¿Cuánto vale medio mililitro? Para usted, que paga religiosamente sus cuentas y confía en que las empresas cumplan lo que prometen, quizás nada. Para Postobón, que mueve 3,700 millones de litros al año, vale exactamente $3,400 millones de pesos. Esa es la aritmética siniestra de la codicia corporativa.
El Robo Perfecto: Invisible, Masivo y Rentable
La sanción de $134 millones impuesta por la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) a Postobón en junio de 2025 no es, como quieren hacernos creer, el capricho de un burócrata aburrido. Es la punta del iceberg de un sistema diseñado para esquilmar al consumidor con la precisión de un cirujano y la frialdad de un algoritmo.
Los números cantan, y cantan una melodía que debería erizarle la piel a cualquier colombiano que haya confiado en la honestidad de una marca centenaria. Una discrepancia «insignificante» de 0.46 mililitros por botella en un lote de 45,000 unidades de gaseosa Colombiana. Multiplíquelo por los 10,570 millones de botellas que produce anualmente esta transnacional del refresco, y tendrá el mapa perfecto de cómo se roba en grande mientras se vende la imagen de empresa responsable.
La Red Subterránea de este engaño no funciona por casualidad. Detrás de cada décima de mililitro que usted no recibe pero paga, hay un sistema de producción que toleró, normalizó y probablemente incentivó estas «pequeñas desviaciones«. ¿Casualidad? Por favor. Estamos hablando de una empresa que factura $5.3 billones anuales y exporta a 32 países. Aquí no hay margen para el error inocente.

Los Arquitectos del Engaño Medido
Permítame explicarle cómo funciona esta maquinaria de precisión criminal. Postobón no es una tienda de barrio donde el tendero se equivoca al medir. Es una corporación con más de un siglo perfeccionando el arte de llenar botellas. Sus plantas tienen equipos calibrados al milímetro, técnicos especializados y sistemas de control que pueden detectar una gota de más o de menos.
Entonces, ¿cómo explican que sistemáticamente, botella tras botella, lote tras lote, los consumidores reciban menos producto del que pagan? La respuesta es tan simple como aterradora: porque alguien, en algún nivel de la cadena de mando, decidió que esos centavos «insignificantes» multiplicados por millones de unidades representaban una ganancia demasiado jugosa para desperdiciar.
La inspección de la SIC en 2022 en la planta de Bello no fue una emboscada. Fue una auditoría técnica, con protocolos internacionales, que analizó 98 botellas de una muestra estadísticamente representativa. No encontraron un error: encontraron un patrón. Un patrón que sugiere que robar 0.46 mililitros por botella no fue un accidente, sino una política no escrita de maximización de ganancias.
El Historial de una Marca Corrupta
Pero aquí viene lo verdaderamente indignante: esta no es la primera vez. Postobón tiene un historial de sanciones que dibuja el retrato perfecto de una empresa que entiende el incumplimiento como parte de su modelo de negocio.
2020: sancionada por problemas de calidad e información inadecuada. 2024: multada por publicidad engañosa en la campaña «La Tapa Paga«. 2025: cazada robando medio mililitro por botella. ¿Ve el patrón? No estamos ante errores fortuitos. Estamos ante una estrategia corporativa que calcula el costo de las multas como parte del precio de hacer trampa.
La Red Subterránea de la corrupción corporativa funciona exactamente así: se evalúa el riesgo, se calcula la ganancia, se asume el costo de ser atrapado ocasionalmente, y se sigue adelante. Para Postobón, una multa de $134 millones debe ser una fracción insignificante de los $3,400 millones que potencialmente le roban anualmente a los consumidores con sus «pequeños errores metrológicos».
La Matemática de la Impunidad
Hagamos el ejercicio completo para que entienda la dimensión del negocio. Si extrapolamos la discrepancia encontrada en ese lote específico a la producción total de Postobón, los consumidores colombianos estarían recibiendo aproximadamente 1.7 millones de litros menos de producto anualmente.
En una industria donde cada gota cuenta, donde el margen de ganancia se mide en centavos, esos 1.7 millones de litros representan una fortuna. Es producto que usted paga pero no recibe. Es confianza que deposita pero que no le devuelven. Es el robo perfecto: tan pequeño por unidad que parece irrelevante, tan masivo en escala que financia imperios.
Y lo más perverso: durante décadas, nadie se dio cuenta. O mejor dicho, nadie quiso darse cuenta. La Red Subterránea funcionó a la perfección, operando en esa zona gris donde el fraude es tan microscópico que parece técnico, tan generalizado que parece normal.
El Teatro de la Indignación Corporativa
Ahora viene la segunda parte del show: la respuesta corporativa. Postobón, como toda empresa atrapada con las manos en la masa, desplegará su arsenal de relaciones públicas para convertirse en víctima. Hablarán de «márgenes de error técnico», de «interpretaciones excesivamente rigurosas» de la normatividad, de «persecución institucional» a la empresa privada.
No se deje engañar. Esta es la misma empresa que gasta millones en campañas publicitarias para venderse como marca familiar, confiable, colombianísima. La misma que patrocina equipos de fútbol y eventos culturales para lavar su imagen mientras perfecciona sus métodos de extracción microscópica de valor.
El recurso de reposición que seguramente interpondrán no es un ejercicio de debido proceso. Es una estrategia para ganar tiempo, desgastar la atención pública y negociar una reducción de la multa que les permita seguir operando con el mismo modelo de negocio.

La SIC: Entre el Deber y la Presión
La Superintendencia de Industria y Comercio se encuentra en una posición fascinante. Por una vez, una institución del Estado colombiano actúa con la contundencia que el caso merece. La multa no es caprichosa: es proporcional al daño causado y envía un mensaje claro a toda la industria.
Pero observe bien la reacción. Los medios de comunicación, muchos de ellos financiados por publicidad de estas mismas corporaciones, tratarán el caso como una anécdota burocrática. Los «expertos» en televisión explicarán por qué 0.46 mililitros no importan. Los columnistas de opinión escribirán sobre la «excesiva rigidez regulatoria» que «ahuyenta la inversión».
Es la Red Subterránea en acción: el sistema mediático y académico que protege los intereses corporativos presentando como «debate técnico» lo que en realidad es un caso claro de estafa masiva.
La Verdad que Nadie Quiere Contar
Detrás de cada «pequeño error metrológico» hay una decisión consciente. Detrás de cada mililitro que usted no recibe hay un sistema diseñado para maximizar ganancias a costa de su confianza. Detrás de cada sanción que las empresas pagan «sin admitir culpabilidad» hay un modelo de negocio que incorpora el fraude como variable de optimización.
Postobón no es el villano de esta historia. Es apenas el ejemplo perfecto de cómo funciona una industria que descubrió que es más rentable pedir perdón ocasionalmente que pedir permiso siempre. Es la cara visible de un sistema que convirtió el micro-robo en ciencia exacta.
Y mientras usted sigue comprando sus productos, confiando en que las etiquetas dicen la verdad, ellos siguen calculando cuántos mililitros pueden robarle sin que se dé cuenta, cuántas multas pueden pagar sin quebrar, cuánta confianza pueden traicionar sin perder clientes.
La verdad no solo se lee, se siente. Y duele descubrir que cada vez que abría una botella de gaseosa, estaba participando sin saberlo en el negocio más perfecto jamás diseñado: aquel donde la víctima paga por ser robada y agradece por el privilegio.



