Hablamos de la diferencia motivacional, ética, que llevó a cada uno de estos personajes a narrar la “verdad” sobre la orgía de sangre que apoyaron instituciones y mandatarios en la década pasada, y que hoy se conocen como ejecuciones extrajudiciales y falsos positivos.

La diferencia es sustancial y es importante que todos los colombianos la comprendiéramos y tomáramos uno de los dos ejemplos para comenzar a cambiar nuestra actitud como ciudadanos de este gran país.

Para nosotros, la diferencia consiste en que uno actúa desde “el deber ser” y el otro desde “el ser”. Esta comparación entre el ex militar y ex paramilitar nos va a ayudar a comprender estos dos conceptos éticos tan en boga por nuestros políticos. Veamos.

Juan Esteban Muñoz es un ex teniente del Ejército colombiano que, tras haberse acogido a la Jurisdicción Especial para la Paz y pasar cinco años en la cárcel por haber participado en ejecuciones extrajudiciales y falsos positivos, decidió dedicar su vida a la reparación de víctimas del conflicto armado a través del deporte.

Recomendamos al lector ver el siguiente video de apoyo:

Muñoz reconoce que la doctrina militar influyó en las acciones de los militares para cometer los falsos positivos y que esos actos eran conocidos por todos los altos mandos militares, convirtiendo las ejecuciones extrajudiciales en una práctica sistemática en las Fuerzas Militares.

El ex teniente en su proceso judicial y enfrentando a las madres de sus víctimas se arrancó las estrellas militares, desnudó su alma y aceptó la culpa de sus crímenes. Se despojó de las mentiras, de las construcciones mentales que manejaron su comportamiento, y le dio un giro de 360 grados a su alma. Dejó de ser el militar con licencia para matar para convertirse en un ser humano dispuesto vivir por su prójimo, a luchar para vencer el odio que embrutece a todos los colombianos.

Al decir ”yo no soy la misma persona que era en el 2005”, advertimos que su cambio, su actuar, su comportamiento, lo logró desde «el ser». Por eso no le tiene miedo a la muerte, no tiene miedo a hablar bajo condiciones adversas, a nombrar quiénes eran sus superiores y qué papel jugaron cada uno de ellos en esa orgía de sangre que vivió el país por varios años.

Con Salvatore Mancuso, la cosa es distinta, pues el ex jefe paramilitar está actuando desde «el deber ser». Mancuso propuso que era su deber contar la verdad y lo hace desde la razón, desde el Logos, más no desde su alma, desde su “ser en sí”.

En ambos casos podemos llegar a conocer la verdad, pero en el primero se vive la verdad. En el caso de Mancuso, el deber hace parte de una coyuntura, de un momento político y social.

La verdad de «el ser» es incuestionable, es sólida. La verdad de «el deber ser» es gelatinosa, es tallada sobre cera que en cualquier momentos puede derretirse.

El ex teniente Muñoz en muy poco tiempo supo deglutir la duda, asfixiar el miedo, y contar la verdad, es decir, supo reconocerse culpable, reconocerse un asesino, y que por lo tanto debía pagar los daños que había caudado. En cambio, Mancuso dejó pasar el tiempo, sopesó coyunturas, negoció acuerdos, y, finalmente, en la soledad de su celda maduró la idea de sacar a la luz todas las verdades que él conocía sobre el baño de sangre que enlutó a miles de familias en Colombia cuando él era el comandante de los paramilitares.

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