Por: Jan Slodvak

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Recientemente dos noticias causaron revuelo en la adormecida prensa local barranquillera, a la que no mueve ni siquiera la explosión de una bomba atómica a cinco metros de distancia. La primera de ellas fue la denuncia de censura por parte de un periodista que en el portal 7-24 había publicado una noticia sobre el desvió de recursos fraudulentos de la concesionaria Ruta del Sol II destinado a la campaña del alcalde Alex Char los cuales se manejaron a través de inversiones Torrosa, de Barranquilla, recompensadas, según Gustavo Petro en el debate sobre el Fiscal General de la Nación Néstor Humberto Martínez, con la adjudicación de las obras de canalización del arroyo de la 21.

El reportaje censurado fue titulado Documentos sobre coimas de Odebrecht salpican al alcalde Alejandro Char y fue escrito por Jimmy Cuadros, editor de ese medio digital que en conversación con la emisora La W, de Bogotá –que entre otras cosas, ante el “mutismo” de la prensa barranquillera, se ha convertido en divulgadora de negociados y tramas de corrupción– mostró una conversación grabada con el director de ese medio, Juan Carlos Roche:

Juan Carlos Rocha: Estaba reunido ahora con el alcalde, el man está   asustao marica, está asustao.

Jimmy Cuadros: ¿y esa vaina?

Juan Carlos Rocha: ah pues por esa vaina…le dije que nos apoyara con el tema y esa vaina y el man dijo que sí, entonces ¿de qué manera podemos desenfocar esa vaina, esa nota?

Jimmy Cuadros: Me parece a mí, pa qué uno va a mover es nota después de que uno se vendió como independiente para quedar mal con la gente.

La última frase de Cuadros es de antología mercantil y es digna de análisis: “Después que uno se vendió como independiente”. ¿Se puede “vender” la imagen –imago- de independencia? ¿Se es independiente per se, por posiciones no alineadas, con total objetividad e imparcialidad de la noticia o se trata —como lo insinuó ladinamente el censurado—, de una posición cosmética que puede, eventualmente, entrar en negociaciones? Ese es lo que deja entrever la frase relacionada, además, con un ofrecimiento que hizo Char “asustao”, concerniente en otorgar dadivas y recompensas a quién lo magnifique y cerrar puertas o intimidar, usando diversos mecanismos, al que lo cuestione.

Si se cree que la omisión deliberada de información es fabula sin trascendencia respecto a negocios y hechos en donde se encuentre involucrado Alex Char, Alcalde de Barranquilla, respecto a la misma fuente de información sobre la desviación de dineros en la Ruta del Sol II, es preciso señalar que el principal diario local El Heraldo, recipiendario de pauta oficial y socio político del Alcalde a través de la aspiración de uno de sus socios, Jaime Pumarejo a la Alcaldía para suceder a Char, nada dijo del caso. Hermetismo mudo en su máxima expresión.

En esos mismos días, por coincidencia, apareció un informe del portal Pauta Visible, de la FLIP, Fundación para la Libertad de Prensa, presentando un informe de los gastos totales en el manejo mediático de la Alcaldía de Barranquilla (http://pautavisible.org/) con la extraordinaria suma de $68.628.813.379 que da un total diario de $93 millones de pesos. Allí hay de todo. Camuflados asuntos relacionados con los medios y otros que parecen excusas retoricas legalistas para pagos. Con empresas de todo tipo: RCN, El Heraldo, de publicidad con Ricardo Chams, para apoyar el desangre financiero de los Juegos Centroamericanos del Caribe, etc. y etc.

Para las debidas comparaciones sobre el exorbitante presupuesto que se traga la Alcaldía de Barranquilla en relaciones públicas y construcción de imagen, vale la pena traer a colación los gastos que tiene en ese mismo concepto la Alcaldía de Bogotá de Enrique Peñaloza: $98.684.549.134. Apenas $20.000 millones más en una ciudad cinco veces más grande que Barranquilla y de mayor complejidad por su condición de capital.

Ahora veamos algunas paradojas de esta inversión en medios en donde Barranquilla se “vende” como una ciudad en constante progreso y ebullición, hecho de ficción en franca contradicción con recientes informes en donde sitúan la competividad de la ciudad en el decimo lugar en Colombia y en algunas áreas “favorables” apenas si llega a la cuarta o quinta posición. Para ilustrar las magias del realismo mágico, un análisis de Jairo Parada, columnista del mencionado diario El Heraldo a propósito de los dos últimos informes de Competitividad del Consejo Privado de Competitivdad-2018 (CPC):

Para el caso de Barranquilla (incluida área metropolitana), de 23 ciudades estamos en el 9º lugar. Parece que no somos tan maravillosos. Hasta Popayán, Tunja y Pereira nos ganan. Bogotá, Medellín, Manizales y Bucaramanga están a la cabeza. Aunque nos va bien en sofisticación (4º), dinámica empresarial (5º) y salud (4º); nos va muy mal en educación (18º) por debajo de Montería, Cúcuta, Armenia y Santa Marta. En educación superior un triste 10º lugar, en gobierno abierto 21º, administración y transparencia estamos en el 10º lugar, en oferta cultural un penoso 17º y en Seguridad y Justicia caemos al 21º puesto. Fíjense que para una alcaldía que se destaca por su dialéctica del concreto, en infraestructura y equipamiento estamos en el 10º lugar. Donde sí somos eficientes es en el catastro, pues ya estamos en el 3º lugar, ¡qué viva la prosperidad al debe! Con los $550.000 millones de vigencias futuras que se avizoran con el tren ligero, que en nada resuelve los problemas del tránsito masivo, pues ni entra a Soledad ni llega a Malambo, sin estar integrado al decadente Transmetro. En instituciones estamos en el 10º lugar y en ambiente en el 9º.

Contundentes frases derivados del análisis de una entidad no susceptible de coimas ni de otorgamiento de prebendas del talante tal como es el Consejo Privado de Competividad que, es menester decirlo, tiene su sede en Bogotá en la carrera 9 No. 70ª-35 piso 4 y que cuenta con el auspicio de la también universidad bogotana del Rosario.

Frase afortunada del economista Parada: “Parece que no somos tan maravillosos”, relacionada con el desbordado presupuesto en comunicaciones y relaciones públicas con la presentación continua y sistemática de aspectos puntuales en la dialéctica del concreto, la especulación inmobiliaria y jardinería; pero sin entrar en consideraciones sobre deterioro urbano, de s graves problema socio económicos en diversas zona de la ciudad las cuales son hábilmente escondidas, excluidas, de los informes oficiales.

Para eso, precisamente, es el presupuesto de pautas oficiales de la Alcaldía de Barranquilla. Para mostrar lo de mostrar y esconder lo de esconder. Para lo que no se ve, o se esconde, siga en esa condición y que los miembros de la prensa libre, objetiva y responsable no hagan participe a los ciudadanos de la realidad oculta tras la imagen –perdonen el símil las feministas– de “señorita coqueta” de Barranquilla con el verdadero de “señorona ajetreada” a la que tratan de taparle púdicamente sus tristes arrugas con etéreo maquillaje cosmético.

Hay otro sesgo poco explorado de este afán mediático de la Alcaldía de Barranquilla y que merece una reflexión de carácter psicopolítico. Es la irrefrenable tendencia al narcisismo de Alex Char cultivando con esmero su desgreño aparente de cachuchas bacanas para mirar su imagen reflejada y preguntarse, como el cuento de Blanca Nieves: “¿Espejito, espejito, cual es el más bonito?”

La respuesta va in crescendo hasta límites casi metafísicos con el 93%, convirtiéndose; por la pregunta ante el espejo y el reflejo en la pauta publicitaria, en el “mejor alcalde del país”. Nada reprochable esta obsesión con ser el mejor, el más simpático, el más chévere si no estuviesen de por medio tantas carencias sociales reflejadas en el informe de competividad ni el extravagante presupuesto invertido para moldear y torcer la libertad de expresión y opinión de los medios de comunicación. Todo ese embrollo conduce, inevitablemente, al desdibujamiento de las instituciones democráticas y por supuesto a la corrupción.

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