Mientras Colombia se desangraba, el hijo predilecto de Misael Pastrana hacía negocios millonarios con quien después sería condenado por robar fortunas. Esta es la historia que jamás quisieron que conocieras.
INVESTIGACIÓN DE CASAMACONDO.CO
Hay verdades que la élite política prefiere enterrar junto con sus víctimas. Mientras Andrés Pastrana Arango se presentaba como el candidato de la regeneración moral, su fortuna ya estaba manchada por negocios con quien la justicia después condenaría como uno de los estafadores más célebres del país. No es casualidad: es el sistema.
Esta es la historia del edificio Camino del Country, construido sobre un terreno que el futuro presidente compró junto a otros cuatro socios inversionistas a Juan Ricardo Escobar Bonitto, alias «Picas», afamado ladrón de fortunas que estafó por 142.000 millones de pesos actuales a familias de la élite bogotana. Una radiografía perfecta de cómo funciona la Red Subterránea que sostiene el poder en Colombia.
El Mecanismo Expuesto – La Aristocracia del Saqueo
En los ochenta, cuando Colombia vivía entre la bonanza cafetera y los primeros dólares del narcotráfico, Andrés Pastrana Arango no era el estadista que vendría décadas después. Era simplemente otro hijo de papá aprovechando las conexiones familiares para hacer negocios. El «delfín electoral» de Misael Pastrana Borrero olisqueó una oportunidad dorada: un terreno de 4.000 metros cuadrados en el norte de Bogotá, justo al lado del exclusivo Country Club.
El vendedor era Juan Ricardo Escobar Bonitto, estudiante de Administración de Empresas en la Universidad del Rosario —la misma donde Pastrana se graduó de abogado—, quien había diseñado un «negocio de rentabilidad milagrosa» que involucró hasta el Banco Popular y la Fiduciaria Bolsa de Medellín. Un esquema piramidal que sedujo a las familias más pudientes del país con comisiones exorbitantes.
¿Casualidad? En Colombia no existen las casualidades cuando se trata de dinero y poder. Existe la Red Subterránea donde todos se conocen, todos se protegen y todos prosperan mientras el país se hunde.

Los Actores y Sus Roles – El Club de los Intocables
Luis Alberto Moreno Mejía, el consejero de negocios inmobiliarios de Pastrana y su esposa, no era un simple amigo de infancia. Era —y es— un financista reputado, expresidente del Banco Interamericano de Desarrollo y hermano del fundador de Amarilo, la constructora más poderosa del país. Cuando la élite hace negocios, no los hace sola: los hace en red.
Junto a Pastrana y Moreno, otros tres socios inversionistas compraron el terreno a «Picas» y construyeron el edificio Camino del Country. Todos miembros de la misma casta que frecuenta los clubes sociales más exclusivos, todos conectados por la misma lógica: el dinero no tiene moral, solo tiene oportunidades.
Juan Ricardo Escobar Bonitto, mientras tanto, operaba su esquema de captación ilegal con la tranquilidad que da saber que sus víctimas —las mismas familias que después serían sus socias comerciales— jamás lo denunciarían por temor al escándalo social. El ladrón conocía bien a sus víctimas: la élite bogotana prefiere ser robada en privado que expuesta en público.
El Impacto Real – El Costo de la Complicidad
Cuatro mil millones de pesos de 1980 —$142.000 millones de hoy— robados a familias que tenían el dinero suficiente para construir hospitales, escuelas y carreteras. En lugar de eso, esos recursos alimentaron el esquema de «Picas» y terminaron, en parte, financiando los lujosos proyectos inmobiliarios donde la misma élite continuaría reproduciendo su modelo de acumulación sobre la miseria ajena.
El edificio Camino del Country se erige hoy como un monumento a la impunidad. Sus lagos artificiales y canchas de golf contrastan con la realidad de un país donde millones no tienen agua potable. No es ironía: es el sistema funcionando exactamente como fue diseñado.
Mientras «Picas» cumplía 74 meses de cárcel —una pena ridícula para el daño causado—, Pastrana construía su carrera política sobre la plataforma moral heredada de su padre. El estafador escribió un libro sobre su esquema criminal pretendiendo graduarse con él; el futuro presidente escribió discursos sobre transparencia y buen gobierno. Ambos, a su manera, creían que sus crímenes podían convertirse en credenciales.
El Sistema que lo Permite – La Máquina de la Impunidad
Esta historia no es excepcional: es paradigmática. Revela la Verdad Oculta sobre cómo opera la clase dirigente en Colombia. Los negocios se hacen en los clubes sociales, las universidades de élite sirven como centros de reclutamiento, y la justicia actúa solo cuando las víctimas tienen apellidos que importan y recursos para presionar.
La justicia fue «rápida» con «Picas» porque robó a ricos, no porque defendiera principios. Y fue indulgente en la pena porque el estafador pertenecía al mismo círculo social de sus víctimas. El sistema judicial colombiano no castiga la corrupción: la administra.
Casi cuatro décadas después, Pastrana sigue apareciendo en foros de transparencia y buen gobierno, señalando los males del país como si él no hubiera contribuido a construirlos. «Picas» aparece vinculado con inversiones hoteleras en España, desterrado pero nunca realmente castigado. La Red sigue funcionando, solo cambió de geografía.
CONCLUSIÓN
El edificio Camino del Country sigue ahí, con sus lagos artificiales y canchas de golf, como un recordatorio permanente de que en Colombia la moral se vende al mejor postor y la impunidad se hereda como patrimonio familiar. Pastrana construyó parte de su fortuna con un ladrón condenado, y terminó siendo presidente. El ladrón cumplió una pena irrisoria y hoy vive cómodamente en Europa.
¿La pregunta no es por qué lo hicieron? La pregunta es: ¿cuánto tiempo más vamos a permitir que esta Red Subterránea siga funcionando como si fuera el orden natural de las cosas?
Porque mientras nosotros seguimos creyendo que «todos son iguales«, ellos siguen demostrando que algunos son más iguales que otros. Y que la diferencia la paga, como siempre, quien no pertenece al club.



