESTIONA

¿Por qué nadie preguntó durante seis años qué pasaba con una inversión de $12.500 millones abandonada a la intemperie? ¿Dónde estaban los entes de control? ¿Dónde los medios de comunicación?

Esta es la verdadera corrupción: no solo el dinero que desaparece, sino el silencio cómplice que lo permite. Un Sistema Silencioso donde todos los actores —políticos, contratistas, entes de control— participan en una danza sincronizada de indiferencia.

«La corrupción más peligrosa no es la que roba dinero, sino la que roba posibilidades«, reflexiona Carmen Andrade, líder comunitaria de Puebloviejo. «Nos robaron la posibilidad de tener un hospital para nuestros niños, de tener empleos reales, de mejorar nuestra calidad de vida«.

EL PODER REAL NO ESTÁ EN LAS URNAS

Como revela el documento «La Cara Oculta del Poder», la política en su raíz más cruda no trata de servir al pueblo ni construir un bien común, sino de control y manipulación. Las decisiones no se toman en debates públicos, sino «en pasillos sin cámaras, en reuniones donde no hay actas».

El parador de Puebloviejo es la materialización de esta realidad: un proyecto concebido desde arriba, sin participación comunitaria real, diseñado para cumplir agendas políticas y no necesidades ciudadanas.

Mientras las administraciones se pasan la responsabilidad y pintan las fachadas con sus colores partidistas —como ocurrió recientemente con el característico naranja de Fuerza Ciudadana—, los pueblos palafitos siguen esperando las oportunidades prometidas.

LA VERDAD QUE NADIE QUIERE ENFRENTAR

El parador turístico de Puebloviejo no es un caso aislado. Es el síntoma de un sistema diseñado para que unos pocos controlen muchos recursos mientras la mayoría permanece en condiciones de vulnerabilidad y dependencia.

Un sistema donde la política no se hace para resolver problemas, sino para administrarlos perpetuamente. Donde las inauguraciones importan más que las operaciones. Donde la foto vale más que la función.

La pregunta que debemos hacernos no es cuándo funcionará finalmente el parador, sino por qué permitimos que nuestros recursos públicos sigan alimentando este ciclo perverso donde lo urgente —como un hospital infantil— queda relegado ante lo vistoso.

Porque la verdadera corrupción no está solo en el dinero malversado, sino en las prioridades distorsionadas que permiten que un edificio vacío valga más que las vidas de los niños a los que podría haber salvado.


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