La Sagrada Institución del Saqueo
Qué tierna resulta la indignación de quienes durante más de un siglo han convertido al Congreso en su caja menor personal. Ahora resulta que el mismo Senado que aprobó el robo de las regalías, que bendijo los parapolíticos, que legalizó el despojo de tierras y que avaló cada contrato de corrupción millonaria, es el guardián sagrado de la democracia. Qué conveniente descubrir el «Estado de derecho» justo cuando alguien quiere preguntarle al pueblo si está de acuerdo con las reformas.
El editorialista de El Espectador llora por el «equilibrio de poderes» como si fuera una reliquia sagrada, pero olvida mencionar que ese «equilibrio» ha consistido históricamente en que el poder ejecutivo robe, el legislativo avale y el judicial archive. Esa ha sido la santísima trinidad del saqueo colombiano durante décadas.
La Verdad Oculta del establishment mediático
Aquí está lo que no quieren que veamos: este editorial es puro teatro de la élite tradicional aterrorizada. No les molesta que se viole el Estado de derecho cuando los Odebrecht compran senadores como dulces en una tienda, o cuando los paramilitares escriben leyes desde las curules. Les molesta que alguien ose preguntarle al pueblo si quiere cambios reales.
El Mecanismo Invisible opera a la perfección: convierten cada intento de participación ciudadana en una «amenaza a la institucionalidad», mientras que cada ley que favorece a los poderosos es «democracia ejemplar». Es la hipocresía institucionalizada convertida en editorial de opinión.
El Circo de la legalidad selectiva
«Todos vimos la votación«, dice el editorialista con aires de testigo presencial de un crimen. Sí, todos vimos también cómo votaron las reformas que legalizaron el despojo, cómo aprobaron los acuerdos que beneficiaron a las multinacionales, cómo avalaron cada mecanismo de saqueo durante décadas. ¿Dónde estaba entonces su indignación por el «Estado de derecho«»?
La consulta se «hundió» en un Senado donde los mismos que lloriquean por la institucionalidad han convertido la corrupción en sistema de gobierno. Un Senado donde se vota con el bolsillo, no con la conciencia. Y ahora pretenden que respetemos esa decisión como si fuera el oráculo de Delfos pronunciando verdades eternas.
La farsa del «Equilibrio de Poderes»
Qué cómico resulta escuchar hablar de «equilibrio de poderes» a quienes han operado durante décadas bajo un sistema muy diferente: el poder económico compra al poder político, y ambos controlan al poder judicial. Ese ha sido el verdadero «equilibrio» colombiano: equilibrio perfecto para el saqueo, equilibrio perfecto para la impunidad.
El editorialista invoca pomposamente el fantasma de la «segunda reelección de Uribe» como si ese fuera el único peligro autoritario que ha enfrentado Colombia. Convenientemente olvida mencionar los ocho años de autoritarismo real, de chuzadas, de falsos positivos, de alianzas con paramilitares. Ahí sí no había preocupación por el «Estado de derecho».
La hipocresía constitucional en su máximo esplendor
«Colombia ha sido una república que no responde a reyes ni a caprichos de caudillos autoritarios«, escribe sin sonrojarse quien defiende un sistema donde las mismas familias han gobernado durante generaciones. Las dinastías Pastrana, López, Lleras, Santos y compañía no son reyes, claro. Son algo peor: una aristocracia hereditaria que se ha perpetuado en el poder durante más de un siglo.
El «pueblo» al que invocan piadosamente es el mismo al que han mantenido en la miseria mientras se reparten las riquezas nacionales. Ahora que ese pueblo quiere opinar sobre las reformas, resulta que es «populismo» y «demagogia«.
El terror a la Democracia Real
La Verdad Oculta que expone este editorial es el pánico de las élites ante la posibilidad de que el pueblo participe realmente en las decisiones. Durante décadas han operado bajo la premisa de que la democracia es votar cada cuatro años por alguno de los suyos, y después quedarse callados mientras administran el saqueo.
La consulta popular los aterroriza porque rompe ese monopolio. Por primera vez en décadas, alguien quiere preguntarle directamente al pueblo qué opina sobre temas fundamentales. Y eso, para quienes han vivido de la intermediación corrupta, es una amenaza existencial.
La manipulación mediática en acción
Este editorial es un manual perfecto de manipulación mediática. Convierte al victimario en víctima: los mismos que han saqueado el país durante décadas ahora son los defensores de la institucionalidad. Convierte la participación ciudadana en amenaza autoritaria. Y convierte el intento de consultar al pueblo en «capricho presidencial«.
El Mecanismo Invisible opera así: cuando las élites violan la ley es «pragmatismo político», cuando alguien intenta cambiar las reglas del juego es «atentado contra la democracia». Cuando ellos compran votos es «lobby legítimo», cuando otros buscan la participación directa es «populismo peligroso».
La Corte Constitucional: ¿Independiente de quién?
La invocación a la Corte Constitucional como árbitro imparcial sería cómica si no fuera trágica. La misma Corte que durante décadas ha avalado cada mecanismo de saqueo, que legalizó la reelección presidencial cuando convenía, que bendijo cada reforma regresiva. Ahora resulta que es la guardiana de la pureza constitucional.
¿Desde cuándo la Corte Constitucional se volvió independiente del poder económico que nombra a sus magistrados? ¿Desde cuándo sus decisiones no responden a los intereses de quienes realmente mandan en este país?
El Estado de Derecho de los poderosos
Aquí está la clave de todo: el «Estado de derecho» del que habla el editorialista no es el mismo para todos. Para los poderosos, el Estado de derecho significa que sus contratos corruptos son sagrados, que sus propiedades mal habidas son intocables, que sus privilegios fiscales son derechos adquiridos.
Para el pueblo, el Estado de derecho significa represión cuando protesta, judicialización cuando se organiza, y silencio cuando quiere opinar sobre las decisiones que afectan su vida.
La Democracia que conviene
La democracia que defiende este editorial es muy particular: democracia para votar por los candidatos que ellos financian, democracia para elegir entre las opciones que ellos aprueban, democracia para legitimar las decisiones que ellos ya tomaron en sus clubes exclusivos.
Pero cuando se propone democracia real, participativa, donde el pueblo tenga voz directa en las decisiones, ahí sí surge el terror sagrado por la «institucionalidad«.
Conclusión: El miedo al pueblo despierto
Este editorial no es defensa de la democracia, es el grito desesperado de quienes ven que su monopolio de poder está siendo cuestionado. No defienden las instituciones, defienden sus privilegios. No protegen el Estado de derecho, protegen el Estado del saqueo.
La consulta popular los aterra porque por primera vez en décadas alguien quiere romper la intermediación corrupta y preguntarle directamente al pueblo qué piensa. Y ellos saben que si el pueblo participa realmente, su fiesta centenaria se acaba.
Por eso el llanto, por eso la indignación, por eso la invocación a una institucionalidad que han prostituido durante generaciones. Porque saben que cuando el pueblo despierta, los parásitos tiemblan.



